Domingo, 29 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Las instituciones y los reality shows. Las carpas demonizadas y las barras entronizadas. Una de cuchillos que repercutió en Suecia. La aparición de un vice que era muy callado y su lógica. Las necesidades del oficialismo, los desafíos de una votación.
Por Mario Wainfeld
¿Será éste el cabal funcionamiento de las instituciones? Salas de reunión colapsadas por exceso de público, diputados de oposición que enardecen a productores venidos desde muy lejos, acicateando su desconocimiento de las reglas del juego parlamentario, tolerable en el caso de los particulares. Quienes elevan preces diarias por la recuperación del Congreso consienten (cuando no promueven) que se acallen las voces divergentes con los reclamos corporativos. Y, cosas veredes, son los contreras de hoy los que mocionan por el cierre del debate.
En tránsito por un filo riesgoso, el trámite avanzó algo, aunque a costa de no escucharse nada que no fueran gritos. Un quid pro quo con las transmisiones en vivo que compiten con Rial y requieren que se cumpla con el reality show, formato hegemónico en la tevé privada abierta (y cada día más en varios canales de noticias).
Se macanea cuando se homologa la transparencia con la irrupción masiva en el trabajo de un poder del Estado, da fatiga decirlo, máxime si se emite en minoría. Hay temas que requieren abordajes rigurosos, tecnicismos que trascienden el panfleto o la arenga. No es cuestión menuda fijar la forma de implementar la devolución de precio a los pequeños o medianos productores, clave para destrabar el conflicto. El Gobierno urdió un mecanismo que funcionó mal. Sería necio que porfiara en él o en denunciar la informalidad de muchos chacareros. La hay, por cierto. Debe ser investigada y perseguida, pero es incorrecto pretender que la restitución del plus de retenciones sea el medio adecuado y pertinente. En paralelo, tampoco puede pedirse que un Estado se someta a un viva la pepa fiscal en el que cualquiera reclame un reintegro sin aportar documentación creíble. Conjurar ambos riesgos no es simple ni puede concretarse emitiendo gruñidos ante una tribuna crispada.
El cierre de los proyectos y de los tratamientos en comisión, sanamente, se sustanciará entre los representantes del pueblo debidamente elegidos. El conteo de las mayorías dará que hablar por largo rato.
El horizonte deseable, no ajeno a muchos diputados del oficialismo, es que éste amplíe su coalición para evitar un final ceñido, hiperpolarizado. No será sencillo, ni es imposible.
El decano de Sociales de Estocolmo tipea furioso en su laptop, envía un correo electrónico a su favorito, el politólogo sueco que escribe su tesis de posgrado sobre Argentina. “Estoy de mal humor, profesor, así que no me haga embroncar más. Hay una carpa de estudiantes montada frente al decanato reclamando rebaja en los almuerzos en el comedor del campus. Me fastidian aunque sé que me la tengo que bancar. Pero me obsesiona lo que pasa por allá. Veo la tele, me saltan sospechas atroces. ¿El Observatorio de Medios controla ya todas las comunicaciones? Observo que un tal Alfredo De Angeli recorre todos los canales y radios, se lo ve a menudo por varios canales al mismo tiempo. ¿Es una imposición del Gobierno? ¿Qué se hizo de la libertad de información, qué fue de la búsqueda de originalidad? ¿Por qué emiten todos en cadena? ¿Fueron expropiados como en Venezuela?”
El politólogo anda en baja. Le cayeron mal la eliminación de Boquita en la Libertadores, el campeonato de River, ciertos desdenes de la pelirroja progre que ha resucitado su kirchnerismo con aplicaciones de género. Y resiente algo que ha bautizado el síndrome de Guillermo Enrique Hudson, ya no se siente ese viajero atraído (y, en su caso, subsidiado en euros) por la Argentina. Le lastima lo que ve en estos pagos, a veces lo desconcierta. Tanto que no sabe contestar de volea errores de juicio de su decano. O no tiene ganas.
El desabastecimiento, las requisas, la prepotencia en las rutas fueron transmitidos usualmente con reticencia, consentimiento pleno, o charras negativas de los hechos. El batifondo en el Congreso –que, cabe reconocer, tiene su cuota valiosa de participación– fue narrado de ordinario como una deficiencia del oficialismo y no de los que transgredían las normas. Por el contrario, las carpas instaladas en la Plaza de los dos Congresos produjeron tsunamis de indignación mediática.
El espacio público en la Ciudad Autónoma está muy dominado por las comodidades de bares y confiterías, ávidos de mantener a su clientela de fumadores. Mas el jefe de Gobierno consideró que una manifestación política, plural por si hiciera falta, era un abuso insoportable. Y bueno...
Ni hablemos de la venerable Carpa Blanca, hito de las luchas populares. El cronista recuerda haber visto carpas de productores en varias ciudades de provincia. En Concordia, por ejemplo, presenció una que atronaba con sones folklóricos frente a la intendencia, ejercitada por un dirigente kirchnerista. Nadie se enardeció tanto allí como Mauricio Macri.
Las movidas callejeras tienen una carga de fervor, de barullo, pero son inescindibles del ejercicio democrático. Si, para mejor, en nada afectan la rutina de terceros, cuesta entender por qué tanta furia. O, quién sabe, se entiende demasiado.
