EL MUNDO › ESCENARIO

La era del hielo

 Por Santiago O’Donnell

Escuchen esto: “En los últimos 5 o 6 años la metaanfetamina ha tomado un gran auge porque tiene las mismas cualidades que la cocaína pero es mucho más barata, mucho más accesible, y tiene los mismos efectos. Pero lo verdaderamente preocupante es que puede ser producida en una casa, no necesita tener cultivos ni grandes laboratorios. Puedo producirla con dos botellas si tengo los productos, por ejemplo, efedrina que sirve para los problemas respiratorios y demás.”

No, no son palabras de un funcionario argentino para explicar el triple crimen de General Rodríguez. Fueron pronunciadas en 1997, o sea hace once años, en un simposio de la fundación Novum Millenium de Buenos Aires. Las dijo Abel Reynoso, entonces agente especial a cargo de la delegación en la Argentina de la DEA, la agencia antinarcóticos norteamericana. Esa tarde Reynoso habló largo y tendido de “lo que se viene”: la efedrina y la metaanfetamina y las demás drogas químicas.

Pero no pudo hacer mucho. Dos años después de su disertación, Reynoso declaró que importantes políticos de Argentina, Uruguay y Brasil estaban metidos en el negocio del narcolavado. Contó que investigaba una red internacional que habría blanqueado 1500 millones de dólares a partir de sociedades offshore creadas por el estudio uruguayo de Posadas, Posadas & Vecino, dirigido por un ex ministro de Economía de Lacalle. Según Reynoso, el estudio tenía vínculos con el menemismo y el entorno de Fernando Collor de Mello.

Las acusaciones contra estos respetables aliados de Washington no cayeron bien en el Departamento de Estado y el agente senior fue removido de su cargo. Lo mandaron a un puesto de escritorio en Washington y al año siguiente renunció.

¿Por qué habló? ¿Por qué lo sacaron? Reynoso no era ningún improvisado. Había recorrido el planeta persiguiendo narcos: Managua, Bangkok, Tijuana y Miami. Había sido vocero de la policía de Los Angeles. Había alcanzado el grado máximo de agente senior de la DEA.

El tema es que Reynoso trabajaba para Estados Unidos pero había nacido en Lanús y se consideraba argentino. Según él, lo sacaron porque no era como otros agentes de la DEA que venían al país para jugar al golf y no hacer nada. “La realidad es que yo molestaba por muchas razones: porque era argentino, porque sabía demasiado, porque hablaba con todo el mundo y porque no me podían controlar”, contó al año de renunciar, cuando este cronista lo entrevistó en Los Angeles. Reynoso seguía muy caliente.

“No nos engañemos. La Argentina se está muriendo, al país le meten toda la droga que quieren, le lavan el dinero, le venden todos los precursores químicos, transportan merca a morir. Los argentinos decimos que estamos muy lejos de todo, que nadie va a venir para acá. ¿Y cómo llegaron las mulas argentinas con heroína a los Estados Unidos? Y a Europa, ¿cómo llega la droga? ¿Y cómo llega la cocaína a Australia y Sudáfrica? ‘Estamos lejos’ es el verso más espectacular que se les ocurrió a los argentinos. Pero la Argentina está al lado de uno de los países que más drogas produce en el mundo. Bolivia no tiene salida al mar. ¿Por dónde cree que va a salir la droga? Pero claro. Soy tan estúpido yo, soy un ganso.”

Según contaba entonces Reynoso, los narcotraficantes argentinos no tocan la droga, pero hacen grandes negocios con ella. “La Argentina produce precursores químicos. Tiene un gran sistema financiero fantasma para mover una gran cantidad de dinero. Y la Argentina tiene grandes rutas para transportar todo lo que uno quiere. El tránsito es la parte más vulnerable del negocio del narcotraficante y por lo tanto está muy bien pago.”

