EL PAíS › OPINION

Un vistazo bajo el sol

A nueve meses vista, más incógnitas que en otras elecciones. Cómo fueron llegando los principales candidatos. La Presidenta, de la montaña rusa a la ventaja relativa. La interna radical, desafío al oficialismo, a los “federales”. Cobos, la dilución de un presidenciable. El otro PJ, dilemas varios. El verano, la economía, una inédita herencia para quien gane.

 Por Mario Wainfeld

Quieras que no, enero va terminando y se abrevia la distancia hasta las elecciones, restan menos de nueve meses. Claro que es tiempo sobrado para imprevistos y novedades, acá y en el resto del mundo, como lo prueba el “efecto Atocha”, pero las coordenadas se van demarcando. De cualquier forma el nivel de incertidumbre es alto, comparado con la mayoría de los precedentes locales. Las oposiciones alegan que no es seguro que se cumpla la nueva ley electoral. Su sospecha tiene fundamentos históricos, porque la desaprensión por las reglas es una costumbre extendida, que incluye al kirchnerismo, lo antecede y lo trasciende. La cultura política autóctona es muy lábil respecto de las normas, en surtidas tiendas. Mauricio Macri, por caso, especula en público con la fecha de los comicios porteños en función exclusiva de su conveniencia, sin menor consideración por la lógica institucional. Además, el jefe de Gobierno cavila, también en voz alta, acerca de la posibilidad de apelar a una candidatura trampolín o preservativo (elija usted el mote) que lo palanquee hacia la presidencial. La ciudadanía suele ser poco crítica con esos manejos: los convalida cuando los intenta su favorito, los denuesta en otros casos. Nadie se privó de enjuagues desprolijos, en el ámbito local ni en los provinciales, no hubo voto castigo automático, ni mucho menos. Los adelantos más conspicuos (Raúl Alfonsín en 1989 para perder ante Carlos Menem, este gobierno en 2009) funcionaron como boomerang.

Bosquejar los escenarios es, pues, un ejercicio de anticipación con muchas incógnitas. De cualquier modo, no todo es indeterminación. Los potenciales candidatos con mejores perspectivas tienen capital acumulado. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri lograron éxitos aplastantes en 2007, ya por entonces el empresario–heredero deshojaba su margarita. El gobernador Daniel Scioli, cómodo ganador hace cuatro años, parece haberse resignado a su destino bonaerense aunque sobran quienes lo tienten a desafiar a la Presidenta. La tripleta radical se fue colocando en el último trienio, en paralelo con un resurgimiento moderado pero constante de su partido: Julio Cobos en 2008, Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz en 2009. Fernando “Pino” Solanas ofrece su alternativa asentado en su sorpresivo rush porteño en los últimos comicios. Los peronistas federales, muy devaluados en conjunto, supieron de tiempos mejores: no son novatos.

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Hoy y aquí: El Frente para la Victoria (FpV) es, con la foto de hoy, el favorito en primera vuelta y aun para coronar. Tras primeros cuatro años de ascenso sostenido, se montó en una montaña rusa con avatares que se hubieran llevado puestos a otros gobiernos menos sustentables y potentes para reaccionar ante las dificultades. Viene escalando desde comienzos del año pasado, tras pasar “el affaire Redrado” y el sofocón de las bravatas opositoras en el Congreso. La presidenta Cristina está en su mejor posición relativa en imagen e intención de voto desde que comenzó la crisis del “campo”, buena nueva para su fuerza estar en pole position en la (ya se dijo) muuuuy larga recta final.

El radicalismo preservó aun durante la máxima malaria el rol de segunda fuerza en cargos representativos, ejecutivos o parlamentarios, locales o nacionales. La UCR y el FpV son los dos únicos partidos con implantación seria en todas las provincias, estructura partidaria federal y capacidad logística para una compulsa nacional.

El Peronismo Federal nació y ¿sobrevive? esperando a un Godot-salvavidas. No lo fue Carlos Reutemann, ahora sería Macri. Reutemann desistió de postularse para la Rosada varias veces, Macri le va a la zaga pues lo hizo solo una. Para los compañeros disidentes su incorporación sería la diferencia entre la entropía y la existencia. El líder de PRO, a su vez, necesita algunos andadores en provincias porque su fuerza no tiene mayor existencia allende la avenida General Paz, a la que su política municipal anhela convertir en el zanjón de Alsina. El pragmatismo tira más que una yunta de bueyes, incluso que el sesgo gorila de “Mauricio”, que le insufla oxígeno con el electorado capitalino pero que pianta votos justicialistas extramuros. Es verosímil que haya una coalición aunque, a esta altura de la soirée, no es clavado que lo acompañen algunos de los caciques federales (el PJ-otro tiene más tribus que afiliados y más jefes que tribus). Los sanluiseños Rodríguez Saá y el chubutense Mario Das Neves tienen cara de sumarse sólo a un proyecto ganador o como piso muy viable: no está escrito que se comidan a ser segundones de una coalición transitoria y sin historia si los números no dan.

