Domingo, 15 de agosto de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Alfredo Zaiat
En la introducción protocolar de su discurso en el acto por el 156º aniversario de la institución, el titular de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi, dio la bienvenida a la presidenta de la Nación, a autoridades de los otros dos poderes de la república, a ministros del Ejecutivo, a embajadores, a representantes de las provincias y municipios y a los invitados y socios en general. Se olvidó o ignoró la figura, sentada visiblemente a pocos metros del atril, de la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Esa llamativa descortesía de hombres de negocios fue la primera expresión pública de la resistencia que la city concentra en la primera mujer que ocupa la poltrona principal de la entidad monetaria, además con visión heterodoxa de la economía. Le adjudican la responsabilidad de haber frenado el proyecto que financistas y áreas de Economía habían elaborado para eliminar la restricción al ingreso de capitales especulativos. Subestimaron a Cristina Fernández de Kirchner, quien fue contundente en su discurso en la Bolsa: los mandó al psiquiatra a los promotores de esa iniciativa. Desde entonces, corrientes conservadoras han intensificado observaciones críticas hacia la gestión de Marcó del Pont.
En días previos a ese festejo bursátil de hace un mes, Gabbi había sugerido que el Gobierno estaba estudiando dejar sin efecto el encaje (inmovilización) por un año del 30 por ciento sobre capitales financieros del exterior que ingresan al mercado local. El diario Ambito Financiero anunció en tapa que Economía tenía en carpeta un avanzado proyecto en ese sentido. Se sabe que Marcó del Pont es una economista que a lo largo de su trayectoria ha sostenido la necesidad de controlar el arribo de fondos especulativos, puesto que son potentes perturbadores de la estabilidad macroeconómica. El objetivo de corredores y financistas compartido con Economía quedó trunco. Cristina Fernández de Kirchner decidió mantener esa necesaria restricción en la Cuenta Capital explicándolo en los siguientes términos: “...que las cámaras empresariales que las representan definan claramente cuál es su estrategia porque suena muy inconsistente y casi para el psiquiatra que, por un lado, un sector esté reclamando el levantamiento del encaje y, por otro lado, diaria y cotidianamente se mencione la fuga de capitales como uno de los principales problemas de la política económica del país”.
La banca privada también se ha sumado a la incomodidad de los operadores bursátiles con la actual conducción del BCRA. En algunos casos por transacciones puntuales y en otros por normas generales que intervienen en sus fabulosas ganancias. El Banco Macro, cuyo presidente Jorge Brito es además titular de la cámara de entidades de capital nacional Adeba, se molestó porque el directorio de la autoridad monetaria no apuró la autorización de compra del Banco Privado de Inversiones. Demora que estaba motivada en la actuación de la Unidad de Información Financiera sobre el BPI. La UIF es una dependencia que se ocupa de investigar y combatir negocios sospechados de lavado de dinero. En términos generales, los banqueros están disgustados con Marcó del Pont porque los orienta a emprender una política de prestar al sector productivo. Los ha invitado a trabajar con más entusiasmo en uno de los servicios donde muestran más deficiencias.
Una de las herramientas que tiene a disposición el Banco Central para encaminar al sistema hacia el financiamiento de la actividad productiva son los encajes (porcentaje del dinero de los depósitos que deben inmovilizar). En borrador, en trabajos a nivel técnico se esbozó la idea de subir los encajes de los depósitos a la vista y bajar los de plazos fijos. Las primeras colocaciones se realizan a tasas cercanas a cero y hoy concentran casi el 60 por ciento del total de los depósitos. Con ese dinero los bancos financian saldos de corto plazo (tarjetas, descuento de documentos) a tasas altísimas con un costo de fondeo de casi cero. Ese cómodo esquema financiero explica gran parte de las fabulosas ganancias que contabilizan los bancos (ver el suplemento Cash de esta edición). En espacios técnicos del Central se estudió entonces la posibilidad de bajar los encajes de plazo fijo y subir los de colocaciones a la vista, para de esa forma alentar los primeros depósitos y así incentivar créditos a mediano plazo. Si bien es cierto que un eventual traspaso de depósitos de caja de ahorro y cuenta corriente a plazos facilitaría el cumplimiento del programa monetario (los plazos fijos no se computan en el M2), con esa medida los bancos perderían rentabilidad. Por ese motivo arremetieron contra una iniciativa que ni había llegado a ser tratada por el directorio del instituto emisor, lo que revela los aún aceitados canales de comunicación que persisten en área del Central con despachos importantes de la city. El argumento esgrimido fue que con ese plan Marcó del Pont quería enfriar la economía, instancia que para el kirchnerismo es considerada una herejía.
