Lunes, 30 de octubre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Carlos Bruno *
Se puede decir que Lula ganó el ballottage cómodamente. Sin embargo, hay que tener claro que aunque el contundente triunfo de ayer muestra que el balance de éxitos y fracasos de su primer mandato le resulta ampliamente beneficioso, la sociedad brasileña le dio también un serio llamado de atención.
Los gobiernos presuntamente “progresistas” tienen agregada una obligación moral, la de mejorar el comportamiento ético de la política. La propuesta histórica del PT incluía no sólo una propuesta de una sociedad más justa, también quería construir una relación más transparente entre las estructuras políticas y los dineros públicos. En esto ha fracasado. Probablemente, en Brasil y en toda América latina, se debería transitar hacia un sistema de financiamiento público de la actividad política que garantice la igualdad de oportunidades y desaliente las “cajas partidarias”. Es una tarea pendiente que hay que realizar rápidamente, antes de que el creciente descrédito sobre el sistema político como un todo debilite la confianza de la sociedad en la democracia representativa.
Pero hay que reconocer que el centro de la discusión es otro. Con todas sus complejidades, el PT está avanzando en forma lenta pero continua en la mejora de las condiciones de vida de la inmensa cantidad de pobres que existen en Brasil. La obsesión por mantener el equilibrio macroeconómico en términos ortodoxos y disminuir el “riesgo país”, ahora con una política de tasa de interés marcadamente más baja, ha permitido la consolidación de las otras dos patas del programa económico, una agresiva política de incentivo a la modernización tecnológica empresarial con un muy buen resultado en términos de aumento de la capacidad exportadora y generación de empleo, y la creación de un conjunto de programas sociales como el de la “bolsa familia”, que llega a más de 11 millones de hogares y enfrenta decididamente el problema de la extrema pobreza.
Ahora viene también la hora de los acuerdos políticos. Lula precisa construir una mayoría permanente en el Congreso para poder gobernar con cierta tranquilidad. Una alianza con el PMDB, el histórico partido de centroizquierda brasileño, le puede dar una masa crítica que permita neutralizar una eventual alianza entre los “tucanos” del PSDB y el PFL, el tradicional partido de las oligarquías rurales nordestinas.
Para la Argentina este triunfo es una tranquilidad. Lula cree firmemente en el Mercosur y ya es hora de volver a pensar seriamente en convertirlo en una auténtica herramienta de integración regional y no simplemente en un tratado de libre comercio. La incorporación de Venezuela y las nuevas dinámicas impulsadas por los países de menor desarrollo relativo son una oportunidad para repensar el modelo aprovechando lo mejor de cada uno y asegurando criterios de equidad en la distribución de los esfuerzos y los resultados.
* Presidente de la Fundación Cenit - Centro de Investigaciones para la Transformación.
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