Domingo, 13 de mayo de 2012 | Hoy
EL MUNDO › EMOTIVA CEREMONIA EN EL VELATORIO DEL MAESTRO DESAPARECIDO
Centenares de funcionarios, legisladores y estudiantes le dieron el último adiós al venerado maestro, uno de los desaparecidos más reconocidos de la dictadura uruguaya. Sus restos fueron hallados el 21 de octubre en un cuartel del Ejército.
El velorio de Castro, maestro rural, periodista y activista por la educación y uno de los desaparecidos más reconocidos del período dictatorial en Uruguay (1973-1985) por su labor opositora constante hasta su desaparición, se realizó anteayer en la sede del Museo Pedagógico de Montevideo, en homenaje a su figura como profesor y estudioso de la educación. Centenares de ciudadanos y representantes de la clase política uruguaya acudieron al velatorio del maestro Julio Castro, desaparecido por la dictadura uruguaya en 1977 y cuyos restos con signos de tortura fueron hallados el año pasado.
Allí, la pequeña urna que contenía sus restos fue escoltada por familiares y amigos; las visitas no portaron flores a pedido expreso de la familia, que a cambio pidió donaciones para una escuela pública del interior del país. Uno de los primeros en acudir fue el ministro de Educación del Gobierno de José Mujica, Ricardo Ehrlich, quien destacó el acto como un “momento de recogimiento y dolor compartido, totalmente ciudadano”.
Para Ehrlich, la gran asistencia de público al velorio se debe a que Castro fue un referente para la educación uruguaya al que las circunstancias de su muerte le dan una significación particular. “Un hombre de la educación ejecutado por la dictadura es una herida profunda para la sociedad”, señaló el ministro. “Seguimos teniendo heridas abiertas muy fuertes y hay dolores que nos acompañan como sociedad y seguimos buscando cerrarlas, creo que lo que nos convoca hoy es eso, que nos revive los dolores y los desafíos que tenemos como sociedad”, agregó.
También se hicieron presentes el ministro Daniel Olesker, los legisladores Mónica Xavier Doreen Ibarra y Fernando Amado, los integrantes del recientemente formado Instituto Nacional de Derechos Humanos Mirtha Guianza y Juan Raúl Ferreira, y, en nombre del presidente Mujica, el prosecretario de la presidencia Alberto Breccia.
Ferreira fue quien denunció el caso de Castro ante la Organización de Estados Americanos. Castro fue el primer maestro desaparecido en América latina reconocido como tal. Desde que lo mataron, el maestro está predestinado a seguir dando lecciones. “Es tremendo presenciar el velatorio de una persona desaparecida por tantos años y que en la sencillez de su féretro estén las tres fechas: nacimiento, muerte y aparición,” declaró el funcionario al diario uruguayo La República.
Entre los asistentes destacó la presencia de numerosos jóvenes, como el estudiante de sociología Matías Fantoni, que reconoció que acudió a rendir homenaje al maestro por el significado de su persona. “Representa, al ser uno de los pocos desaparecidos recuperados, la memoria que no calla”, señaló el estudiante uruguayo. “Uno viene no sólo porque hay que darle las gracias por lo que hizo, sino porque significa que es posible seguir buscando y que todavía podemos seguir con la causa”, dijo Fantoni.
Los restos de Castro fueron hallados el pasado 21 de octubre en un cuartel del Ejército a las afueras de Montevideo, en donde se realizaban excavaciones en busca de desaparecidos. Poco después se reveló que el cadáver de Castro presentaba signos de tortura, como una costilla rota y marcas de haber tenido atadas las manos y los pies con alambre, así como de haber recibido un disparo en la cabeza.
“Estaba en una fosa excavada en la roca y rellena de cal, portaba aún ropa, zapatos, medias, pullover, cinturón y abrigo y se localizó en un bolsillo de la camisa una moneda de 20 nuevos pesos, que se usaba entre los años ’70 y ’80”, ilustró el antropólogo José López Mazz, encargado de la recuperación del cadáver.
Según la Comisión para la Paz, la dictadura en Uruguay dejó 38 desaparecidos, aunque en Argentina se denunciaron otras 182 desapariciones de ciudadanos uruguayos; en Chile, ocho; en Paraguay, dos, y en Brasil, una. El caso de Castro fue reabierto en 2010 después de que el actual presidente lo excluyera de la Ley de Caducidad, aprobada en 1986 y ratificada en dos referendos en 1989 y 2009, y que dejó impunes los crímenes de la dictadura.
Tras conocerse los detalles de la muerte de Castro, el comandante en jefe del Ejército, el general Pedro Aguerre, realizó un inesperado anuncio en el que señaló que la institución “no encubrirá a homicidas o delincuentes en sus filas”, ni permitirá la existencia de un “pacto de silencio” que evite hablar de lo sucedido entonces.
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