Domingo, 27 de septiembre de 2015 | Hoy
ECONOMíA › MIGUEL BEIN, REFERENTE ECONOMICO DE DANIEL SCIOLI
Reacio a ser ministro, explica que viene una etapa “de continuación” en la que la prioridad es invertir en bienes transables, ciencia y tecnología, desarrollo de productos, rentabilidad, exportaciones y competitividad.
Por Claudio Scaletta
Desde los ventanales de las oficinas de Estudio Bein & Asociados se ve el helipuerto del Ministerio de Desarrollo Social, inmediatamente detrás de las vías del tren. Durante la entrevista se ve descender una aeronave. Miguel Bein se levanta y señala, “ves, ese es el helicóptero de Scioli (no lo llama “Daniel”), no para, es una persona que trabaja 18 horas por día”, describe. No se trata de una valoración ética. Bein cree que la hiperactividad del candidato será una impronta de su eventual gestión y definirá un estilo de gobierno. Recibe a Página/12 junto a Marina Dal Poggetto, socia del Estudio, quien acompañará toda la conversación de casi tres horas sumando precisiones.
–Scioli dijo que usted es su referente económico. Imagino entonces que existe un conocimiento mutuo, ¿cuál es el pensamiento económico de Scioli?
–Su ideología es la de un dirigente de la pequeña y mediana industria. Viene de una familia empresaria. Su padre era un mayorista de electrodomésticos y, en su momento, uno de los dueños de Canal 9. Él tiene esa mentalidad de empresa. Tuvo su propia empresa antes de la política. Todo eso hace que esté muy consustanciado con el mercado interno, con la industria local, con el crédito. Es una persona que se siente muy cómoda hablando con empresarios pequeños y medianos, no necesariamente con los más grandes.
–Eso quiere decir que los lineamientos de su política económica estarán influenciados principalmente por quienes integren su equipo.
–Yo creo que tiene ideas muy claras. Piensa en un país industrial. Es un productivista y en su vida personal fue un deportista. Y eso lo marca mucho en su forma de ser, es metódico, es verdad que trabajaba dieciocho horas por día. Pero básicamente es un productivista, tiene esa idea de la Argentina grande, de un país que produzca el doble de lo que produce.
–¿Le ofrecieron el ministerio?
–Nadie me ofreció nada, pero además es un trabajo que no me gusta. Hay que estar todo el día sentado recibiendo gente que viene a pedir plata. Para eso ya tengo a mis hijos. El ministro está recibiendo todos los días empresarios, sindicalistas, intendentes, gobernadores que vienen a pedir. La Argentina tiene dos deportes nacionales, uno es sacarle al Ministerio de Economía todos los pesos que se puedan, y el otro es sacarle al Banco Central todos los dólares.
–Dejemos los nombres insondables y hablemos de política. ¿Cuáles serían las primeras políticas económicas que implementaría un eventual gobierno de Daniel Scioli?
–Scioli es un maratonista. No hay que preguntarle que hay al final del camino cuando va por el kilómetro 38. Por ahora avanza y va sumando equipo, escucha y se asesora. Pero creo que hay una agenda nueva. No hay un cambio respecto a las consideraciones generales del gobierno de los últimos años, cuando Argentina empezó a recibir el impacto de la baja del ciclo internacional. Argentina tuvo una década de crecimiento impulsada por el consumo y la inclusión social. El punto de partida fue horrible, con altísimos niveles de pobreza, exclusión, desempleo y capacidad instalada ociosa. Fabricas vacías y la gente afuera de las fábricas. Hoy el desafío es conectar agendas. Somos el caso opuesto al de China, que tuvo 30 años para transformarse empujando la inversión en base al ahorro interno. Inversión en equipo de producción, ciencia y tecnología, innovación, exportaciones. Y ya hace tres años que comenzó a girar a un modelo de salarios y consumo. Bueno, Argentina viene del modelo de salario y consumo, y llegó casi al pleno empleo. Si hay algún punto por encima del pleno empleo es de personas que les falta entrenamiento, no por falta de demanda en las empresas. Una vez que se llega al límite del pleno empleo no se puede seguir empujando sobre la base del consumo. Especialmente porque en el caso de Argentina el consumo tiene un alto componente de bienes importados. En el proceso de crecimiento sobre la base del salario y el empleo la condición necesaria era la inclusión. Distribuir para crecer. En la fase del desarrollo la condición necesaria es crecer para distribuir. Se invierten los roles. Se distribuye con pesos primero para crecer, pero una vez que se acaban los dólares si se sigue distribuyendo con pesos lo que se distribuye es inflación, se distribuye fracaso. Lo que se necesita ahora es una agenda que genere divisas. La población crece 1,1 por ciento por año. Sólo se puede crecer más que eso si aumenta la productividad sobre la base de la inversión, también hay que mejorar gestión, procesos, organización, logística, pero la verdad de la historia es la retroexcavadora que reemplaza a la pala de punta.
