Domingo, 17 de enero de 2010 | Hoy
EL MUNDO › UCRANIA
La incertidumbre se sentía en el aire ayer en Ucrania, en la víspera de una elección presidencial que se anunciaba decisiva para su relación con Europa y Rusia. Seis años después de la Revolución Naranja que sacó al país de la órbita moscovita, el péndulo político parece haber vuelto a inclinarse a favor de Viktor Yanukovich (foto), el mismo líder que orquestró el fraude electoral en 2004 que llevó al levantamiento popular pro-occidental. Sin embargo, el cambio aún no es contundente. Según las últimas encuestas, ni Yanukovich ni su rival, la actual primera dama Yulia Timoshenko, alcanzarían una mayoría suficiente para formar gobierno. Los sondeos le otorgan un 39 por ciento de los votos al primero y 23 por ciento a la segunda. A horas de la elección, al menos el 20 por ciento de los ucranianos seguía declarándose indeciso, dejando abierto el desenlace final. Los indecisos no sólo tendrán que decidirse entre la ya conocida división de pro-rusos y pro-europeos, sino que también tendrán en mente la galopante crisis económica a la hora de votar. Hace un año el país tuvo que pedir dinero al FMI y aún hoy sigue dependiendo de esos préstamos. “Todas las revoluciones decepcionan, pero ésta aún más que la mayoría”, aseguró Andrew Wilson, un analista que trabaja en el European Council on Foreign Relations, un instituto de investigación en Bruselas. “El nivel de las esperanzas vinculadas con el resultado de los comicios es espantosamente bajo. Nadie espera nada de nadie”, coincidió ayer la revista ucraniana Zerkalo Nedeli.
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