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Ningún futbolero en su sano entendimiento piensa en la salubridad de extrapolar siquiera un par de minutos del partido de esta tarde para proyectar lo que vaya, pueda o logre ser la Selección de Diego Maradona. Eso, para empezar.

Aun sin experiencia, Maradona se ganó el derecho de la contemplación a causa de lo que significa en la historia del seleccionado. Ni este amistoso aislado ni, probablemente, los primeros encuentros que la Selección dispute en el 2009 debieran ser juzgados con vara implacable. El crédito parece obvio para un equipo en armado, con jugadores que se conocen pero bajo otra batuta, la de un fanático del fútbol que pone en juego el amor que siente por la pelota. Que vive el fútbol con otra intensidad.

Aunque aisladas, se anotaron pistas sobre a qué jugará la Selección. Lo dijo Diego el domingo, lo amplió el lunes, lo sugirió el PF Fernando Signorini en el reportaje publicado ayer en estas páginas, algo dice aquí Tevez. Si se está bosquejando una Mística Maradona del equipo nacional, ella incluye de cajón respeto por la pelota jugada al pie, nunca rifada.

Claro que, por lo demás, extraña que Diego juegue un tanto al misterio. Su fortaleza como entrenador reside seguramente más en el corazón de sus arengas que en la presunta riqueza táctica de sus planteos. Por lo tanto, no tiene nada que esconder, aunque esconda: un entrenamiento a puertas cerradas, la falta de confirmación oficial del equipo para hoy. Le asiste el derecho, aunque no parezca lógico. Sobre todo porque, como él mismo recordó el día que lo designaron, el agua caliente ya está inventada. Quizás algún cabeza de termo le pasó la incómoda sugerencia de no actuar en consecuencia.