Domingo, 30 de enero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › REPORTAJE A LA PRESIDENTA BRASILEÑA ANTES DE SU VIAJE OFICIAL A BUENOS AIRES
Antes de la visita a Buenos Aires que desplegará mañana, la primera salida al exterior desde que asumió, Dilma Rousseff definió a la Argentina como un socio de alcance regional, prometió abrir Brasil a proveedores argentinos y dijo que “los derechos humanos no son negociables”.
Por Martín Granovsky
Desde Brasilia
De su primer mes de gobierno, que se cumplirá recién el martes, tiene un recuerdo bueno y uno malo. El bueno es el acto de asunción y que “los brasileños, tan afectuosos, te griten por la calle y te saluden como si fueran íntimos”. El malo es cuando, en Nova Friburgo, en las afueras de Río, se encontró con la desesperación de los familiares que habían perdido a algún pariente en los aluviones de barro que mataron a más de mil personas. A punto de viajar a Buenos Aires, la presidenta brasileña Dilma Rousseff explicó a tres periodistas argentinos qué quiere lograr con Cristina Fernández de Kirchner.
–Mi foco es el siguiente –dijo Dilma en una pequeña oficina del Planalto con vista a Brasilia–: una vez más, el gobierno brasileño asume con el gobierno argentino el compromiso de desarrollar una política conjunta y estratégica de desarrollo de la región. En nuestro caso pensamos que el desarrollo de Brasil debe beneficiar a la región entera.
El ejemplo que dio es un anuncio: “Vamos a encarar una estrategia muy fuerte para generar una política de proveedores del área del pré-sal”, las nuevas reservas petroleras que Brasil descubrió en los últimos años en profundidades de hasta siete mil metros en el Atlántico.
Rousseff historió que “hasta ahora tenemos una política que llamamos política de contenido nacional. Estamos pensando en una política de contenido regional, conjunta, con la Argentina. Estamos elaborando una agenda por la que la Argentina y Brasil, puesto que son países con grandes recursos alimentarios y también energéticos, puedan aumentar la agregación de valor y la generación de empleo en la región. Con la Argentina queremos una sociedad en el área de tecnología e innovación y una sociedad para el uso de tecnología nuclear con fines pacíficos”.
–¿Todo eso está en la agenda?
–Estoy dando un ejemplo de foco. Voy a subrayar la idea fundamental de una relación especial y estratégica con la Argentina. Dos presidentas mujeres constituyen un hecho para festejar, porque los dos mayores países del Cono Sur están dando una demostración de que sus sociedades evolucionaron en el sentido de superar el tradicional preconcepto que existía contra la mujer y en el sur del mundo. Y para mí también es bastante significativo que también en la misma región hayamos tenido ejemplos como la elección de un indio en Bolivia, de un metalúrgico antes de mí aquí, en Brasil. América latina está dando al mundo el ejemplo de que ciertos preconceptos, ciertas barreras económicas y sociales, están siendo superados. Esto representa una mayor democratización de nuestras sociedades y de nuestros países. La presencia de la mujer aquí abrirá también la posibilidad de que suceda lo mismo en otros países de América latina, como ocurrió con Michelle Bachelet en Chile.
–¿Qué tipo de contacto mantendrá con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner?
–Quiero tener una relación extremadamente estrecha con la presidenta Kirchner. Y la quiero en primer lugar porque Brasil y la Argentina son países que tienen responsabilidades ante el conjunto de América latina, en el sentido de hacer que nuestra región tenga cada vez más presencia en el escenario internacional. Brasil y la Argentina pueden hacerlo, y lo harán de manera más eficaz en la medida en que nuestras economías se articulen de la manera más estrecha, se desarrollen y creen lazos en los que ambos pueblos ganen con esa cercanía en materia de desarrollo económico, de desarrollo tecnológico y de mejora de las condiciones de vida de los pueblos brasileños y argentino. Además de eso (Cristina y yo) tenemos una cercanía facilitada por el hecho de que somos mujeres que representan a las dos grandes economías de la región. Esa presencia de Brasil y la Argentina articulados con líderes que son mujeres también permitirá una presencia mayor en los órganos de articulación internacional. Vean el G-20. O el G-77, donde la Argentina asumió el liderazgo. Ya viví varias experiencias (multilaterales). Destaco una: la reunión del clima. El hecho de que, en el G-77, la Argentina tenga esa posición de liderazgo, facilitará también la defensa de los intereses de los países del Sur. En la reunión del clima en Copenhague, Dinamarca, no teníamos presencia. Tener presencia significa, hoy, que se expresará de una forma más efectiva una parte de la visión sobre el desarrollo sustentable que impera en esta región.
