Desde Bruselas

La posibilidad de que Grecia entre en default domina la agenda en la reunión del Consejo europeo que comenzó ayer y reúne a los mandatarios de los países de la Unión. Se esperaba que el principal tema de discusión fuera el recorte de emisiones de dióxido de carbono que se negocia actualmente en Copenhague. Sin embargo, la atención se desvió al riesgo que corre la economía griega y las consecuencias que podría acarrear al resto de los países de la eurozona. La preocupación comenzó cuando el martes, la agencia de calificación Fitch le quitó a Grecia el grado A degradándola a BBB+. Seguidamente, inversores reaccionaron y comenzaron a vender los bonos griegos. Al mismo tiempo hubo una fuerte caída en la Bolsa de Atenas.

Grecia tiene un déficit público de 12,7 por ciento y una deuda de 113 por ciento del PBI que se espera crecerá a 120 por ciento para el 2010. Según el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, los países miembro de la eurozona no pueden superar un 3 por ciento de déficit y una deuda mayor al 60 por ciento del PBI. Jean-Claude Juncker, jefe del eurogrupo –el cual reúne a los 16 países que comparten el euro–, sostuvo ayer que “la situación es como mínimo extremadamente tensa”. Sin embargo, descartó los rumores de que Grecia entraría en default.

Se teme que una eventual “bancarrota” griega ponga en riesgo la estabilidad del euro. La moneda descansa en un pacto en donde los países de la eurozona se comprometieron a mantener estrictas políticas fiscales. Sin embargo, luego de la crisis económica, 13 de los 16 estados de la eurozona tienen un déficit mayor al permitido.

El desequilibrio en las cuentas fue causado por la ayuda financiera prestada a bancos e industrias y por el aumento del gasto social, debido a un incremento en el desempleo. Luego de varias advertencias por parte de la comisión, los gobiernos europeos comenzaron la penosa tarea de recortar gastos.

Sin embargo, Grecia no ha podido aplicar los recortes y ha visto crecer su déficit y endeudamiento. El socialista Yorgos Papandreu, quien asumió hace dos meses, heredó del anterior gobierno conservador una serie de políticas económicas y fiscales que han puesto al país en una situación muy comprometida.

La decisión de la agencia Fitch de degradar a Grecia en el ranking de riesgo país aumenta la presión sobre Atenas. Grecia deberá pagar mayores intereses a sus acreedores y si se muestra incapaz de hacerlo, deberá declararse insolvente. Papandreu advirtió sobre la necesidad de aplicar severos recortes; de lo contrario, el alto grado de endeudamiento corría el riesgo de “eliminar el país”. Sus palabras fueron dirigidas al público interno en adelanto de un plan de reestructura que el gobierno griego presentará próximamente ante los ministros de finanzas del eurogrupo.

Durante la actual cumbre de mandatarios celebrada en Bruselas se discute la posibilidad de que la Unión salga al rescate financiero de Grecia en caso de necesidad. Sin embargo, hay quienes se oponen, ya que daría un mal ejemplo al resto de los países de la eurozona, los cuales podrían evitar recortes en sus propias economías en caso de existir la posibilidad de ayuda financiera de la Unión Europea.

La crisis coincide con el alzamiento anarquista en las calles de Atenas –otra fuente de preocupación para el gobierno de Papandreu–. Los disturbios comenzaron luego del primer aniversario de la muerte de Alexandros Grigoropoulos, un quinceañero asesinado en manos de la policía. La revuelta podría dificultar aún más las ya difíciles medidas de recortes presupuestarios que Bruselas y el resto de los países miembro esperan del gobierno griego.