Esa intención se descubre muy burda de acuerdo con los antecedentes de la presidente del BC, de quien se sabe que no es partidaria de frenar la demanda. En estos meses está lidiando con el Programa Monetario 2010 diseñado por el entonces presidente del Banco Central Martín Redrado, quien lo proyectó con un crecimiento del PIB de apenas el 2,5 por ciento. Hoy la estimación más prudente de avance de la economía es de 7,0 por ciento, lo que implica que la expansión de dinero debería acompañar ese ritmo, pero la actual conducción está bajo presión por las fallidas proyecciones iniciales de Redrado. Por ese motivo se intensificaron las observaciones críticas en medios conservadores respecto de que no se podrá cumplir con ese programa, con el objetivo de desgastar la gestión de Marcó del Pont y así acotarle el margen de acción para su continuidad y futuras nominaciones en el directorio, que deben ser presentadas por el Ejecutivo el mes próximo.
Para no tropezar con el lobby feroz de la banca y sus voceros, resulta ilustrativa la última edición de “Coyuntura y Desarrollo” de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo. En ese documento se publicó la nota “Programa Monetario y crédito productivo”. El presidente de FIDE es el economista Héctor Valle y su directora –en uso de licencia– es Mercedes Marcó del Pont. En ese artículo se expresa, precisamente, todo lo opuesto a la intención de enfriar la economía y cuestiona las concepciones monetaristas:
El stock de crédito en la Argentina, apenas superior al 10 por ciento del PIB, es uno de los más bajos entre los países de ingreso medio.
Se trata de un rasgo prácticamente estructural que viene de antaño y que no se ha revertido luego de la caída del régimen de convertibilidad.
La muy líquida plaza financiera local se ha caracterizado en los últimos años por prestar a altas tasas de interés y bajo riesgo.
Uno de los mayores desafíos estructurales de cara al futuro consiste en cambiar ese sesgo y orientar la altísima liquidez de nuestro sistema bancario hacia emprendimientos productivos.
Pero este objetivo puede eventualmente tropezar con ciertos límites que impone la propia lógica de la política monetaria, tal como ésta se viene llevando a cabo durante la postconvertibilidad.
El Programa Monetario del Banco Central se basa en metas cuantitativas de crecimiento de la cantidad de dinero en circulación (M2).
Esa idea –resabio monetarista del último programa con el FMI– es mantener la expansión monetaria bajo control para evitar un desajuste inflacionario por exceso de emisión.
El Programa Monetario 2010, por ejemplo, estableció un rango de variación del M2 con un máximo de 18,9 por ciento interanual y un mínimo de 11,9 por ciento para diciembre de 2010.
Ahora bien, el sostenimiento de la expansión monetaria dentro de estos límites puede resultar contradictorio con el objetivo de expandir el crédito al sector privado.
Conciliar la agenda de mediano plazo –expansión del crédito productivo– con el diseño de una política monetaria que, por naturaleza, se encuentra orientada fundamentalmente al corto plazo, requerirá una revisión de los criterios con que se venía diseñando el Programa Monetario en los últimos años.
Esta notoria convicción heterodoxa de la política monetaria y su vocación de orientar el crédito a sectores productivos de la actual conducción del Banco Central es el principal motivo de incomodidad de los banqueros y sus socios.
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