“¿Qué pasó con el apuñalado de Congreso, profesor? ¿Sobrevive? ¿Por qué se forzó la discontinuidad de la cobertura desde el hospital? ¿Por qué el muro de silencio ulterior?” El decano dobla la apuesta, preocupado por el silencio de su becario, tal vez lo hayan acallado fuerzas de choque. El politólogo continúa desganado, el tema rupestre lo tiene podrido. Pero se ve obligado a responder, así fuera para desembarazarse de su sponsor por unas horas e ir a por la colorada que está bichoca, esquiva, tentadora. “Fue un rasguño, profesor, una herida superficial de dos centímetros. No todo es lo que parece, por decirlo con un eufemismo.” Da enter y sale carpiendo porque imagina que el decano retrucará, presa de su incredulidad escandinava.
El vicepresidente dio señales de vida y, cabe inferir, de autonomía. En Palacio se escuchan protestas tras haber vaciado de concurrencia K su convocatoria. Julio Cleto Cobos se mandó solo y el kirchnerismo no digiere fácil esos arrebatos. La bronca con el aliado se emparienta, quieras que no, con otros desgajamientos del oficialismo que, últimamente, ha sido poco eficaz (y hasta poco dedicado) para sumar o hasta para contener a sus aliados.
Es opinable si Cobos debió callar o moverse, pero es patente que fue dejado de lado en el dispositivo de Gobierno. El oficialismo estrenó un modelo inusual, una coalición de gobierno que deja totalmente afuera a su facción minoritaria, aunque no irrelevante. En el camino, el Cleto perdió su provincia a manos de un sector del kirchnerismo, cuya casa matriz no hizo mucho por resguardarle su bastión.
Arrinconado, desdeñado por sus ex correligionarios, el vice se movió, lo que podrá estar bien o mal, pero es casi de manual.
La situación se sobreimprime con muchas operaciones políticas fallidas del kirchnerismo. La renuncia del senador Roberto Urquía a la presidencia de una comisión en el Senado es otro caso afín, otro allegado que pasó de la gloria a Devoto, sin escalas. Las disidencias de Jorge Busti, Carlos Reutemann y Juan Schiaretti (compañeros apenas ayer) producen costos fastuosos, derivados de errores tácticos. Deslices que traslucen flaquezas y que no se dejan narrar en la empobrecedora clave de “tibios” versus comprometidos.
El Gobierno tiene razones para defender las retenciones móviles y la suba de las escalas. La supuesta confiscatoriedad es un lugar común con poco asidero legal, el abogado Gustavo Arballo lo hace trizas en su impagable blog Saber Derecho en un post bien titulado “Mitos jurídicos populares”. Entre otros argumentos, detalla que la supuesta regla de oro jamás se aplicó a gravámenes federales sino sólo a provinciales. Y que eran en impuestos a bienes y no impuestos a ingresos.
El oficialismo cuenta con la razón general de su lado. Y es cierto que la gobernabilidad flaquearía si es batido por una coalición muy sesgada, colonizada por una facción productiva, estimable pero de nula legitimidad más allá de sus intereses.
Pero el oficialismo debe asumir, en los hechos, que sus instrumentos atrasan para una etapa diferente, que sus elencos de cuadros y funcionarios son escasos. Ninguna de esas cuestiones se puede reconocer en el recinto. Pero podría paliar sus efectos dañosos al legislar la materia. Y reparar errores de juicio o de diagnóstico. Entre ellos se cuenta subestimar (y seguramente haber ignorado en el inicio) el fenómeno social que expresa la protesta, no haber medido bien la masividad del acto de Rosario, persistir en un emblocamiento que se lee como fortaleza pero que tiene márgenes de dificultad para convocar o articular con otros.
En un escenario magmático, que los legisladores del FPV expresaron a Néstor Kirchner, la salida propuesta es aprobar la resolución 125 y matizarla en una ley complementaria que modifique sus falencias originales y preserve a los pequeños y medianos productores. De la amplitud y claridad con que se haga dependerán los apoyos extra PJ-FPV que puedan conseguirse y que le harían mucho favor al oficialismo. No sólo en el punteo de los votos en el recinto sino en la diferencia cualitativa que media entre una moción apoyada sólo por la fuerza de gobierno y otra que abre tranqueras. Si se habla en concreto, los partidos interpelables serían el SI y el socialismo y eventualmente algún diputado “suelto”. No hay tantos, la disciplina partidaria no es monopolio (ni siquiera característica preponderante) del oficialismo, también prima entre los opositores. Entre paréntesis, en jornadas fragorosas fue estimable la conducta del bloque del SI buscando mejorar la propuesta, oír a todos y custodiar la calma que debe reinar en el cuerpo.
Ciertas señales desde la cumbre del kirchnerismo sugieren que se prefiere un horizonte como la votación atrincherada del Consejo de la Magistratura que otra que evoque (aunque sea con menos porotos) a la Ley de Financiamiento Educativo. En la opinión del cronista el Gobierno sumaría mucho si consigue modificar el abroquelamiento previo.
En cuanto a la oposición, ya se dijo, torpe ha sido su manejo en estos días. Y está por verse si acata la regla de la mayoría en caso de ser vencida. Varios de sus dirigentes parecen funcionar a remolque de las entidades del agro, cuyo desempeño democrático no ha sido fenomenal en estos meses. Su conducta habilita sospechas a futuro, si las cosas no salen como ellos quieren.
El pase al Congreso fue una movida interesante de la Presidenta que todos los actores democráticos deberían convalidar con sus conductas. La semana que pasó no fue fantástica, no fue la peor vivida en cien días. La que viene será decisiva.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.