Consultada sobre si Brasil ya tiene criterio formado sobre el reemplazo de Néstor Kirchner en la secretaría general de la Unión Sudamericana de Naciones, Unasur, Dilma dijo que los criterios son dos: rotación (lo dijo en su original portugués, “rodizio”) y mesa redonda, “donde no hay nadie en la punta”. De nombres, nada.
–También para Unasur es muy importante esa relación entre Brasil y la Argentina –opinó la presidenta–. Le voy a dar continuidad y voy a profundizar el compromiso brasileño, que asumimos de modo muy firme ya desde el gobierno de Lula. El destino de Brasil debe estar ligado y compartido con el resto de nuestra América, lo mismo que la mejora de las condiciones de vida de Brasil. Es un mundo globalizado. Dejó de ser básicamente un mundo con un polo o dos polos como máximo. Es un mundo más multilateral, y exige la formación de bloques regionales. Esa es la razón por la que, para mí, la relación con la Argentina es especial, estratégica. Por eso la Argentina es el primer país que visito. Es un país hermano de Brasil. No estoy desvalorizando a ningún otro. Pero hasta para los otros países es absolutamente importante que Brasil y la Argentina estén juntos. No es una relación de hegemonía la que Brasil y la Argentina se proponen en relación con el resto de América latina. Podemos liderar por nuestro tamaño y por nuestro nivel de desarrollo económico.
–¿Cómo funcionará la incorporación de Venezuela al Mercosur?
–Para nuestro bloque es muy importante que entren otros países porque cambia el nivel del Mercosur. Venezuela es un gran productor de petróleo y gas. Tiene mucho que ganar entrando al Mercosur, y nosotros con su presencia.
En toda la entrevista Rousseff enalteció la consolidación del poder regional dentro del multilateralismo creciente en el mundo.
–¿Cómo se planta Brasil frente a actores de primer nivel como los Estados Unidos o China en la discusión económica mundial?
–Es público y notorio que Brasil y la Argentina sufren –lo sufren todos los países emergentes– las consecuencias de la política de devaluación practicada por los países en cuestión, por los dos grandes países del mundo. Me parece que nuestra posición en el G-20 tendrá que ser cada vez más de reacción contra esas devaluaciones que siempre condujeron a situaciones complicadas en el mundo. Hablo de las llamadas “devaluaciones competitivas”. Yo devalúo para competir con vos. Esa política condujo a varias crisis económicas, y a disputas políticas y económicas. No es buena política ni para la Argentina, ni para Brasil ni para ningún país emergente. Deberían pensarlo los Estados Unidos, que detentan la moneda que es reserva de valor. Hoy Brasil tiene 288 mil millones de dólares en reservas. Para nosotros también es muy importante que no haya una pérdida de valor. Que pierda valor la moneda que es reserva de valor es una contradicción. A la vez, no podemos aceptar políticas de dumping, mecanismos de competencia inadecuados que no se basen en prácticas transparentes. Los países tienen que reaccionar ante eso. También sabemos que el proteccionismo, en el mundo, no lleva a nada bueno. Las pérdidas no terminan limitándose a aquel del cual uno se defiende sino que se desparraman por todo el sistema.
–En la Argentina hay mucha inquietud y preocupación por una devaluación del real. ¿Se puede afirmar que eso no pasará?
–En el mundo nadie puede afirmar eso. Pero nosotros conseguimos, en los últimos tiempos, mantener el dólar dentro de una banda de flotación de entre 1,6 y 1,7 reales por dólar. Por eso es que los organismos multilaterales son tan importantes para discutir ese tema en el que los países desarrollados deben asumir su responsabilidad.
Dilma Rousseff se pronunció en contra de la lapidación de la iraní Sakineh Mohammadi y mencionó varias veces la expresión “derechos humanos” en sus discursos.
–¿Qué traducción tendrán los derechos humanos en la política exterior brasileña?
–Hasta tuve una pequeña divergencia con Itamaraty. No voy a negociar derechos humanos, es decir que no haré concesiones en ese tema. Pero los derechos humanos no pueden limitarse a un país o a una región. Esa es una falacia. Tenemos que observar los derechos humanos en nuestro país y en todos los países. No se puede ver sólo la paja en el ojo del vecino porque, en el caso de los países desarrollados, ya tuvimos episodios terribles: Abu Ghraib, Guantánamo. Y también considero que apedrear a una mujer no es algo adecuado.
Tras mencionar la prisión que los Estados Unidos controlan en Irak y la que conservan en territorio cubano, ambas cuestionadas por violaciones a los derechos humanos, Dilma dijo que “tener una posición firme en derechos humanos no es simplemente levantar el dedo contra un país y señalar que ese país no los respeta”. Y agregó que, “como dice la Biblia, es bueno mirar la paja en nuestro ojo”.
