Domingo, 3 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › EL TERRORISMO FINANCIERO BUSCA DERROCAR A DILMA EN BRASIL
De nada sirven los datos oficiales, que en Brasil son creíbles, indicando que sí existe presión, pero que la inflación está bajo control. Cuando el escenario es positivo para Dilma Rousseff, las acciones bursátiles se desploman.
Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
A veces –ahora, por ejemplo– me pregunto dónde diablos fue a parar la famosa alegría permanente de los brasileños. En pocas ocasiones se vivió, como ahora, bajo la presión permanente de las fuentes que chorrean pesimismo. Basta con recordar qué pasó en las vísperas del Mundial de fútbol: se auguraba algo que oscilaba entre una catástrofe y un colapso y ocurrió exactamente lo contrario: todo funcionó bien (excepto, es verdad, la selección). Ahora, el blanco del pesimismo es otro: el escenario político y económico. El objetivo, tanto en un caso como en otro, es el mismo: derrotar a Dilma Rousseff.
Esta semana, y por novena vez seguida, el sondeo que el Banco Central lleva a cabo junto a las instituciones financieras brasileñas indica una proyección negativa para la economía. Ahora, dicen los analistas y agentes del mercado, la previsión para el crecimiento del PIB del país en 2014 es de 0,9 por ciento. Con idéntica insistencia se golpea la tecla de la inflación. De nada sirven los datos oficiales, que en Brasil son creíbles, indicando que sí existe presión, pero que la inflación está bajo control y que cerraremos el año dentro de la meta. Cercano al tope, es verdad, pero cumpliendo.
Se sabe que las instituciones financieras gastan océanos de dinero encargando sondeos electorales reservados, o sea, cuyos resultados no son divulgados a la opinión pública. Y que con base en esos sondeos la banca anticipa a los que, debidamente registrados junto a la justicia electoral, sí tienen sus conclusiones divulgadas. Cuando la presidenta Dilma Rousseff, candidata a reelegirse, sube o se estabiliza o cae, según el caso, la gran banca y los grandes especuladores entran en un frenético ritmo de compra y venta de papeles. Así, dejan claro que con un escenario positivo para Dilma, las acciones se desploman. Y cuando ese escenario se complica para la presidenta candidata, suben.
Esa clase de maniobra no es propiamente una novedad. En 2002, el Goldman Sachs alcanzó niveles olímpicos de manipulación al crear el “Lulómetro”, que medía, a cada subida de Lula da Silva en los sondeos, cuánto se devaluaría el real frente al dólar. Y así mucha gente ganó toneladas de dinero especulando con el cambio. Perdón: mucha gente, no. Muchos banqueros.
Ahora, con Dilma la campaña se extiende de manera insólita. De un lado, los medios hegemónicos de comunicación haciendo malabarismos formidables para demostrar un caos económico, una inflación galopante, un desastre interminable en la gestión nacional. De otro, el terrorismo financiero del mercado. Resultado: tensión y pesimismo en el electorado.
A todo eso se suma un brote de polarización entre los que están a favor y los que están contra Dilma, Lula y el PT. Eso se nota claramente en dos importantes provincias, San Pablo y Minas Gerais. No por coincidencia, provincias muy ricas y conservadoras. En San Pablo, que reúne 23 por ciento del electorado, Dilma tiene, acorde con los sondeos, 30 por ciento de intención de voto, y Aecio, 25 por ciento, pero con tendencia a crecer. En Minas Gerais, provincia natal de los dos, Aecio aparece con 41 por ciento de votos y Dilma, 31. En Río, que tiene 9 por ciento del total de electores brasileños, la ventaja de la presidenta sobre su adversario más directo es impactante: 35 por ciento frente a 15 de Neves. La cuestión ahora, para Dilma, es fortalecerse en otras regiones del país. Y para la oposición, debilitarla al máximo.
Y es en este punto que se destacan el empresariado y la banca. En julio, primer mes oficial de campaña, Aecio Neves logró recaudar 10 millones de reales, unos 4 millones 500 mil dólares. Dilma, poco más de 9 millones de reales, es decir, 4 millones.
Claro que frente a la previsión de gastos de campaña de los dos –290 millones de reales cada uno, unos 135 millones de dólares–, son volúmenes insignificantes. Pero es muy significante que Dilma haya logrado, en este primer mes, el mismo dinero logrado en este período de la campaña de 2010 que la eligió, mientras que el candidato actual del PSDB haya doblado el volumen captado hace cuatro años por el frustrado José Serra.
A todo eso se suma algo muy grave en la escalada financiera que, en última instancia, no tiene como blanco solamente a Dilma, pues afecta a todo el país. Ahora en julio el Santander, que tiene a Brasil como su principal fuente de lucro (superando con creces a la España matriz), distribuyó a sus clientes de alta renta un análisis que dice claramente, y por escrito, lo que se rumorea en el mercado financiero: si la candidatura de Dilma se estabiliza o vuelve a crecer, el escenario económico sufrirá “una reversión”, con alza en las tasas de interés, caída en la Bolsa de Valores y devaluación del real.
El texto es de un atrevimiento inadmisible, dijo Dilma con razón. No se ocupa de prever qué pasaría en caso de que uno de los dos adversarios saliera victorioso en octubre. No se trata, pues, de un análisis del escenario económico, sino de una pieza de campaña política. De una clara muestra de hasta qué punto puede llegar el terrorismo financiero que actúa en Brasil.
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