Todas las ponderaciones que se hacen en esta nota confiesan su provisoriedad, aunque intentan no ser arbitrarias. Con los antecedentes y los números disponibles puede suponerse que el FpV y la UCR son los partidos mejor colocados y que Proyecto Sur no llegará a la segunda vuelta. El esquema constitucional incentiva al bipartidismo, propiciando la polarización en primera vuelta. Una tercera fuerza puede pintar, para las otras es letal. La polarización, en mix con el sistema electoral, puede favorecer a la segunda fuerza, al challenger mejor posicionado. Eso diluye las perspectivas de otros contendientes. Tal parece ser, en la foto de hoy, el destino de la diputada Elisa Carrió, que tuvo notables desempeños en 2003 y 2007. Un dato adicional fortalece la hipótesis: la Coalición Cívica padeció una notable mengua en la última votación.

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Vista al Frente (para la victoria): Las proyecciones políticas de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner durarán años y se medirán en períodos aún mayores. Un líder de ese porte no se reemplaza, suple, ni olvida. Esto dicho, la pérdida no debilitó al oficialismo en lo inmediato, más bien al contrario. Galvanizó multitudes, forzó un balance colectivo de su trayectoria mucho más positivo que el propuesto por los medios dominantes. Cristina Fernández queda como la candidata clavada del FpV mientras sus adversarios se empecinan en detectar depresiones o renuncias a lo que es su vocación, su mandato, su deber y su legado. Los rumores propagados por la prensa ultraantiK son más inductivos que descriptivos: buscan causar el efecto que relatan. No les resulta, hasta ahora.

La perspectiva de buena cosecha disciplina de pálpito a la gran masa de dirigentes peronistas, en promedio más verticales al éxito que a las veinte verdades. Eso sí, se ordenan tras la Presidenta sin desguarnecer ni dejar de priorizar el rodeo propio: gobernaciones e intendencias. Los acuerdos macro alivian tensiones, pero no aligerarán la discusión puntillosa por las listas en las que Kirchner incursionaba con denuedo, haciendo guerrilla para colocar compañeros “del palo”. Habrá que ver si otros consiguen resultados semejantes en esos bordados.

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Mientras el Cobos no está: La astucia radical de adelantar la interna interpela a la opinión pública, pero, no podía ser de otro modo entre correligionarios, también al frente propio. El senador Sanz transigió con una fecha cercana que se aviene mejor al posicionamiento del diputado Alfonsín porque eso lija a Julio Cobos. Notable devaluación la del vicepresidente en la que debe reconocérsele mucho mérito propio. Consagrado en una noche de delirio, fomentada por las torpezas del oficialismo que remataron en habilitarle el desempate, se transformó en el número uno de su partido y del archipiélago opositor. A partir de ahí su estrategia fue conservadora hasta el suicidio. Creyó estático o más bien eterno un escenario transitorio: aquel que lo ungía como único emergente opositor (ni qué decir radical) con chances. Traidor serial confeso, dio por sentado que los boinas blancas estaban condenados a contragusto a su candidatura, para resucitar y sobrevivir. Desestimó el encono de sus pares, no hizo el menor esfuerzo por reconquistar el favor de su partido o por conducirlo. Se ató al sillón pensando que eso le bastaba para ser el numen opositor y “porque la gente lo quiere”. Pero “la gente”, cuando responde encuestas, puede tener objetivos contradictorios y no acostumbra otear más allá de la coyuntura. En el devenir, lo notó pasivo, abúlico a lo que cooperó sin tirar una idea, un proyecto, transformando en creativo el ocio del que goza.

El adelanto de la interna radical parece una jugada inteligente, que posicionará un candidato y aun una fórmula con el socialista Hermes Binner quien embellece el armado boina blanca. Para el gobernador santafesino la supresión de Cobos es un alivio: se siente muy distinto a ese dirigente inorgánico, individualista, sin trayectoria en (ni respeto por) la lógica de su partido. Los socialistas son partidocráticos con convicción y hasta con exceso. Binner es el más abierto y pluralista, pero no excepciona la regla.

Una fórmula vigente desde ya licua a Cobos. Su renuncia a la vicepresidencia, la baraja ajada que conserva en la mano, carecerá de glamour y de punch. Nadie muere en las vísperas pero son contados los que sobreviven a una larga agonía, autoinflingida para colmo.

Los peronistas federales quedan malparados, tratando de armar una interna de arrebato. Los condujeron los radicales, desde afuera.

