EL MUNDO
La increíble y triste historia de la (no) liberación de dos rehenes
Desde hace semanas, la suerte de dos periodistas franceses capturados en Irak es objeto de vaivenes y especulaciones. Cada tanto se anuncia su liberación “inminente”, pero no son liberados. Esta nota cuenta la trama de intrigas y farsas que está detrás del asunto.
Por Eduardo Febbro
Página/12, en Francia
Desde París
La liberación de los dos periodistas franceses secuestrados en Irak hace 50 días por el grupo radical sunnita Ejército Islámico de Irak se ha convertido en una peligrosa trama para los dos hombres y en un escándalo político que salpicó al gobierno.
Christian Chesnot y Georges Malbrunot debieron recuperar la libertad hace menos de una semana, pero la patética intervención de un grupo de políticos y personalidades de la extrema derecha francesa, del presidente de Costa de Marfil y, entre las sombras, de los servicios secretos sirios, que manipularon a todo el mundo, complicó la libertad de los dos periodistas. La historia parece salida de una novela de espionaje de mala calidad. Las torpezas, las mentiras, los protagonismos, los intereses políticos y los antagonismos entre estados enturbiaron los circuitos de una negociación que pudo haber llegado a buen puerto sin la repentina participación de dudosos hombres de la sombra.
El Estado francés mantuvo rápidamente contactos con los secuestradores. Estos, a cambio de la liberación de Chesnot y Malbrunot, exigieron que París retirara la ley que prohíbe la utilización de signos religiosos demasiado evidentes en las escuelas públicas del país. Francia envió a Irak a influyentes representantes de la comunidad musulmana a fin de explicar la “filosofía” francesa ante el mundo musulmán. A través de una serie de comunicados difundidos a través de Internet, el Ejército Islámico de Irak mantuvo el suspenso y las contradicciones. La historia empezó a complicarse cuando, antes de que los dos hombres hubiesen recuperado la libertad, el ministro francés de Comunicación reveló que los rehenes estaban a punto de quedar libres. Nada ocurrió. La trama se tornó más tensa a raíz de las malas relaciones entre París y las autoridades de Bagdad. Las tensiones provocaron un ácido editorial contra Francia escrito por el primer ministro iraquí Iyad Allawi y la inmediata anulación de la visita oficial a Francia del presidente de Irak.
El hilo del ridículo comenzó a tejerse a finales de la semana pasada, cuando un misterioso intermediario francés, en el curso de una entrevista telefónica con el canal de televisión árabe Al Arabiya, aseguró que Chesnot y Malbrunot podrían dejar Irak en las próximas horas. Oficialmente, nadie conocía al intermediario ni existía ninguna “mediación” oficiosa avalada por la Cancillería o la presidencia de Francia. El personaje en cuestión no era otro que Philippe Brett, un ex guardaespaldas, miembro activo de la extrema derecha, presidente de una asociación perteneciente al lobby proiraquí de Francia y ligado a un diputado de la mayoría gobernante, Didier Julia. El diputado se había destacado en el pasado por haber alquilado un avión con el fin de viajar a Irak en “solidaridad” con el pueblo iraquí, en ese entonces gobernado por Saddam Hussein. Todo el operativo se llevó a cabo vía Siria, país al que Didier Julia y Philippe Brett viajaron en un avión prestado por el presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo. El mandatario marfileño organizó la logística de la operación y los dos franceses montaron la negociación paralela en Irak en nombre de sus buenos contactos. De hecho, con su colaboración, Laurent Gbagbo quería “comprar” el perdón de París luego del asesinato de dos periodistas, uno de ellos francés, por agentes de su régimen.
Hasta la aparición repentina del “equipo” dirigido por Julia y Brett todo parecía indicar que el gobierno había llegado a un acuerdo con los raptores. El sábado pasado, la Cancillería envió incluso a la capital de Jordania personal de alto rango porque se preveía la liberación de los dos hombres hacia finales del mes. Sin embargo, Julia y Brett, al parecer manipulados por Siria, enredaron las cosas. El pasado 30 de septiembre, los rehenes hicieron saber al gobierno que rompían los contactos a causa de las “interferencias” y las “declaraciones intempestivas e irresponsables” del gobierno francés. La acusación estaba dirigida contra Brett y Julia. Durante varios días, ambos inundaron los medios de comunicación con afirmaciones falsas, anuncios inexactos y promesas de todo tipo: Philippe Brett dijo que había visto a los rehenes, que tenía un casete de audio y hasta un video que, desde luego, jamás apareció. El oprobio final se produjo entre el viernes y el sábado pasados. En una entrevista concedida a una de las radios de mayor difusión en Francia, Europa 1, Brett aseguró que se encontraba en Irak, que en ese momento estaba con los periodistas y que ese día se produciría la liberación. Nada resultó cierto. En primer lugar, como lo confirmaron los servicios secretos franceses, la llamada de Brett no fue realizada desde Irak sino desde un suburbio de Damasco. Para justificar el fracaso del operativo, el diputado Julia, en el curso de una conferencia de prensa ofrecida en Damasco, afirmó que Brett había salido con los rehenes rumbo a Siria pero que no pudo llegar porque la caravana fue atacada por fuerzas norteamericanas. Según él, el ataque dejó un saldo de siete guardias muertos y decenas de casas destruidas. Ninguno de estos elementos posee un gramo de verdad. Todo resultó ser una gigantesca mentira.
El gobierno francés negó que estuviera al corriente de la llamada “misión Julia”. Sin embargo, fue a través de la Cancillería francesa que los hombres del equipo consiguieron la visa para viajar a Damasco. París los dejó actuar “por las dudas”. Su irrupción fue desastrosa. Para complicar aún más las cosas, el gobierno francés parece convencido de que los rehenes están ahora “bajo la influencia de Damasco” y que es Siria el que enturbió el juego abriendo una trampa bajo los pies del diputado de derecha y su socio de la extrema derecha. Los analistas conjeturan que Siria se movió así como una manera de presionar a París luego de que, el pasado 2 de septiembre, Francia votara la resolución aprobada por las Naciones Unidas mediante la cual se exigía el retiro de las tropas sirias del Líbano (casi 20.000 hombres). El destino de Georges Malbrunot y Christian Chesnot quedó así envuelto en una trama mucho más compleja que las demandas de un grupo radical islámico.