EL MUNDO

La paz en Colombia

Por estas horas comienzan las negociaciones por la paz entre el gobierno colombiano encabezado por Juan Manuel Santos y las FARC. Será un proceso largo, de avances y retrocesos, pero existe la convicción, en la multiplicidad de actores externos e internos involucrados, que esta vez el conflicto armado puede llegar definitivamente a su fin.

La hoja de ruta incluye básicamente dos temas: el desarrollo rural con el acceso a la tierra y la garantía a los grupos armados de su reinserción en la vida política para evitar lo que sucedió en la década de los ’90 con la Unión Patriótica y el asesinato masivo de sus militantes. El primero de ellos, ligado a la distribución de la riqueza, es el eje central del debate y el origen de un conflicto –si bien acotado– que ya lleva 50 años. El rol y la situación del campesinado vuelve a estar, recurrentemente, en el centro de la escena.

No estarán tampoco fuera de temario las características del desarme y el tema de la producción y venta de narcóticos.

Este proceso es un mérito de la construcción política que ha encarado la región y que institucionalmente se ha expresado con la Unasur. Como parte del mismo deberían resaltarse, aún más, la gestión de Néstor Kirchner, quien en diciembre de 2007 se internó en la selva para lograr la liberación de rehenes y en octubre de 2010, literalmente, evitó la guerra entre Colombia y Venezuela, dos de las naciones con los ejércitos más desarrollados de América del Sur.

Todos estos esfuerzos formaron parte de una estrategia mayor que impidió golpes de Estado y consolidó el sistema democrático. El levantamiento de la policía en Ecuador y la última elección en Venezuela son dos buenos ejemplos de cada uno de estos elementos.

Como ocurre en cada lugar del planeta en donde se intenta construir la paz, luego de años de enfrentamientos y miles de muertos, habrá quienes apostarán fuertemente para que la convivencia y el consenso se logren y estarán los otros, que buscarán excusas y tratarán de sabotear los logros que se vayan consiguiendo.

Estas actitudes e intereses en pugna están en un contexto donde los sectores de poder en el mundo (del cual no es ajena la industria armamentista norteamericana) avanzan con la instalación de bases militares en el continente y la elaboración de políticas de intromisión como el Plan Colombia (advertida por Brasil en innumerables oportunidades), para desestabilizar los esfuerzos que hoy se están haciendo en el país gobernado por el presidente Santos.

Como ocurriera días pasados con el triunfo de Chávez en la República Bolivariana de Venezuela, la causa latinoamericana se expresa y se juega claramente en esta negociación.

No es menor ni casual, entonces, el hecho de que de los cuatro países que dan contención a esta iniciativa, Cuba, Chile, Venezuela y Noruega, tres sean sudamericanos. Es decir existe un actor colectivo, ya no gestiones aisladas o bilaterales.

Habrá que seguir con atención el juego de cada espacio político, los posicionamientos ante los temas que se debatan, las intencionalidades por construir consensos y los que definitivamente apuestan a una Patria Grande dividida y debilitada.

Resulta necesario, por lo tanto, definir cuáles serán las acciones que desde el campo nacional y popular, desde las organizaciones sociales y los partidos políticos de cada nación y de conjunto, se realizarán para que esta iniciativa no vuelva a fracasar como ya lo hiciera en el pasado.

Esta es la tarea y el desafío.

* Presidente del Centro de Estudios del Sur.

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