Jueves, 22 de abril de 2010 | Hoy
EL PAíS › LA HERMANA DE CRIANZA DE CABANDIE DECLARO ANTE LA JUSTICIA
Vanina Falco brindó finalmente su testimonio en la causa por la apropiación ilegal del legislador porteño. Aportó datos sobre el ex agente de inteligencia de la Policía Federal Luis Falco y contó de su vínculo con el también apropiador Samuel Miara.
Por Alejandra Dandan
“Cuando se desata lo de Juan, mi proceso de separación afectiva, ideológica y política de mi padre toma más fuerza, me cierran en mi cabeza muchas cosas, se rebobinan, y a partir de la historia de Juan vi el detalle recontrapodrido, lo mas siniestro, lo que le faltaba.” Vanina Falco es la hermana de crianza de Juan Cabandié, el ahora legislador porteño apropiado por el ex agente de inteligencia de la Policía Federal Luis Falco. Luego de años de intentarlo, ella pudo declarar ante la Justicia en contra de su progenitor. La Sala II de la Cámara Federal porteña habilitó su declaración a pesar del vínculo biológico, por considerar que se trataba de un delito de lesa humanidad. En la audiencia, Vanina aportó pruebas sobre el verdadero papel de su padre y mencionó el vínculo de “íntimo amigo” con el represor Samuel Miara, apropiador de los mellizos Reggiardo Tolosa, de quienes Vanina hablaba cómo de sus primos. “Básicamente lo importante fue acompañar a mi hermano –dice ella– porque esto fue una decisión de amor y no de odio como dicen algunos.”
Vanina alguna vez contó su historia en público, arriba de un escenario, en un biodrama, que empezó a destrabar su declaración judicial. Hasta entonces, lo había intentando. Pero en los juzgados “si decía cualquier cosa en contra de él me decían eso no, es nulo, eso otro tampoco, es nulo, es nulo”. Así que un día, durante una declaración, se levantó del escritorio “sin poder declarar porque lo único viable era decir que era una buena persona, la Justicia no estaba dispuesta a escucharlo, por lo menos no de mi boca”.
El martes declaró finalmente ante María Servini de Cubría en la causa por “sustracción, ocultamiento y supresión de identidad” de Cabandié.
Vanina nació en el ’74, en una familia de clase media, dijo alguna vez, cuando se presentó como “hija de un padre supuestamente visitador médico, además de algo relacionado con la policía y de una madre contadora”. Cuando tenía casi cuatro años, Cabandié llegó a la casa. “El primer contacto que tuve con mi hermano –dice a Página/12 como antes a la jueza– fue exactamente con mi padre entrando en brazos con él en casa; mi madre no fingió embarazo, no tengo recuerdos, todo el entorno lo sabía, los vecinos, el portero: él llegó con el niño de la noche a la mañana. Mi madre entre tanto con él en brazos, alfombra roja en el living de la casa, las dos abuelas, una de cada lado del sillón: ¡Toda la familia reunida esperando la llegada del bebé! Y yo evidentemente pensaba que realmente vendría de la cigüeña o se compraban en un supermercado, no sé, porque no tuve la preparación del embarazo, de ese: ‘Viene el hermanito’”.
Su madre había perdido una hermana en un parto previo. Su padre, declaró, siempre fue “tremendamente violento” con ella, con su madre y con Cabandié. Eran “constantes” las “golpizas” que le propinaba cuando era niño. Con ella el vínculo se quebró cuando supo tenía una relación con otra chica. Vanina se lo dijo a la jueza. Señaló los “interrogatorios” y “torturas psicológicas”. “Yo te voy a destruir”, le decía.
De niña encontró una credencial de su padre. “Estaba en su habitación, la vimos con Juan”, dice ella. “Con su foto estaba el nombre de Leonardo Fajardo y la identificación de un lugar que no recuerdo, y en ese momento le consultamos quién era, y él dijo eso que era un nombre que usaba para ‘ciertas tareas’”.
Anoche, a un día de la declaración, ella hablaba de cuál había sido el quiebre interno que le había permitido declarar. “De muy chica había habido un quiebre afectivo con ese ser maltratador, no crecí queriéndolo; cuando fui adolescente y recrudeció todo empecé a leer el Nunca Más a escondidas, empecé a saber la verdadera historia de lo que pasó, yo me quería ir de mi casa a los 16 años, pero hasta los 21 no podía hacerlo porque me amenazaba con la patria potestad.” Hubo cruces con personas y espacios que la hicieron empezar a militar. Dejó de ver a su padre hace trece años. Hace seis, dice, cuando supo lo de Juan fue la gota del final del vaso. “Aunque parezca grosera, era como decir: encima de todo te apropiaste de un pibe, ser violento no te alcanzó, encima resulta que también no es mi hermano y qué más papá y parece que encima trabajaste en otros lugares, te diría más, como una sensación de asco en la piel”.
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