–En pos de ese objetivo...
–En pos de ese objetivo es fundamental que las señales en los próximos años sean a favor de la inversión en bienes transables, ciencia y tecnología, innovación y desarrollo de productos, rentabilidad para producir, para exportar, competitividad, es una agenda distinta. No es por oposición, es una agenda por continuación. Yo lo dije en 2012, creo, en un congreso de AEDA en la Facultad de Ciencias Económicas y me trajo algunos dolores de cabeza, pero estoy orgulloso de lo que dije. Sostuve que el modelo llegó con bandera a cuadros, estamos en la década recontra ganada. No es que llegó y se agotó. El modelo llegó a dónde tenía que llegar y fue muy exitoso, pero uno lo tiene que entender como una etapa del proceso. ¿Por qué Corea del sur tiene un producto por habitante que duplica nuestro? ¿Porque trabajan más? La gente acá trabaja, se levanta temprano. Puede ser que haya alguna improductividad en el transporte, que tenga que viajar más. Bueno ahí hay una inversión necesaria para mejorar la competitividad, el tema transporte, el tema infraestructura, logística, pero además hay que invertir en equipo de producción.
–¿Cómo se consigue ese aumento de la inversión?
–Se necesitan señales muy claras, recomponer la rentabilidad. Por eso nosotros decimos que en esta época que viene poner impuestos a las exportaciones es completamente inviable, más allá de quién se quede con el resultado de la rebaja de las retenciones. Hay temas de las economías regionales que tienen que ver con la comercialización y estamos proponiendo también cambios en eso para que los precios derivados de la menor presión impositiva lleguen a los productores. Esto pasa en algunas regiones, pero en la agricultura extensiva no es esa la situación, no hay ningún caso. Si tomamos al productor que hace maíz, trigo, girasol, más allá de algunos detalles, las retenciones van directamente al precio que recibe el productor.
–¿No tiene que existir algún mecanismo que incentive la producción con mayor valor agregado?
–La producción de trigo cayó el 30 por ciento en 10 años y no se multiplicó la producción de los molinos harineros. El incentivo tiene que ser por el lado positivo. Está claro que la harina tiene que tener un reintegro a la exportación y el trigo no, que se necesita un diferencial de tipo de cambio efectivo en favor del valor agregado en muchas cadenas, pero la base no es que el que industrializa gane y el otro pierda, es que el que produce gane y el otro en todo caso gane más. No es un juego de suma cero. Si una parte pierde plata lo único que hay al final del camino es estancamiento o caída de la producción, como en el caso del trigo o la carne, con 120 frigoríficos cerrados y 12.000 personas sin trabajo. Nosotros estamos de acuerdo en eventualmente tener un esquema de retenciones móviles, pero ahora ya está, con este tipo de cambio no se pueden tener retenciones salvo algo en la soja. Tampoco en las Manufacturas de Origen Industrial. Se necesita un modelo que empuje fuertemente las exportaciones, porque se quiere desarrollo, con una inversión que se repague en dólares. Hay que orientarse más a las exportaciones para no volver a sufrir la restricción externa.
–¿No cree que muchos de estos problemas de rentabilidad se hubiesen resuelto en su momento con un esquema de retenciones móviles?
–Las retenciones móviles son un invento muy antiguo, el país las tuvo brevemente durante 1989, duraron tres días. La idea es buena, pero en 2008 lo que generó el desaguisado de la 125 fue el esquema y la escala, cuando el precio subía te llevaban hasta el 95 por ciento y cuando bajaba te devolvían el 20, además se fijaban en relación al precio, cuando la rentabilidad tiene que ver con precio y con tipo de cambio. Parecía una declaración de guerra. Hubo desconocimiento y falta de experiencia, torpeza, falta de roce con los productores, con el sector privado. Y no hubo autocrítica. Fue un conflicto autoinfligido por una mala decisión administrativa.
–¿Qué haría en materia de política industrial?
