Martes, 11 de abril de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Claudio Uriarte
Italia entró ayer a un territorio sin mapas parecido a un agujero negro o bien a un juego de suma cero, donde el triunfo de uno no significa sólo la derrota, sino también la aniquilación del otro. Romano Prodi ha ganado la Cámara de Diputados, y por lo tanto la posibilidad de reivindicar para sí el cargo de primer ministro, por un margen infinitesimal. Silvio Berlusconi, por su parte, ganó la mayoría del Senado por un margen también infinitesimal. Todos los elementos de una crisis institucional están en posición: Prodi reivindica para sí el cargo de primer ministro, pero el Senado retiene ambos poderes que pueden trabarle a éste la ejecución de todo su programa. El resultado es una doble crisis de legitimidad y una atmósfera política que podría volverse más envenenada si, como se prevé, Berlusconi recurre a tácticas sucias como denunciar un fraude, o pedir un recuento.
En un sentido, es el desenlace más problemático que podía esperarse, o mejor dicho que no podía esperarse, al proceso político italiano. Italia está en crecimiento cero desde hace más de un año, y su deuda pública alcanza magnitudes tercermundistas; no por nada las campañas estuvieron marcadas cada tanto por advertencias sobre el peligro de una “argentinización”. Tanto Prodi como Berlusconi avanzaron propuestas de reformas que involucrarían, aunque desde direcciones diferentes, una reestructuración del sector público y medidas impopulares de ajuste económico. Desde el punto de vista de la economía (pero también de la política), lo mejor hubiera sido un resultado claro, que permitiera tener primer ministro estable y fuerte mañana para empezar a trabajar en pos de la consecución de su agenda. En lugar de ello, las urnas han arrojado el espectáculo de dos Italias, de un país fuertemente polarizado donde Prodi va a pasar los próximos tres meses tratando de ganar el poder que aún no ha ganado, mientras Berlusconi lo hace trastabillar en cada intento serio. En otras palabras, la crisis institucional ya está presente antes de que el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, encargue a un candidato la tarea de formar un gobierno.
“No comprendemos bien lo que está pasando”, fue la primera declaración que hizo Prodi ayer ante lo que estaba pasando en las urnas. Esa franqueza trasluce las inquietudes de todos los demás actores, incluido Berlusconi y su Casa de las Libertades. Desde Maquiavelo, Italia tiene una larga experiencia el arte de la negociación política barroca, pero la experiencia solamente sirve para reflexionar sobre problemas que ya han pasado.
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