Domingo, 5 de octubre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Emir Sader
Las elecciones en Brasil se resumen en un referendo sobre si el pais ha ingresado en un buen camino a partir del gobierno de Lula, en 2003, o si está en un camino equivocado y debe cambiar de rumbo de forma radical e inmediata. La primera alternativa encuentra tan solamente en Dilma Rousseff su expresión, para quien hay que mejorar y profundizar las trasformaciones realizadas por los gobiernos de Lula y el suyo. Para todos los otros –candidatos de derecha o de extrema izquierda–, habría que dar vuelcos drásticos en la política brasileña.
Después de idas y vueltas es como si el campo electoral retornara a su inicio, con el favoritismo de Dilma y –ésta es la única novedad– la disputa entre los dos principales candidatos de la derecha –Aécio Neves y Marina Silva– por el segundo puesto. Cambió la forma del enfrentamiento, conforme Marina se proyectó, en un momento, como el principal candidato de la oposición, defendiendo una plataforma claramente neoliberal, idéntica, en lo esencial, a la de Aécio Neves. Se mantuvo, por lo tanto, el choque entre un proyecto neoliberal y uno posneoliberal.
Después de ser también afectada por el impresionante lanzamiento de la campaña de Marina, durante alrededor de un mes, desde el sospechoso accidente aéreo del 13 de agosto, Dilma recuperó sus niveles de apoyo anteriores y hasta los ha superado, liderando en cada una de las cinco regiones del pais. Marina, después de pasar de un nivel muy bajo de rechazo –cuando heredó el grueso de los votos anti-PT de Aécio– a más del doble en ese renglón, paró de aumentar su apoyo y empezó un no menos impresionante declive, que la hace disputar el segundo lugar con Aécio.
Porque la campaña se encaminaba hacia una victoria de Dilma en la primera vuelta, cuando se dio el accidente aéreo. Inmediatamente la derecha, que venía apoyando a Aécio, volcó sus votos hacia Marina, que parecía avanzar de forma indetenible. Marina correspondió a ese movimiento y difundió principios netamente neoliberales que orientarían su campaña, y formó un equipo con una fisonomía acorde con esos principios. Reveló que su “educadora” –en sus palabras– es simplemente la heredera del Banco Itaú, uno de los dos bancos privados más grandes de Brasil, que fue quien anunció el planteo de un Banco Central independiente de parte de Marina.
La candidatura de Aécio bajó a índices insignificantes, con su caudal de votos transferido hacia Marina, con la derecha apostando fuertemente a ella. La campaña de Dilma, recobrada del golpe, retomó iniciativa, buscando desenmascarar el sentido de la candidatura de Marina, de sus planteos de una “nueva política” más allá de la izquierda y la derecha, de que gobernaría “con los mejores” de cada partido, etc., etc.
El discurso de Marina no tardó en encontrar eco en los lobbies mediáticos internacionales, así como en el mismo Estados Unidos, que inmediatamente erigieron a Marina como su candidata, aparentemente imbatible. La contraofensiva de Dilma no tardó en tener sus efectos. Se empezó a demostrar el carácter neoliberal de la candidatura de Marina, que vendía una imagen que no correspondía a la realidad, que se aliaba con los peores tipos de la vieja política, que sus planteaba significarían alinear al gobierno con los bancos privados y a Brasil con EE.UU. en el plano externo. Que Marina no sólo es incoherente, sino contradictoria e incapaz de marcar una dirección política para el pais.
No tardó mucho para que Marina parara de crecer y empezara a caer, mientras Dilma volvía a aumentar sus apoyos. En cierto momento Marina había alcanzado, según las encuestas, a tener 10 puntos de ventaja sobre Dilma en la segunda vuelta. A partir de ahí su crecimiento se frenó, sus niveles de rechazo fueron aumentando, su candidatura perdió la iniciativa y tuvo que dedicarse a contestar las acusaciones, quedando en la defensiva.
El escenario en que se llega al final de la primera vuelta es el de una amplia ventaja de Dilma –alrededor de un 15 por ciento de las preferencias–, de por lo menos 4 o 5 puntos, llegando a 9 o 10, en la segunda vuelta, con la tendencia de Dilma creciendo –ya está liderando incluso entre los jóvenes y reforzando su liderazgo de siempre entre los más pobres y en las regiones nordeste y norte del país.
Con la caída acentuada de Marina, vuelve Aécio a disputarle el segundo lugar. No queda claro si Dilma puede triunfar en primera vuelta, ni contra quién pelearía en la segunda vuelta, en caso de que ésta sea necesaria. Lo que es cierto es que, a pesar de la suma de por lo menos una parte de los votos de Marina y Aécio en segunda vuelta, Dilma es favorita para ganar.
En ese caso, triunfaría el modelo de desarrollo económico con distribución de renta implementado por Lula y continuado por Dilma, así como la política internacional actual de Brasil, completando por lo menos 16 años de gobierno del PT, el ciclo más largo de gobierno dirigido por una misma fuerza política, en democracia. El fantasma que maneja la derecha, además de una cuarta derrota consecutiva, es el del retorno de Lula en el 2018, incluso para más de un mandato, completando casi un cuarto de siglo de gobiernos del PT.
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