¿Y cómo se instalan los narcos en la Argentina? Muy fácil. “Si yo soy un narco mexicano o colombiano, llego a la Argentina, me establezco en el mejor hotel de Buenos Aires y hago saber que quiero invertir 100 millones de dólares en un sho-pping o un negocio de exportación de vacas. Abro una cuenta en el banco más importante de la Argentina. Pongo 4 o 5 millones para empezar a operar. A los 10 minutos me llamaron todos los tipos grandes del mundo de los negocios. A la semana, ya me estoy codeando con ministros, porque me invitaron al hotel Alvear a una recepción, voy a los cócteles de las embajadas, voy al club de golf de San Isidro, salgo a navegar, porque tengo plata no me muevo con cualquiera.

“Al rato ya estoy almorzando en la Casa Rosada. No digo nada de lo que hago. Digo que me interesaría hacer un centro comercial, a lo mejor un restaurante. Entonces un secretario de un secretario hace unas llamadas y dice mirá, está fulano de tal, quiere invertir. Y se abren todas las puertas. Apenas pasó un mes.

“La prensa no sabe nada, a este nivel mi cara no existe. Entonces me establezco y llego cada tanto con millones de pesos e invierto. Entonces supongamos que un miembro de mi organización se manda una macana y lo agarran. ¿A dónde va dirigida mi primera llamada? Che, fulanito, estoy preocupado, yo tengo mucho dinero invertido en el país. No te preocupes, Abel, yo te lo arreglo. Entonces, ¿a quién llama? ¿Quién es el juez que lleva la causa, o el fiscal, o el ministro? Entonces, a la media hora se acaba la causa.”

El Yomagate ya era historia. Después aparecieron los documentos de la DEA involucrando a Yabrán, Juncadella y al padre de Juan Carlos Romero en maniobras de narcotráfico y narcolavado. Después, las cajas del Senado norteamericano que comprometían a los bancos de Moneta. Después le congelaron una cuenta al principal asesor del entonces ministro Ramón Ortega, porque la usaba el cartel de Juárez para invertir en Argentina, Uruguay y Chile. Después Mariano Perel contó en su testamento post-mortem cómo era la doble contabilidad del Banco Mercurio.

Mientras tanto la DEA sellaba la frontera boliviana para impedir la entrada de los precursores químicos usados en la fabricación de cocaína. Entonces los laboratorios se trasladaron a la Argentina y Brasil y desataron la epidemia de paco. Después se supo que el negocio pertenece a los narcos peruanos. Cosechan en Bolivia, cocinan en Salta y reparten en el Bajo Flores.

Ya en el 2001 Reynoso advertía que el Sedronar sólo servía de pantalla para los negocios de los narcos. “Lo mejor que podía haber hecho la Argentina es cerrar la secretaría. No tiene sentido que una misma dependencia se dedique a rehabilitar enfermos y a combatir a los cárteles de la droga. Por favor. La lucha contra el narcotráfico debería encararse desde la Secretaría de Seguridad, que es la que maneja la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura. Me parece bastante elemental.”

Pero el Sedronar siguió existiendo. En tiempos de De la Rúa, menos de 20 empleados eran los encargados de fiscalizar a las 4000 empresas que producen precursores químicos en el país, de las cuales sólo 2600 presentaban documentación al día. En el Sedronar no tenían software, ni analistas de inteligencia, ni estrategias ni prioridades. Sólo un cuarto lleno de pilas de formularios que nadie revisaba y un encargado, el ingeniero químico Ricardo Rodolfo López, que le dijo a este cronista que elegía “completamente al azar” las empresas que inspeccionaba. Nunca hizo una denuncia.

“La sola idea de que un grupo de agentes puede controlar el tráfico de precursores con inspecciones al voleo me parece irrisorio. A veces se elige investigar un universo enorme para que no se investigue absolutamente nada”, dijo entonces Stephen Walker, ex jefe de la oficina del FBI en Montevideo en los ’80.

