Viernes, 3 de abril de 2009 | Hoy
EL PAíS › LOS RESTOS DE RAUL ALFONSIN ESTAN EN LA MISMA BOVEDA QUE LOS DE LEANDRO ALEM, HIPOLITO YRIGOYEN Y ARTURO ILLIA
El ex presidente fue inhumado en el cementerio de Recoleta. Hubo discursos repletos de elogios y también críticas veladas al oficialismo. La organización fue desbordada por la multitud que se acercó para presenciar la ceremonia.
Por Werner Pertot
La primera salva de artillería sonó seca. E hizo volar a las palomas que estaban sobre el arco del cementerio de la Recoleta, que reza “Requiescat in pace”. Las veinte restantes se oyeron entre los discursos, como recordando otras épocas. Tras una larga procesión, Raúl Alfonsín fue inhumado en el cementerio de la Recoleta. En los discursos, lo compararon con Sarmiento, además de con Yrigoyen, Illia y Alem y el resto de los referentes radicales con los que comparte desde ayer el Panteón de los Caídos de la Revolución de 1890. No faltaron algunas críticas veladas al oficialismo, tampoco disculpas y justificaciones de las leyes de impunidad y hasta una reivindicación del “Felices Pascuas”, muy aplaudida por la multitud, que saltó las vallas y se agolpó contra las puertas del cementerio.
Desde el mediodía, se formó un semicírculo de personas en torno de las vallas que colocó el gobierno porteño. Cada tanto aplaudían, a la espera de la cureña que avanzaba lentamente hacia allí rodeada de lugares comunes de los noteros como “padre de la democracia”, “político de raza” o inclusive “fiesta de la democracia”. Imbuida en ese espíritu, Teresa, un ama de casa de Barrio Norte, llegó enfudada en un paquetísimo abrigo de piel, con escarapela campestre y pañuelo a tono. Bajo su sombrero rojo, aseguró a este diario que “Alfonsín intentó devolverle la dignidad a las Fuerzas Armadas”. “Soy radical, querido”, aclaró, por si hacía falta.
A Federico, de 36, no era necesario preguntarle: llevaba de capa una bandera roja y blanca con el rostro de Alfonsín. Vino desde La Plata a ver el entierro. “Soy alfonsinista, ni radical te diría. Cobos es un panqueque y no me gusta el discurso apocalíptico de Carrió”, advirtió. Y recordó un breve encuentro con el ex presidente cuando fue a dar una charla a La Plata. “Hablamos dos minutos. ¿Cómo le va, doctor? Y esas cosas. Ya no estaba del todo bien”, dijo, algo entristecido.
Mark era ajeno a todo. Mapa en mano, lo único que le interesaba era visitar el cementerio. “Is the funeral of president Clara, ¿right?”, preguntó a Página/12, que no atinó a sacarlo de su error. “He came after dictator Perón”, completó el turista australiano. A un joven de pelo largo y poncho se le ocurrió empezar un canto de la JR, pero rápidamente lo chistaron desde varios lugares.
–¿Qué dice? ¿Es un canto contra Alfonsín? –se confundió una mujer que estaba detrás de unos anteojos de sol gigantes.
–Creo que es de la JP –alentó su desconcierto un hombre de traje.
–¡Es un canto político! –se horrorizó una tercera mujer de boina, pero no blanca, como se vieron muchas ayer.
En las primeras filas, convivían Juan Carlos Blumberg y Moisés Ikonicoff. Tuvieron que hacerse a un lado cuando llegó la cureña: una multitud desbordó la valla para intentar tocar el cajón, se escurrió entre los caballos blancos de los granaderos y avanzó sobre el atril que estaba colocado en la entrada, donde originalmente iba a ser el acto de despedida. Luego de varios minutos de empujones –en los que volaron algunas flores rojiblancas– lograron entrar el féretro y las puertas del cementerio se cerraron, como para soportar un sitio medieval. “¡Déjennos pasar! ¡Acá está el pueblo!”, reclamaban, desde afuera, los jóvenes radicales, que se colgaron de la puerta del cementerio.
“¡¡Grande Raúl!!”, fue el grito de guerra de un gordito al que no le fue tan mal: consiguió finalmente entrar, a fuerza de empujones, cuando se volvieron a abrir los portones para dejar entrar a un apretujado Julio Cobos y a Gerardo Morales, mientras Ricardo Alfonsín pedía por favor que despejaran la entrada. Luego ingresaron así los magistrados del juicio a las juntas militares, que casi se quedan afuera. Otros tuvieron peor fortuna: Eduardo Angeloz, Marcelo Stubrin y Pedro Azcoiti vieron el acto desde el arco de entrada.
Hablaron nueve oradores: el titular de la UCR bonaerense, Daniel Salvador; el de la Convención Nacional del radicalismo, Hipólito Solari Yrigoyen; el ex ministro del Interior Enrique “Coti” Nosiglia, la ex ministra de la Alianza Graciela Fernández Meijide, el ex senador Mario Losada, el peronista Antonio Cafiero, y el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti.
Los discursos de los correligionarios ensalzaron la figura de Alfonsín como un “hombre del diálogo y el consenso”, sin hacer explícito un contraste con el oficialismo. Moreau, en cambio, hizo un discurso de campaña: “Alfonsín no necesitó llegar a presidente para pelear por los derechos humanos, lo hizo desde el llano”, le apuntó a Néstor Kirchner. “Fue a Campo de Mayo a pacificar a las Fuerzas Armadas. Por eso, volvió contento y nos dijo: ‘Felices Pascuas. La casa está en orden’. Y es cierto: la casa está en orden. Está en orden desde hace 25 años”, sostuvo Moreau y la multitud lo aplaudió. Moreau también tuvo una alusión para otros opositores cuando dijo que Alfonsín no estaba de acuerdo con “la democracia de los candidatos, sino de los partidos” y con los que “hacen política desde la antipolítica”.
Sanguinetti lo comparó con Sarmiento, Yrigoyen, Frondizi y “todo lo que hizo grande a este país”. “El pueblo lo siente como un grande”, aseguró el ex presidente uruguayo. Fernández Meijide lo recordó por el impulso al juicio a las juntas y sus denuncias en la dictadura junto a Alfredo Bravo. “Yo sentí que le restaba justicia a mi hijo cuando fue la ley de obediencia debida, pero entendí luego que pensó que así se evitaba el derramamiento de sangre”, dijo, emocionada. La multitud aplaudió y coreó: “Al-fon-sín”. “Nadie puede discutir que la democracia está en la Argentina por las decisiones que se tomaron”, dijo Losada sobre las leyes de impunidad.
Nosiglia, por su parte, aseguró que “a su lado aprendimos a ser mejores personas, con ideales que seguiremos sosteniendo” y Cafiero afirmó: “Tuve dos maestros: uno fue Juan Perón y el otro Raúl Alfonsín”. “El peronismo mira con respeto la figura de Alfonsín. Por ahí, otros peronistas no... Siempre dimos para todo”, dijo y arrancó aplausos y risas de los que escuchaban bajo la llovizna. Mientras llevaban el féretro al panteón, cantaron el Himno Nacional, y luego algunos se esperanzaron con otro cantito: “Volveremos a ser gobierno /como en el ochenta y tres”.
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