EL MUNDO › AL MENOS 150 MUERTOS EN UNA SERIE DE ATENTADOS

Irak, en su día más sangriento

Cuatro coches bomba estallaron sincronizadamente y una lluvia de proyectiles de mortero cayó sobre el bastión chiíta de Ciudad Sadr, en Bagdad, provocando la mayor masacre desde la invasión.

Irak sufrió el peor atentado desde la invasión de 2003. En una nueva escalada de la violencia sectaria, al menos 152 personas murieron y cerca de 240 resultaron heridas en una serie de ataques en Ciudad Sadr, un bastión chiíta en Bagdad. El Ministerio del Interior decidió decretar el toque de queda en toda la capital por tiempo indefinido, mientras el premier Nuri al Maliki daba un discurso para calmar a los iraquíes y responsabilizar a los miembros del Partido Baas –la fuerza dominante durante el gobierno de Saddam Hussein– y a los islámicos radicales por los atentados. Poco después de las explosiones en Ciudad Sadr, alrededor de diez proyectiles de mortero golpearon tres áreas de mayoría sunnita de la capital.

Ayer, en el barrio chiíta el panorama era desolador. Los cadáveres yacían sobre ríos de sangre y entre coches en llamas, escombros desparramados y restos de tendales que volaron por los aires con las explosiones. Todo estaba teñido de rojo. En los cinco hospitales cercanos las imágenes también impactaban. Los médicos no daban abasto y las camas no alcanzaban. La televisión iraquí mostraba cómo muchos heridos debieron ser atendidos en el suelo, mientras cuerpos totalmente calcinados no cesaban de entrar. En las entradas de los hospitales, en tanto, los familiares de las víctimas se amontonaban, intentando averiguar si sus seres queridos estaban vivos o muertos.

Los atacantes habían logrado estrellar cuatro coches bomba y disparar varios proyectiles de mortero, con intervalos de no más diez minutos entre explosión y explosión, en puntos estratégicos del centro de la ciudad, como el mercado popular Al Hai, que en ese momento estaba repleto. Otro coche bomba explotó también en las afueras de Ciudad Sadr, mientras que otro atacante suicida fue detenido frente de una comisaría antes de inmolarse. En su auto había, según informó la policía, más de cien kilos de explosivos.

Mientras los cuerpos de los chiítas eran rescatados en el centro de Ciudad Sadr, nuevas explosiones golpeaban a Bagdad, pero esta vez estaban dirigidas contra los sunnitas. Cerca de diez proyectiles de mortero impactaron en los barrios de Al Azamiya, Al Adel, Al Ghazaliya y Al Jadra, dejando un saldo de un muerto y nueve heridos. Más tarde, ocho bombas cayeron en la sede de la Organización de Ulemas de Irak, la principal institución religiosa sunnita del país, sin dejar víctimas graves.

Antes de la ola de atentados contra el barrio chiíta, un centenar de hombres enmascarados y armados había atacado el Ministerio de Salud, cuyo titular Ali al Chemmari es hombre cercano al dirigente chiíta radical Moqtada al Sadr. Además, al menos cuatro personas habían muerto y varias más habían resultado heridas por disparos de soldados estadounidenses, cuando circulaban en auto por una de las principales avenidas de la Ciudad Sadr. El ejército norteamericano no quiso detallar quiénes eran las víctimas ni explicar qué originó el tiroteo.

Para Adnan Deleimi, líder del Frente del Consenso Nacional Iraquí, la principal coalición política sunnita en ese territorio, los atentados de ayer forman parte de conspiraciones que tienen como objetivo incitar la discordia sectaria para llevar al país a una guerra civil. El ejército del Mahdi, una importante milicia chiíta, optó en cambio por responsabilizar tanto a los extremistas sunnitas como a la ocupación militar estadounidense. “Estos atentados se dan en el marco de los crímenes que perpetra la ocupación, los takfiriyun (sunnitas extremistas) y los seguidores de Saddam. La agenda de Estados Unidos para Irak tiene como objetivo a todos los iraquíes. Los ataques no tienen como blanco a dirigentes políticos sino a inocentes”, afirmó el vocero de la organización Abdul Hadi al Darrayi.

Lo cierto es que la violencia ininterrumpida de ayer puso en jaque al gobierno iraquí, que no sólo decidió imponer un toque de queda indefinido, sino que además cerró el aeropuerto internacional de Bagdad. El miedo era tal ayer que el Ministerio del Interior decidió extender el alerta a la otra gran ciudad del país, Basora (sur). Allí suspendieron todas las actividades del aeropuerto y de los tres puertos principales.

Al igual que el primer ministro Al Maliki, el ayatolá Ali Sistani, la máxima autoridad religiosa chiíta de Irak, también instó a la población a mantener la calma y evitar una espiral de violencia. Pero la dirigencia iraquí no ha podido poner un freno a los ataques sectarios entre chiítas y sunnitas. No sólo se trata de los atentados como los que vieron ayer. Todos los días aparecen en Irak decenas de cadáveres tirados en alguna ruta o terreno baldío, con señales de tortura o ejecutados con una bala en la cabeza. Ayer fueron 30.

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Iraquíes chiítas se alejan de un coche bomba después de que explotara en Ciudad Sadr.
Imagen: EFE
 
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