Los conduce Eduardo Alberto Duhalde desde adentro. Es un panorama desolador. El discurso del ex presidente “orden y paz” apesta y ahuyenta. Está plagado de tópicos de derecha anacrónicos, le suma varios de su cosecha como perversas justificaciones o exculpaciones sobre los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

El diputado Felipe Solá se aparta un poquito, aunque arguye seguir perteneciendo al “espacio”. La expresión “espacio”, de generosa imprecisión, dispensa de explicar qué compromisos tiene cada cual, a qué reglas se someten, cuál es la estructura de mandos y otras tantas lindezas.

Los hermanos Rodríguez Saá y Mario Das Neves esperan su momento. Una interna tan desvaída puede ser ganada con una fenomenal acumulación en sus provincias, lo que les permitiría ser cabeza de ratón. La contrapartida, una derrota que los coloque en retaguardia de un “espacio” con escasas chances, quizás les sirva de freno. No hay por qué apurarse, aunque el calendario les juega en contra, con dos rivales más fuertes y mejor instalados.

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El contexto: El verano prodiga records de turismo interno e internacional, el consumo trepa a niveles únicos. Hasta la cadena privada de medios se ve forzada a mostrar fotos con playas abigarradas, donde los cuerpos se apiñan compartiendo sol y arena. Millones de veraneantes aluden a una demanda policlasista con un importante aporte de sectores populares. Mar del Plata, Carlos Paz o la mayoría de los municipios urbanos de la costa rebosan y distan de ser refugios de las clases dominantes.

La economía sigue siendo un pilar de la gestión kirchnerista, aun con los problemas o desafíos que surgen. Las denuncias sobre trabajo esclavo o fraude laboral vía tercerizaciones no versan sobre cuestiones novedosas, sino sobre prácticas muy enraizadas, consolidadas en añares de pérdida de derechos. Si brotan ahora es porque, aminorado el disciplinamiento por el desempleo y relativamente cubierto el problema de los ingresos, los trabajadores protestan por derechos “de segunda generación”: condiciones laborales en especial. Se animan a denunciar, a organizarse, hasta a referenciarse en organizaciones de izquierda dura. Lo hacen porque son más fuertes. La puja distributiva es una cuestión de poder, bagatela que la vulgata hegemónica sustrae a la discusión.

En paralelo (o mejor, dialécticamente), el gran empresariado será un jugador fuerte en estas elecciones. Las patronales agropecuarias ya se insinuaron en 2009: incidieron, consiguieron diputados y luego toparon con lo difícil que es articular en los poderes democráticos con las reglas de juego respectivas. Prepear en el palacio o en las rutas o vía lockout es, ay, más sencillo.

La crisis de representación que “la política” va reconstruyendo al uso nostro también convulsiona a las corporaciones. La Unión Industrial Argentina (UIA) navega al garete buscando una nueva conducción, el proceso es lento y bastante torpe. La Mesa de Enlace no es lo que era, entre otras cosas porque los cerdos chinos siguen manducando soja, porque las cosechas son óptimas y porque el Ejecutivo estilizó su accionar, sumando a un ministro activo, hábil negociador, poco proclive a inventar peleas donde puede haber acuerdos.

Como fuera, las grandes empresas, en especial el Multimedios, apostarán fuerte. Ya desesperaron de tallar un candidato formidable, que le junte la cabeza a toda la oposición: se subirán al mejor bondi en disponibilidad. Cualquiera que vaya segundo será ensalzado, sponsoreado, reporteado con delectación. Macri, Scioli y Sanz, seguramente en ese orden, son los más apreciados por las dirigencias patronales, pero si cuela algún otro, contará con su activa anuencia.

Entre tanto, la Argentina está mejor que en 2003 y que en 2007, medida en indicadores económicos, sociales, laborales y hasta institucionales. El economista Miguel Bein en su informe de enero pronostica que “nos aprestamos a vivir en 2011 la primera transición política en décadas sin la espada de Damocles de la devaluación, el default y/o la híper”. Cabría agregar con una Corte Suprema ejemplar, dinero de sobra en la Anses, Asignación universal por Hijo, paritarias libres durante siete años, ley de medios más democrática que la anterior, ampliación de derechos de mujeres, menores y gays... En contra influyen el desgaste, los errores acumulados en años, la fatiga ciudadana. En culturas vertiginosas doce años es una enormidad, aun para gobiernos exitosos en promedio.

Vale destacar que la alternancia es factible, pero que la reelección está arraigada en el menú de posibilidades. A diferencia de Menem en 1995 o los Kirchner en 2007 no está garantizada. Pero tampoco la Presidenta está vencida como Alfonsín, Menem en 1999 o Fernando de la Rúa. La indefinición, como se enunció al comienzo de esta columna, es bastante mayor hoy día.

En lo que va de enero, las vacaciones, el sol y las lluvias le sumaron más al oficialismo que a los opositores. Claro que la naturaleza no vota, serán los ciudadanos los que diriman cuando llegue la hora.

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Imagen: Carolina Camps
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