Por esa época el Sedronar les quitó el derecho a exportar precursores a dos empresas argentinas cuando la Policía Aduanera detectó que los habían vendido a compradores bolivianos inexistentes. La Aduana había denunciado a las empresas en el fuero penal económico, pero el Sedronar le levantó la suspensión a una empresa al cabo de una semana y a la otra al cabo de un mes, mientras las causas se tramitaban en tribunales.

“Nosotros no tenemos ningún interés en que las empresas argentinas dejen de hacer ventas legales de precursores a Bolivia, porque si no Bolivia le va a comprar a otro país y nosotros nos perjudicamos”, explicó el comisionado López.

Después vino Duhalde. Durante muchos años el entonces senador provincial Horacio Román fue el nexo entre el duhaldismo y la policía bonaerense. Ahora los investigadores vinculan los negocios farmacéuticos de Román con el laboratorio de los mexicanos.

Mientras todo esto sucedía en la Argentina, Estados Unidos lanzaba una ofensiva contra el avance de la metaanfetamina. A partir del 2002 cerraron cientos de laboratorios clandestinos y pasaron leyes duras que limitan la tenencia de efedrina a nueve gramos por persona. Entonces el negocio se trasladó a México, donde los narcos empezaron a producir ice (hielo), una forma de metaanfetamina concentrada altamente adictiva.

Entre el 2003 y el 2005 la importaciones de efedrina a México se triplicaron. Durante ese período los secuestros de ice en la frontera y las internaciones por sobredosis de ice en Estados Unidos también se triplicaron. Entonces, a mediados del 2005, México empezó a controlar la entrada de efedrina en ese país. Para esa fecha dos importantes cadenas de farmacias mexicanas habían desembarcado en la Argentina con precios de oferta que sacudieron el mercado.

Después vinieron el triple crimen y el descubrimiento de un gran laboratorio del cartel mexicano más importante, el de Sinaloa, en Ingeniero Maschwitz. Después se conocieron los aportes de uno de los asesinados a la campaña de Cristina. Después se supo de las dos toneladas de efedrina proveniente de Argentina que aparecieron en el aeropuerto internacional de la capital mexicana. Entonces y sólo entonces el control de los precursores pasó al INTI, que no será un organismo de seguridad, pero al menos cuenta con más medios que el Sedronar para hacer el trabajo.

Pasaron once años desde que Reynoso habló de efedrina en la fundación Novum Millenium y muchas de sus profecías se fueron cumpliendo. Queda una, aunque sólo parece cuestión de tiempo: así como los laboratorios de cocaína eventualmente trajeron el paco, los de metaanfetamina prenuncian la llegada de la Era del Hielo. “Cuando los barrabravas empiecen a vender metaanfetamina y a crear zonas donde ellos controlen tanto la fabricación como la distribución, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos van a tener problemas”, avisaba el agente.

Después de irse de la DEA, Reynoso se ilusionó con volver a la Argentina. “Sé que tarde o temprano me van a venir a buscar”, dijo en Los Angeles. “Si no es con este gobierno, será con el que viene, o con el que venga después. Soy joven (46 años) y tengo tiempo.”

Fue la última entrevista que dio. Desde entonces desarrolla su otra vocación. A través de su página web, [email protected], les vende grabados del tipo superhéroes en acción a las agencias de seguridad y fuerzas armadas de los Estados Unidos.

Sus agentes y soldados de fantasía, siempre activos y decididos, aparecen pertrechados con armamento, uniformes, equipos y vehículos de última generación. Un escudo, una bandera, una imagen del Capitolio o de la Estatua de la Libertad los contiene desde el fondo del cuadro. En cada imagen al menos un personaje mira de frente, interpelando al espectador, como queriendo arrancarlo de su pasividad.

[email protected]

Compartir: 

Twitter

 
EL MUNDO
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.