Martes, 8 de mayo de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL PRESIDENTE ELECTO DE FRANCIA BUSCARA GANAR UNA MAYORIA EN LA ASAMBLEA NACIONAL
La derecha liderada por Nicolas Sarkozy, al igual que los socialistas, ya piensa en las legislativas de junio. Sarkozy anticipó que su gobierno tendrá un equipo reducido de quince ministros y deslizó la posibilidad de una apertura a otras corrientes. François Fillon se llevaría el puesto de primer ministro.
Por Eduardo Febbro
Desde París
La derechización de Francia dejó de ser una hipótesis para convertirse en un hecho cultural cuya traducción política es la amplia victoria del candidato conservador Nicolas Sarkozy. A lo largo de cinco años, el presidente electo impuso el ritmo, los temas, el tono y los contenidos de las ideas que se debatieron en el país. Hiperactivo, hiperprovocador, hiperpolémico, hiperpresente, hiperganador frente a un Partido Socialista que, desde la derrota presidencial de 2002, pareció un pájaro huérfano. Ni jefe, ni sueños, ni propuesta sólida. Una candidata surgida de la democracia de opinión, es decir, de las intenciones de voto medidas por las consultoras y, al final, una tercera derrota consecutiva que el PS no tiene tiempo de digerir. El partido de la victoria, la UMP, y los socialistas pusieron ayer el rumbo hacia el próximo combate. El primero con el objetivo de aunar todos los ejércitos, desde los legitimistas hasta los que dejaron el barco de otros partidos, centristas y PS incluido, a fin de garantizarle al jefe del Estado una confortable mayoría en la Asamblea Nacional. Los segundos se reunieron a puertas cerradas para dejar entre paréntesis la prometida refundación del PS y todas las polémicas que la acompañan para ofrecer un frente común de aquí a las elecciones legislativas del próximo mes de junio.
Nicolas Sarkozy, que se desplazó a la isla de Malta para descansar por unos días, busca crear una mayoría parlamentaria multipolar, que constaría del propio núcleo de derecha de su partido, UMP, más un polo de centro y otro de izquierda. Al igual que antes de la elección, las encuestas de opinión alientan este montaje con proyecciones que le otorgan una mayoría confortable: 37 por ciento a la derecha, 33 por ciento a los socialistas, 15 por ciento a los centristas y 8 por ciento a la ultraderecha del Frente Nacional. Según revelaron sus colaboradores, el próximo gobierno estaría nombrado entre el 19 y 20 de mayo. Ayer fue el día de las apuestas en Francia. ¿Cómo será y quién integrará ese Ejecutivo? Sarkozy anticipó un equipo reducido de quince ministros con estricta paridad entre hombres y mujeres. Los integrantes del gabinete serán anunciados oficialmente después del 16 de mayo, cuando Nicolas Sarkozy asuma sus funciones.
Los nombres que circulaban ayer colocaban a su más cercano consejero, François Fillon, ex ministro de Educación y de Asuntos Sociales, como seguro aspirante al puesto de primer ministro. Sarkozy jugó de manera ostensible la carta de la apertura e indicó que su gobierno irá “muy lejos en la renovación y la apertura”, una alusión a la eventualidad de que responsables del centro y hasta de la izquierda ingresen en su círculo. Sarkozy mantendrá en el gabinete, pero en otros puestos, a la actual titular de la cartera de Defensa, Michèle Alliot-Marie, que iría a Relaciones Exteriores. El Ministerio de Interior, el más sensible de todos, estaría a cargo de Brice Hortefeux, uno de los más fieles colaboradores de Sarkozy. Jean-Louis Borloo, el ultra popular ministro de Empleo y Cohesión Social, que cuenta con un sólido capital de popularidad, podría ser nombrado para la nueva cartera de Estrategia Económica y Empleo. Entre los rasgos nuevos que se anuncian figuran su portavoz, Rachida Dati, la diputada Valérie Pecresse y un mudado de ideología y de partido, Eric Besson, ex responsable de las cuestiones económicas en el Partido Socialista y sorprendente aliado de Sarkozy en la segunda vuelta de la presidencial.
Sobre las primeras medidas que se tomarán no hay sorpresa alguna: exención de los gravámenes sobre las horas extras y su repercusión en los impuestos a las ganancias, deducción de los intereses de los préstamos inmobiliarios, supresión de los exorbitantes derechos de sucesión que cobra el Estado francés cuando se transfieren a otra persona los bienes personales, desfiscalización del trabajo de los estudiantes, condenas mínimas para los delincuentes multirreincidentes e instauración de un servicio mínimo en los transportes públicos (en caso de huelga).
Mientras la derecha preparaba el territorio de su victoria, los socialistas pugnaban por dejar entre bastidores las desgarraduras de su desastre. El tono lo dio el primer secretario del PS, François Hollande, quien, tajantemente, barrió toda posibilidad de cuestionamientos públicos. Hollande advirtió contra cualquier tentación de que se produzca un “arreglo de cuentas”, reconoció que era “indudable que hay decisiones que deben tomarse”, pero cerró la puerta a todo drama diciendo: “Ahora, no toleraré nada. Yo encarno la legitimidad del PS, la legitimidad de candidata es Ségolène Royal”. La representante socialista volvió a ofrecer su mejor sonrisa para marcar la línea del próximo mes: “Nuestro talismán es la unidad”. La metáfora de Royal es la siguiente: “Si ganamos no nos detenemos, si perdemos continuamos”.
La primera reunión del bureau nacional organizada ayer concluyó con una suerte de acuerdo para que la campaña con vistas a las legislativas no repose sobre un sólo líder, sino que esté a cargo de una estructura colegiada, integrada por las cuatro cabezas del PS: Hollande, Royal, Dominique Strauss-Kahn y el ex primer ministro Laurent Fabius, enemigo acérrimo de Royal. Fabius optó por el consenso: “Prioridad a las legislativas, a lo colectivo, a la unión”. Fabius asumió parte de la responsabilidad de la derrota del domingo diciendo “no supimos convencer de que Royal tenía capacidades tan sólidas como las de Sarkozy”. La unión hace la fuerza, dice el refrán, incluso si se trata de una unión forzada por el calendario electoral. A pesar de haber perdido la consulta presidencial, hecho que ocurrió con la secreta complicidad de su partido, resulta difícil sacarle la legitimidad a Royal: los militantes socialistas la eligieron en las primarias y casi 20 millones de franceses votaron por ella, incluso si se trató del porcentaje más bajo ganado por los socialistas desde 1965.
La cuestión del centro vuelve hoy a pesar sobre el PS. El líder centrista François Bayrou, el famoso tercer hombre del esquema presidencial que se cayó como un castillo de arena, se apresta a crear un nuevo partido, el MD, Movimiento Demócrata, en reemplazo del que dirigía, UDF, cuyos parlamentarios apoyaron masivamente a Sarkozy. En el caso de las legislativas, el PS debe decidir si se alía con el MD. Ségolène Royal está de acuerdo, pero la izquierda del PS se muestra irrenunciablemente hostil mientras que los socialdemócratas esperan ver con qué cartas sale a jugar el MD. Puede que, con la impulsión de Royal, el socialismo francés abra sus fronteras, al menos para rescatar los cientos de miles de votantes que le dieron la espalda. Antes las abría hacia la izquierda, ahora, como toda Francia, las fronteras se fueron hacia la derecha.
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