DEPORTES

Diario de viaje

 Por A. G.

Todo fue culpa de la tapa de Bild. El simple juego de palabras en su portada con la primera estrofa del himno alemán fue el disparador de una situación hasta ahora inédita, pese a las más de cien horas de tren recorridas. Hasta ese momento, en la laptop de Eduardo García Barassi sonaba “Ladrón de mi cerebro”, de Los Redondos, para sorpresa de los demás pasajeros del convoy con destino a Dortmund. Había unos cuantos alemanes, dos periodistas ingleses, un par de japoneses y algún otro por ahí. Y claro, además estaban Rodolfo Chisleanschi, Sergio Levinsky y Jesús Ferro, periodistas argentinos radicados en España. Y entonces, entró en escena la tapa de Bild. A esta altura, y tras la aparición del poster del oso Bruno –pegado en la habitación del hotel Alpha de Nuremberg–, el diario sensacionalista alemán se convirtió en un clásico, con perlitas como el montaje de los spaghettis con una pistola en alusión a la mafia italiana o la foto de Carlitos Tevez pateando con fiereza y el título “Le quiere sacar la cabeza a Lehmann” en la previa de Argentina-Alemania. Ayer era un juego de palabras con el himno, que generó el caos en el tren. Es que ante el intento de entonación de la canción patria alemana, García Barassi recordó que en su máquina tenía un archivo con himnos de más de 150 países. Entonces, Los Redondos le dieron paso al “Einigkeit und Recht und” que unas horas más tarde sonaría en el Westfalen Stadion cantado por los muchachos de Klinsmann. “Yo sé parte del de Israel”, aportó Levinsky, con lo que también tuvo su lugar en la discoteca. Y así fueron pasando “La Marsellesa”, que motivó el comentario unánime de que no hay chance posible de perder al salir a una cancha y escuchar ese himno, el de Brasil, el de España y hasta sonó el “God Save the Queen”, bajo chiflidos, obvio, lo que motivó la sonrisa cómplice de los ingleses, que entendieron la broma con humor. Pasaron rarezas, como el himno de Irak o el de Seychelles. Cada vez más arengados, llegó el turno del argentino, lógicamente cantado en la versión futbolera que se impuso en los estadios alemanes, con la mano en el corazón, como lógicos futbolistas frustrados. Por casualidad, el cierre de la canción coincidió con el arribo a la estación de Francfort, lo que desembocó en el asombro de los pasajeros que subían y veían a cinco argentinos tarareando algo para ellos irreconocible. Pero lo sorprendente llegó después. Un italiano que había observado todo desde el fondo del vagón se acercó y marcó que no habíamos pasado el “Fratelli d’Italia”, su himno. “Por favor, cántenlo que nos va a traer suerte”, pidió. “Si hoy ganamos, me voy a acordar de ustedes”, dijo convencido. A esta altura, seguro que el Tano Giuseppe está esperando cruzarse con cinco argentinos que vayan a Berlín. Y claro, que García Barassi no se olvide su laptop.

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