Viernes, 5 de agosto de 2016 | Hoy
EL MUNDO › AMNISTIA INTERNACIONAL DENUNCIO EL AUMENTO DE LOS ASESINATOS POLICIALES COMO UNA POLITICA DELIBERADA
Los contrastes se agravaron en las últimas semanas a medida que tanquetas militares y helicópteros artillados redoblaron su presencia en los barrios periféricos. El retorno de los militares a los morros marca una nueva fase en la lucha contra los narcos y los pobres
Por Darío Pignotti
Desde Río de Janeiro
Orden, progreso y abucheos. Todo el mundo da por seguro, incluso el propio Michel Temer, que hoy habrá una silbatina de reprobación contra su gobierno durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. “Estoy preparadísimo” para recibir la repulsa del público reconoció el gobernante en ejercicio desde mayo pasado luego del putch parlamentario que expulsó del Palacio del Planalto a Dilma Rousseff, la presidenta electa sometida a un impeachment que se tramita en el Senado.
Unos 3 mil millones de telespectadores asistirán al show de esta noche en el Maracaná, en el que será montado un sistema de sonido para “disimular” los eventuales silbidos contra Temer, con el propósito de evitar el bochorno internacional, reveló el diario Folha.
A través de una mordaza desinformativa avalada por las empresas periodísticas, el nuevo sistema político insiste en mostrarse como “democrático” ante la opinión pública brasileña, pero será difícil que ese dispositivo logre engañar por completo a toda la prensa mundial.
Ni a la comunidad diplomática, donde ya están advertidos de las anomalías democráticas de las que adolece el Brasil post Dilma. Como lo indica el hecho de que menos de 50 presidentes y jefes de gobierno estarán este viernes en el palco oficial, menos de la mitad de los que participaron en la fiesta inicial de los Juegos de Londres de 2012. La mayoría de los presidentes latinoamericanos no viajará a Río, al igual que los líderes del grupo Brics, advertidos del nuevo rumbo que adoptó la política externa tras el desalojo de Dilma y el PT del gobierno.
Otro síntoma de la fractura institucional serán las ausencia seguras de Rousseff y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y los faltazos probables de sus colegas, Fernando Henrique Cardoso, José Sarney y Fernando Collor de Mello. Y más allá de lo que suceda dentro del Maracaná, fuera del estadio seguramente habrá actos de protesta.
Desde su última trinchera, el Palacio de Alvorada, Dilma instó a la militancia democrática a que salga a la calle para denunciar el impeachment horas antes de la fiesta que marcará el inicio de los Juegos en Río, hacia donde ayer viajaron miembros de varias organizaciones sociales.
“Vamos a tener un gran acto aquí, denunciando a todo el mundo el golpe” prometió ayer Marcelinho Rodrigues, de la Central Unica de los Trabajadores, frente al hotel cinco estrellas Copacabana Palace.
El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, dirigido por Guilherme Boulos, y los Campesinos Sin Tierra, coordinado por Joao Pedro Stédile, anunciaron protestas en la Ciudad Maravillosa y militarizada, ocupada por decenas de miles de efectivos del ejército y la policía prestos a cumplir la nueva Ley Antiterrorista, por la cual un manifestante provisto de un cóctel Molotov puede ser preso bajo el cargo de poner en riesgo la seguridad nacional.
Antes de viajar Río para pronunciar las palabras de apertura de los Juegos, Temer habló ante generales y almirantes a los que expresó su confianza, durante un discurso en el que enalteció la importancia de la “disciplina y la jerarquía”, como requisitos del nuevo orden autoritario en gestación. Y pronunció el lema “orden y progreso”, el eslogan que se repite en todos los anuncios oficiales sobre las Olimpíadas, evocando el lenguaje y los valores de la dictadura.
Estos juegos serán un momento fundacional de la nueva era política que se cristalizará con la probable destitución de Dilma.
En los años 70 el gobierno militar asociado a la cadena Globo desarrolló un sofisticada máquina de propaganda que sacó provecho de las gestas deportivas. “Brasil ámelo o déjelo” era una de las consignas propaladas para exaltar el patriotismo verde oliva a caballo de la Copa del Mundo conquistada por la selección de Pelé en México.
Ayer los jugadores de la selección china de básquet quedaron atrapados en un tiroteo en la zona norte de Río, donde continúa la guerra urbana entre los narcos, y la de éstos contra la policía, ahora apoyada por el ejército.
El retorno de las fuerzas armadas a los morros para garantizar la seguridad olímpica tal vez sea el preludio de una nueva fase de militarización de la guerra de baja intensidad contra los narcos, pero al mismo tiempo contra los cerca de 1,6 millones de pobres que habitan esas barriadas.
Los contrastes de Río de Janeiro se agravaron en las últimas semanas a medida que tanquetas militares y helicópteros artillados redoblaron su presencia en los barrios periféricos.
Un chico de seis años fue fotografiado esta semana mientras dormía en el patio de una vivienda humilde de la favela Complexo do Alemao, el único lugar relativamente seguro de la casa, ubicada en una zona donde hay enfrentamientos armados casi diariamente. La madre del chico y otros vecinos se quejaron de los ataques indiscriminados de las fuerzas de seguridad, mientras Amnistía Internacional denunció el aumento del 40 por ciento de asesinatos policiales, en lo que caracterizó como una política deliberada para imponer el terror antes de los Juegos.
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