Domingo, 9 de noviembre de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Hugo Yasky *
En estos días en que la polémica en torno del proyecto de reestatización del sistema previsional fue ocupando el centro de la escena, en un modesto envoltorio de papel madera llegó a la CTA un video que nos envió Eva Piwowarski acompañado de la siguiente nota: “Hace 15 años, en la ferocidad de la ola privatizadora, y como parte de mi militancia en contra de las mismas en el Centro de Producción Audiovisual de ATE-CTA que dirigía Gerardo Vallejo, realicé este documental sobre la campaña de CTA para enfrentarse a la privatización de la jubilación. Con escasos medios, pero con la fuerza de los jubilados de entonces, hoy este video puede ser útil para refrescar la memoria de muchos. Y si les sirve para que algún despistado clasemediero comprenda que lo estafaron durante mucho tiempo, mejor”.
Rescatadas de un olvido espeso y profundo, propio de todo lo que no accede al rango de la historia oficial, aparecen las imágenes de esas luchas fundacionales de nuestra Central. Ahí están los protagonistas de la “Campaña del millón de Firmas” en contra de la privatización, los alegatos de los jubilados denunciando la confiscación de sus aportes para entregárselos a los grupos financieros, las denuncias en contra de la prensa adicta, que en lugar de saqueo hablaba de modernización del sistema previsional y aquella impresionante Marcha del Millón de Razones, que convocó a miles de trabajadores y jubilados frente a un Congreso blindado y sordo a los reclamos de los sectores populares. Aquello fue, virtualmente, nuestro bautismo de fuego en la resistencia callejera a la brutal ofensiva de los Chicago boys locales y sus mandantes del FMI, que se profundizó después con otras medidas igual de lesivas para los intereses de las mayorías populares y para nuestro patrimonio nacional.
Pero sin duda fue ésa, el saqueo a los fondos de la jubilación para crear un mercado de capitales, consistente en la transferencia de los aportes de los trabajadores hacia el sector financiero, la que por su lógica perversa y expropiatoria propia de una dictadura económica que convirtió en letra muerta el Artículo 14 bis de la Constitución nacional, se constituyó en la insignia emblemática de un tiempo de atropellos y expoliaciones que empezó con Menem y Cavallo y terminó con De la Rúa y Cavallo.
Por eso, enfocada desde esta perspectiva histórica, la reestatización de las AFJP equivale en el terreno económico a lo que significó la recuperación de la ESMA en el plano de los derechos humanos. Es, sin ninguna duda, la primera política pública de todo el proceso kichnerista que impacta de lleno en el núcleo duro del modelo neoliberal impuesto en los ’90. Tiene, además, la virtud de reinstalar la presencia del Estado en un escenario de crisis capitalista que si se abordara “dejando actuar libremente a las fuerzas del mercado”, terminaría poniendo otra vez a los trabajadores en la picadora de carne. La recuperación del sistema público de jubilación constituye una medida de sesgo positivamente distributiva, que debería estar marcando el inicio de un tiempo de reparación en términos de recuperación de derechos y nivel de vida de los sectores populares.
La presencia multitudinaria de la CTA frente al Congreso el jueves último, junto a movimientos sociales y barriales de distintas extracciones políticas, fue el mejor homenaje a esa indoblegable lucha que miércoles tras miércoles hizo de las marchas de los jubilados uno de los símbolos de la resistencia de nuestro pueblo que abrió paso a estos nuevos tiempos de reparación.
La divisoria de aguas que expresó la votación en Diputados corrigió para bien las distensiones de ligamentos que en el campo popular habíamos sufrido cuando se dirimió el conflicto con las entidades empresariales del agro. Esta vez la calle reflejaba con coherencia lo que pasaba en el recinto legislativo. Y éste no puede ser un dato menor, puesto que sólo será posible profundizar futuras disputas con los factores de poder si a la vez somos capaces de expresar con la máxima amplitud posible la unidad del campo popular.
Es cierto que el día anterior hubo otra marcha, típica expresión discepoliana de la Biblia junto al calefón. Es cierto, también, que dentro de la Legislatura algunos de los que votaron en contra de la recuperación del sistema público nos apoyaban en el ’93, cuando resistíamos su privatización. Pero la verdad es que, comparado con la potencialidad que representa el campo de fuerzas que posibilitó este avance de los sectores populares, aquel anacrónico conglomerado reactivo carece en absoluto de trascendencia.
Vienen tiempos de turbulencia pero, como quedó demostrado el día jueves, tiempos que también pueden ser de oportunidad.
* Secretario general de la CTA.
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