–Mi opinión personal es que los regímenes de promoción que tienen incentivos extraordinarios necesitan dos cosas. Una son cupos fiscales. Y los cupos tienen que ser fijados por el parlamento en las leyes de presupuesto. Eso es lo único del neoliberalismo que encontrará en mi cabeza en materia de pensamiento económico. Es lo único en que Milton Friedman tenía razón. Y la otra es que tiene que haber programas de integración donde el no cumplimiento signifique en serio la salida del régimen de las empresas que no cumplen. Y esto, por ejemplo, en el sector automotor no pasó. No creo que la solución sea que los que están en Tierra del Fuego exporten langostinos, pero sí, por ejemplo, que dentro de 7 años ganen 15 puntos más de integración. Además es la única forma de que no se conviertan en inviables cuando aparece la escasez de divisas.
–El desarrollo necesita una etapa de maduración. Hasta que ello suceda operará la restricción externa y será necesario recurrir al financiamiento en un mundo adverso. ¿Cómo imagina ese proceso?
–Hoy en el mercado internacional de capitales hay mucho entusiasmo con la Argentina que viene. Hace ya un par de semanas empezó un movimiento muy fuerte de posicionamiento en títulos argentinos. Eso tiene que ver con dos cosas. El mercado ve que Argentina puede dejar atrás en algún momento el capítulo del conflicto. Pero no porque el conflicto sea malo en sí. A mí no me preocupa el conflicto. Un Estado tiene que tener la capacidad de generar conflicto contra todo lo que vaya contra los intereses nacionales. Y esos conflictos tienen que demorar todo el tiempo que sea necesario hasta que tengan una solución coherente. El conflicto actual está originado en un fallo injusto y en una interpretación totalmente traída de los pelos de la cláusula pari passu. Esa extralimitación judicial le provocó al país una suerte de bloqueo financiero, que no es completo pero sí significativo e impide todavía acceder ampliamente al financiamiento internacional a tasas parecidas a las que consiguen nuestros vecinos, que rondan los 5 puntos o menos. Por lo tanto es importante ver como se hace para destrabar ese conflicto respetando los intereses nacionales. Daniel Scioli dijo que hay que negociar, pero no vamos a pagar de cualquier manera ni lo que pretenden. Argentina irá con el planteo de obtener una quita significativa y un estiramiento de plazos.
–¿Qué es una quita significativa?
–No se negocia a través de los medios.
–¿Pero usted habló en algún momento de 20 por ciento?
–No, dije 30 y me pusieron 20.
–Pero eso no es una quita significativa
–Depende de los plazos. Un bono a largo plazo con un cupón bajo no es lo mismo que pagar en efectivo. Ahí hay un espacio de negociación enorme. No es lo mismo pagar 100 pesos mañana, que 100 pesos a 100 años.
–¿Ya hubo algún contacto?
–No lo sé, no soy quien se ocupa de estos temas.
–¿Qué opina de estas recomendaciones fiscales draconianas que se escuchan de algunos allegados?
–No sé de quienes habla, pero en el corto plazo uno puede gastar más de lo que ingresa en tanto lo pueda financiar. Hay países que pueden financiar sistemáticamente déficit fiscales de 3 puntos del producto, como todos los que son grado de inversión y su moneda local circula en el comercio internacional. Lo que digo es que uno puede tener una política fiscal expansiva, pero hay que ponerle números. Ese límite es la capacidad de financiar sustentablemente 5 o 10 años de déficit con deuda, lo que depende también del crecimiento y del ratio deuda/PIB. No es cierto que se necesite equilibrio fiscal, lo que se necesita es una performance fiscal que haga sostenible la deuda en que se incurre para financiar el déficit fiscal. Esa es la definición. Y también depende del punto de partida. Como gracias a la política de desendeudamiento del gobierno se parte de una nivel de endeudamiento muy bajo se tiene afortunadamente la capacidad de mantener una política fiscal anticíclica, por lo menos en el corto plazo, no 10 años, pero si algunos años. Hoy lo fundamental no es la solvencia, porque la solvencia ya se tiene. Hoy lo fundamental es recuperar la liquidez, que es la que se perdió en los últimos 4 años en que se pagaron más de 30 mil millones de dólares de vencimientos netos de capital para aumentar la solvencia. Nos pasamos de largo. Si se hubiesen renovado esos pagos de capital hoy tendríamos 30 mil millones de dólares más en las reservas y nadie estaría hablando del dólar ni del problema de Argentina.
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