Jueves, 18 de diciembre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Atilio A. Boron
Termina el año con una gran noticia: los tres luchadores antiterroristas cubanos regresaron a casa. Se puso así fin a una flagrante injusticia, que hundió en la ignominia al sistema judicial estadounidense. Y Barack Obama, ante el inocultable fracaso de medio siglo de política hacia Cuba, decidió un cambio de rumbo que si bien no tiene la radicalidad necesaria –para lo cual habrá que lograr que el Congreso derogue la legislación que decreta el bloqueo económico, comercial y financiero de la isla– por lo menos abre la puerta a una serie de cambios que permitirán mejorar las condiciones de vida de la población cubana. No es un dato menor que en su discurso Obama haya prometido que enviaría al Congreso un pedido para derogar esa legislación que se interpone como un obstáculo a su pretensión de normalizar las relaciones diplomáticas con Cuba. Porque, ¿cómo se podría conseguir ese objetivo si, al mismo tiempo, se le impone a ese país un bloqueo que ha sido condenado en reiteradas ocasiones por la comunidad internacional en la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la mismísima OEA, por la Unasur, por la Celac?
La decisión de Obama será motivo de múltiples análisis e interpretaciones. Pero hay algunas claves que, desde ya, son insoslayables. Una, el resonante fracaso de las políticas convencionales. Dos, el paradojal aislamiento en que se encontró Estados Unidos, reconocido por el secretario de Estado, John Kerry, horas después del discurso presidencial. Aislamiento y creciente animadversión en el hemisferio y escandaloso aislamiento evidenciado, año tras año, en el abrumador respaldo que cosechaba el voto en contra del bloqueo en la Asamblea General de la ONU. Tres, el protagónico papel jugado, según lo señalaran tanto el presidente de Estados Unidos como su homólogo cubano Raúl Castro, por el papa Francisco y el gobierno de Canadá, quienes cumplieron su misión con extraordinaria eficacia y en el más absoluto secreto. Cuatro, la lucha sin pausa de los familiares de “Los 5”, que lograron constituir una poderosa coalición internacional que presionó sin cesar y sin desmayos al gobierno de Estados Unidos y que movilizó voluntades que no cejaron de luchar ni un solo día desde que se produjo la detención de los luchadores cubanos. Cinco, el preocupante cuadro geopolítico internacional que presenta serios desafíos a los intereses estadounidenses en Medio Oriente, con el Estado Islámico –cuya creación les debe mucho a Estados Unidos y el Reino Unido– dando lugar a una masacre de incalculables proporciones; en Asia Central, donde los talibán no cesan de perpetrar atrocidades como las de los niños en Pakistán; en el extremo Oriente (la crisis del Mar del Sur de la China y el riesgo de un enfrentamiento armado con Japón); la progresiva desestabilización de regiones enteras de Africa y, para colmo de males, la perspectiva nada marginal de una eventual confrontación bélica en Europa por la crisis ucraniana, todo lo cual torna altamente aconsejable preservar a América latina y el Caribe como una zona de paz –¡como la única zona de paz!– y en la cual la pretérita ascendencia estadounidense se encuentra seriamente menoscabada. Recomponer relaciones con los países del área, en un marco de respeto e igualdad, se convierte en un imperativo categórico. Habrá que ver si Washington puede, porque los que desde adentro y afuera se opondrán a este proyecto son muchos y muy poderosos.
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