“Hay que sacarse todas estas ideas viejas, que todavía impregnan a gran parte de la sociedad”, exhortó la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, en referencia a quienes alertan sobre un supuesto riesgo inflacionario por la nueva línea de crédito a la producción con respaldo de la autoridad monetaria. La titular del organismo dijo llamarle la atención que “cuando se difundió la propuesta de dar una línea de adelantos para financiar la inversión”, la primera reacción fue que “iba a generar inflación”. “Evidentemente hay mucho por seguir debatiendo en la Argentina y para abandonar políticas viejas que fracasaron”, aseguró Marcó del Pont durante su discurso de clausura del Seminario por el 75º aniversario del Central. En su disertación, insistió sobre la idea de compatibilizar la estabilidad nominal de las variables monetarias con las políticas económicas hacia el sector real. En ese sentido, defendió nuevamente el uso de las reservas para el pago de deuda y la necesidad de modificar la Carta Orgánica para que la entidad pueda atender “múltiples tareas”. También anunció que está por “lanzar una política de adelanto y creación de liquidez que salve este descalce que hay en los bancos para dar fondeo de largo plazo”.

Debido a que los disertantes anteriores (ver aparte) se extendieron en sus presentaciones más de lo previsto, Marcó del Pont dejó de lado la suya –la cual incluía un powerpoint– y decidió improvisar algunas palabras. “Si no hay una estructura productiva que crece, se moderniza, se diversifica, no vamos a garantizar la estabilidad nominal de precios, y menos aún un crecimiento sostenido de la demanda a partir de la creciente participación en la economía de los sectores postergados”, afirmó la banquera en respuesta a los alertas sobre tensiones inflacionarias que se hacen desde algunos sectores del establishment.

La exposición de Marcó del Pont se basó en la concepción de un Banco Central con más de un objetivo, tal como fue ideado desde un principio. “Tenemos que recordar que esto no es fruto de la historia del BC sino de la reforma de 1992. Siempre en los bancos centrales, en sus cartas orgánicas, aparecía el objetivo múltiple: la estabilidad monetaria, pero también el objetivo económico y el empleo.” Según explicó, esto fue desplazado “por lo que constituyó el estadío más alto del Consenso de Washington en los ’90”.

Marcó del Pont reconoció que la influencia del neoliberalismo supuso un cambio además en la estructura de todos los abordajes, a nivel académico y de concepción política y práctica de la economía. “Durante el apogeo del neoliberalismo, la cuestión estructural es dejada de lado. Los países en desarrollo perdieron capacidad de realizar políticas económicas autónomas y soberanas”, sostuvo. En el caso de los bancos centrales, esta concepción derivó además en que se le diera la espalda a todo lo que representaba fondeo de los sectores públicos, regulación de la cuenta capital y del mercado de cambios y de asignación de créditos. “Todo eso fue desplazado hacia esa visión acotada de que la función del BC era mantener la estabilidad nominal, desvinculada de lo que ocurría en la economía real”, apuntó.

No obstante, la presidenta del BCRA sostuvo que la Argentina pudo hacer “muchas cosas distintas en los últimos años”. “Pudo ir constituyendo un andamiaje de políticas macroeconómicas que le permitió ir resistiendo de mejor manera los embates de la crisis internacional”, argumentó. Al respecto, reiteró que la política macroeconómica “no se planteó en abstracto sino que fue articulada a una concepción de país y de proyecto de país, y a la necesidad de un cambio estructural”. Sobre este punto coincidió con las palabras de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (ver aparte), de fortalecer el mercado interno como pilar del crecimiento económico.

Por último hizo una férrea defensa de la política de acumulación de las reservas, y del uso de ellas en función de los objetivos macroeconómicos. “Esto lo tenemos que valorar, porque es un instrumento que hemos recuperado”, dijo. También respaldó la implementación de retenciones, que permiten un tipo de cambio dual, para el sector agropecuario distinto que para el industrial. “Esto sirve para el equilibrio estructural y macroeconómico del país”, justificó. También apuntó contra el Fondo Monetario, que continúa con sus viejas recetas, y aclaró que la región no cambiará sus políticas monetarias respondiendo a esas recomendaciones. Es por ello que admitió que no alberga “demasiado optimismo ante la posibilidad de una regulación a nivel internacional del mercado financiero”.