Viernes, 24 de noviembre de 2006 | Hoy
DEPORTES › EL CASO DE URUGUAY Y EL EX PRESIDENTE DE LA AUF
Figueredo salió volando y los derechos de TV de la Celeste vuelven a venderse.
Por Leonardo Castillo
El gobierno argentino aclaró que no interviene en los temas del fútbol, pero el uruguayo sí lo hizo, para terminar con la paradoja de un deporte cada vez más hundido y un empresario cada vez más rico. La administración de Tabaré Vázquez impulsó la salida de Eugenio Figueredo, como titular de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), luego de que este dirigente fuera acusado de vender en forma irregular los derechos televisivos de la selección celeste al grupo Tenfield, conducida por el intermediario Francisco “Paco” Casal, representante de los jugadores más destacados del país. Ahora, una nueva conducción, ligada al oficialismo, pretende romper el vínculo y llamar a una nueva licitación, ante la cerrada negativa del cuestionado empresario, que amenaza con iniciar acciones legales y hasta recurrir a la FIFA.
Paco Casal y Figueredo parecían formar un vínculo indisoluble. Desde mediados de los ’90, el representante pasó de manejar las transferencias de jugadores al exterior a controlar de manera monopólica el negocio de la TV en el fútbol. Todo sucedió a partir de 1995, año en el cual Figueredo, presidente de Huracán Buceo, llegó a la conducción de la AUF. Por más de una década, juntos controlaron los destinos del fútbol charrúa. Nada parecía poner en peligro el reinado de ambos, hasta que un hecho deportivo actuó como desencadenante.
La eliminación de Uruguay del Mundial de Alemania, en una reválida a manos de Australia, justo hace un año, funcionó como un detonante. ¿Cómo es posible que, en un fútbol cada vez más huérfano de títulos y prestigio, un empresario gane cada vez más dinero, favorecido por un dirigente que pretendía eternizarse en su cargo? Era el gran interrogante que a fines del 2005 empezaron a formularse los aficionados uruguayos con una alta dosis de hastío.
La inquietud también se trasladó a las esferas oficiales. “En el fútbol hace falta agua, jabón y cepillo”, afirmó el ministro de Turismo y Deportes, Héctor Lescano, allá por abril, precisamente cuando en el seno de la AUF se empezaba a discutir la reelección de Figueredo por otros tres años más. A sabiendas de que una intervención directa del Poder Ejecutivo le valdría a Uruguay la desafiliación de la FIFA, Lescano, ex presidente de Liverpool, instruyó a su sucesor, José Luis Palma, para que se iniciara una operación tendiente a relevar al cuestionado mandatario.
Palma denunció que la venta de los derechos de televisión de las eliminatorias del 2010 fue otorgada de forma irregular, a un precio muy barato y, lo que es peor, con un contrato falsificado. Por las eliminatorias de 2002 y 2006, la AUF recibió de parte de Tenfield, la empresa de Casal, la suma de siete millones de dólares por cada uno de esos certámenes clasificatorios. En principio, se acordó la misma suma para el 2010: así figuraba en un contrato suscripto hace seis años por la Asociación y el contador de Tenfield, Julio Zafrán. Sólo que a fines de 2005 apareció otro documento que reemplazó al primero y que llevaba la firma de otro empleado de Casal, el ex zaguero de River y la selección uruguaya Nelson Gutiérrez. Este contrato estaba pautado en una cifra notablemente inferior: 2,5 millones de dólares.
La firma del contrato era falsa, según comprobó el diario uruguayo La República. Estaba fechado en noviembre de 2000, en Montevideo, y por esos días Gutiérrez se encontraba en España. Pero además la cesión de estos derechos debía ser tratada por la asamblea general de la AUF, de acuerdo a como lo establece el estatuto de la entidad. Algo que nunca sucedió, ya que Figueredo nunca informó a los representantes de los clubes de la negociación que mantenía con Tenfield.
La difusión de estos hechos fue tan escandalosa que, ante el repudio de los hinchas, la sociedad y fundamentalmente el gobierno, Figueredo debió dimitir, sin explicar cuál fue la razón que lo llevó a devaluar los derechos televisivos de la selección celeste en favor de la empresa que maneja Casal. “El Poder Ejecutivo me vetó, por eso renuncio. Me voy porque no quiero perjudicar a nuestro fútbol, pero acá hubo una maniobra para sacarme”, argumentó Figueredo, que a pesar de su defenestración en el plano local conserva todavía el cargo de vicepresidente de la Conmebol.
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