–La lapidación es una forma de pena de muerte.
–Y yo estoy en contra. Pero no quiero que se usen los derechos humanos como instrumento político. No voy a defender a los que sean acusados y violen los derechos humanos, pero tampoco soy ingenua cuando se hace política con los derechos humanos.
–¿Qué opina de la situación en Cuba?
–Con la liberación de prisioneros, Cuba dio un paso adelante en derechos humanos. Pero hay que respetar los tiempos de ellos. La política se hace en condiciones de determinada temporalidad. Visto en el tiempo, en Cuba hay un proceso de transformación.
Fiel a los dos verbos que repite en relación con los ocho años de Lula, continuar y profundizar, dijo la presidenta que en Brasil “todavía tenemos unos 15 millones de miserables. Hay que enfrentar ese problema sin permitir que caiga el nivel de vida de los demás, de los que ascendieron a las clases medias. En los últimos ocho años se produjo una revolución. Conseguimos sacar de la pobreza y que llegaran a la clase media unos 37 o 38 millones de brasileños, si se consideran los datos, aún no totalmente cerrados, de 2010. Debemos continuar ese proceso de elevación del nivel de vida la población brasileña. Por lo tanto, debemos mantener, también, el nivel de crecimiento económico para garantizar empleo para todos los brasileños en condiciones de trabajar. No se trata sólo de transferir renta, como el programa Bolsa Familia, sino de generar millones de empleos. Sin eso, un país como Brasil no conseguirá hacer frente a los desafíos”.
En la entrevista, la presidenta brasileña prometió mejorar los sistemas de alerta y tenerlos en funcionamiento en un año más. “No se pueden evitar las lluvias, pero se puede prevenir la situación de los que viven en la orilla de un río”, dijo, y subrayó que “fueron 500 años de abandono de la población brasileña”. Ese abandono a que el Estado sometió a los brasileños hizo que cientos de miles fueran a vivir al fondo de un valle inundable, a un morro que se puede desmoronar o a una zona geológicamente peligrosa.
También admitió que podía llegar a revisar el sistema de gestión de aeropuertos, incluso incorporando formas de sociedad con empresas privadas, pero no endiosó ningún método. Incluso, consultada por el grado de apego de Brasil al cumplimiento de los contratos, fue sutil:
–Es fundamental cumplir los contratos para contar con un marco regulatorio estable. Había contratos con cuyos términos no estábamos de acuerdo, inclusive, pero los mantuvimos porque implicaba respetar la institucionalidad del país. Hoy muchos de esos contratos están venciendo y entonces los cambiamos. Después del vencimiento. Eso es lo más eficaz. A no ser que alguien quiera negociar... Cada país tiene sus problemas, sus condiciones históricas y sus explicaciones. En Brasil pasamos por un proceso. Nos llevó muchos años llegar a la madurez. Los países más estables del mundo, como el Reino Unido, cuando piensan que un contrato quedó desequilibrado contra el consumidor, económica y financieramente, llaman a una audiencia pública y cambian los términos del contrato. Lo hicieron con el sector eléctrico. Por eso digo que cada país tiene su proceso diferente de construcción de institucionalidad. La naturaleza de algunos sistemas puede llevar a que se alteren las condiciones del contrato. ¿Qué pasó en el Reino Unido con los contratos de energía eléctrica? Sacaron la conclusión de que la rentabilidad obtenida por los grandes productores de energía era excesiva. Demasiado lucro. ¿Qué hicieron? Cambiaron las condiciones establecidas por el contrato sobre cómo serían transferidas a los consumidores las ganancias obtenidas de la productividad. Llegaron a inventar un factor, llamado Factor X, para transferir esas ganancias hacia los consumidores. No me acuerdo de la fecha exacta, pero debe haber sido en la segunda mitad de los años ’90. El Reino Unido fue el gran introductor de las agencias regulatorias. Por eso no se pueden hacer lecturas lineales. Di el ejemplo del Reino Unido porque ellos son, digamos, el país de los órganos reguladores. La situación de Brasil es distinta. Cambiamos el sistema por ley –por ley se puede cambiar– y por ley concretamos una reforma del sector eléctrico. Cuando descubrimos el pré-sal, Brasil se regía por el sistema de concesión. Terminamos con ese sistema, porque era un absurdo. Decía el proyecto de ley: “De hoy en adelante, el petróleo que fue descubierto allá abajo es de la Unión (es federal), llegue donde llegue aquí arriba”. El sistema de concesión establecía que cuando el petróleo salía a la superficie pertenecía a quien lo había descubierto. Brasil está saliendo de un proceso perverso: con sus riquezas y su población, era uno de los países más desiguales del mundo.
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