Domingo, 6 de marzo de 2016 | Hoy
EL MUNDO › KAGARLITSKY, DIRECTOR DEL INSTITUTO DE GLOBALIZACION Y MOVIMIENTOS SOCIALES DE MOSCU
Para el reconocido analista ruso, la izquierda falló en entender los cambios de los últimos 30 años, cambios que no necesariamente eran negativos, como el surgir de las nuevas clases medias y el debilitamiento de la clase obrera.
Por Agustín Fontenla
Desde Moscú
Boris Kagarlitsky recibe a Página/12 en un edificio de pequeños apartamentos de paredes descascaradas y puertas desvencijadas, el rostro más usual de los edificios construidos en la época soviética, en la capital rusa. Allí se encuentra el Instituto de Globalización y Movimientos Sociales, que él dirige. Además realiza actividades en el Instituto Transnacional; es cofundador del Partido del Trabajo, y fue investigador en el Instituto de Estudios Políticos Comparativos de la Academia Rusa de Ciencias, además de ser autor de numerosos libros.
En los últimos dos años, participó en diferentes foros de debates: en Atenas, cuando el gobierno izquierdista de Syriza realizó un referéndum sobre su deuda externa; en Nueva York, en donde dio una clase en el mismo sitio y día que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, daba una conferencia; en Yalta, donde la izquierda ucraniana debatía cómo salir del embrollo en la región del Donbás, y en la ciudad rusa de Ufá, adonde el actual líder del partido laborista británico, Jeremy Corbyn, a quien conoció hace algunos años, le prometió asistir si no ocurría nada importante, sin embargo sucedió que resultó elegido para liderar su formación.
“En los últimos 30 años, la historia de la izquierda está relacionada con la frustración, el tremendo desastre, y la desmoralización que, técnicamente, provocó el colapso de la Unión Soviética”, sostiene Kagarlitsky. Sin embargo, precisa que la izquierda en Occidente ya tenía problemas: “Falló en entender los cambios que estaban sucediendo; cambios que no necesariamente eran negativos para la izquierda, como el crecimiento de las nuevas clases medias, el debilitamiento de la clase obrera, el advenimiento de nuevas tecnologías, y nuevas burguesías. No estaba preparada para un ataque a gran escala por parte del neoliberalismo. El problema es que la izquierda se volvió conservadora, su estrategia se basó en la defensa del Estado de Bienestar, en vez de pensar en nuevos proyectos”.
–¿Y más cerca a nuestros días?
–En los años 2000, comenzó a recuperarse con nuevos movimientos de izquierda, y nuevas generaciones de activistas, pero no había conceptos políticos alternativos. Irónicamente, se presentaban como un paso adelante tras el marxismo clásico, y describían como un logro el hecho de contar con distintas minorías, el feminismo, nuevas utopías y visiones, pero en realidad estaban regresando al premarxismo, que refleja la declinación de la izquierda, la declinación de las bases sociales. La fragmentación es un tremendo desastre. La izquierda no combatía el poder. Se perdió el gusto por el poder. Estuvimos tan preocupados con la idea de no ser estalinistas que todos se movieron en dos extremos opuestos: eran estalinistas, en el sentido de querer centralizar y controlar todo, e imponerte sobre los demás, y esto es malo, o bien se movieron al extremo, y se dejó de hablar de cómo usar el poder del Estado para lograr ciertos objetivos.
–¿También en América latina?
–En América latina, sí se combatió el poder, pero como un elemento de los populismos. La izquierda fue el componente intelectual, y funcionó en un primer momento pero les faltó profundidad o encontraron resistencia, como sucedió en Venezuela, donde hubo una gran resistencia de la burocracia del Estado y otros sectores. Quizás ahora el chavismo haga una segunda lectura por haber dejado ir a los consejeros de izquierda y a los sindicatos. Se perdió completamente el momento de transformar el movimiento. Hubo un progreso real pero en vez de transformar la sociedad, redistribuyeron los recursos de forma muy paternalista.
–¿Y en Europa?
–Lo que está sucediendo en Europa ahora es la latinoamericanización de la política. Debido a las nuevas reformas liberales y a la descomposición social, están surgiendo movimientos populistas sin una estrategia clara, y que mezclan elementos de izquierda y de derecha. El Frente Nacional de Marine Le Pen es un animal muy extraño. Está generalmente identificado desde la izquierda como un partido de derecha. Pero eso es un gran error. Nunca han leído sus textos. Yo los leí y lo primero que encontrarás es que “representan el estilo de propaganda de la izquierda. Si miras a los resultados de las recientes elecciones, árabes y negros están votando masivamente a Le Front National, porque la propaganda que utilizan es: si quieren mejorar su vida (los inmigrantes de primera y segunda generación), entonces debemos impedir que sigan llegando inmigrantes. Marine Le Pen logró presentarse como la defensora de los desprotegidos... En América latina lo entenderán bien porque allí hubo movimientos que integraron elementos de izquierda y de derecha, tal como sucedió con el peronismo”.
–¿Cómo explica que el gobierno griego de Syriza haya llegado al Estado y con un fuerte apoyo popular pero no logre imponer sus políticas?
–No quisieron hacer nada. En un punto, tienes que hacer una decisión política, lo que significa romper ciertas reglas. No se trata de cuan radicales son tus objetivos o tu lengua, sino si puedes hacer un quiebre con las reglas actualmente fijadas y las obligaciones que tienes, y el riesgo que tomas para hacerlo. Su comportamiento estuvo basado en la lógica de minimizar los riesgos. Tsipras podrá decir que mantiene el control del Estado, pero para la izquierda europea, Syriza falló.
–¿Cómo describiría la situación política en Rusia, en el contexto de la crisis económica?
–Hace poco estuve en Voronezh (capital de una región en el centro de la parte europea de Rusia), hablando con la burocracia local y ellos dicen suficiente es suficiente, las regiones se están ahogando. Se está destruyendo todo el potencial para desarrollarlas por culpa de las políticas de austeridad, por la reforma educativa y por quitar los incentivos. Las primeras víctimas conscientes de la austeridad no son la gente pobre sino los burócratas, y aquellos que controlan las regiones y que tratan de que no se desmorone todo. Los primeros que empezarán la rebelión no son los pobres del fondo, que sufren económicamente pero no sabe bien que está sucediendo. Será más como en las revoluciones de la edad media: el rey, Putin, está bien, pero queremos que todo lo demás cambie.
–¿Qué se puede esperar de las elecciones presidenciales el año que viene?
–Hablan del 2017 como si fuera a suceder lo mismo que en 1917, pero yo pensaría más en el ejemplo la revolución francesa. La sociedad está muy fragmentada, con movimientos populares, estructuras débiles, entonces lo que hay que hacer es juntarlos, y aprender de la experiencia de las revoluciones previas y de la experiencia de los momentos previos. Alguien tendrá el coraje y la determinación suficientes para romper los límites, y cuando un país, un grupo o una persona lo haga y obtenga algún tipo de éxito, entonces otros seguirán el ejemplo.
–Siempre se apunta a Rusia por la persecución a minorías sexuales. ¿Cuál es la situación actual?
–Las generaciones educadas en el modernismo cultural de la Unión Soviética son más progresista que las nuevas generaciones, educadas a través de la Iglesia Ortodoxa y la propaganda rusa. Pero si nos fijamos en las acciones, y no en las declaraciones, es muy diferente. Si preguntas a alguien si las mujeres deben quedarse en casa cuidando a los niños, dirán que sí. Pero si luego le preguntas, ¿tú te quedas en tu casa cuidando a los niños?. No, tengo que trabajar. Es sólo hipocresía.
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