Domingo, 30 de enero de 2011 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Las elecciones de gobernadores y autoridades provinciales se irán escalonando desde el 13 de marzo, cuando se votará en Catamarca. Nueve provincias elegirán antes a sus mandatarios, en las otras la votación coincidirá con la nacional. Tanto en 2003 como en 2007 en la mayoría de los distritos revalidaron los intendentes y los gobernadores. No era tan lógico en la primera ocasión, en plena crisis. Dos años antes la ciudadanía había expresado su bronca con un voto opositor, filo destituyente y bastante antisistémico. Tal vez a la hora de recomponer el sistema la población se volcó, sensata, hacia la gobernabilidad.
Hace cuatro años eran más esperables los triunfos oficialistas, pues concuerdan con mejoras patentes en las realidades territoriales. Reactivación de las economías regionales y del aparato productivo, turismo, más empleo, obra pública explican bastante. Hay otras razones más diversificadas, entre ellas la fuerte primacía de los gobiernos en provincias donde el empleo público es central, también identificaciones partidarias arraigadas, liderazgos regionales.
Cada provincia es un mundo, 24 años de democracia ininterrumpida lo corroboran. Las hay con hegemonía persistente de una fuerza política: el Movimiento Popular Neuquino, el peronismo en San Luis, el radicalismo en Río Negro. Mendoza, por contra, es la que tuvo la mayor alternancia: cuatro administraciones peronistas, tres radicales.
Ante un panorama tan variopinto, que cruzará con las opciones nacionales, la profecía es un disparate. Sólo pueden insinuarse algunas líneas. Hay favoritismos para el local en las provincias hegemonizadas ya mencionadas, también en las hoy peronistas Tucumán y San Juan. En compensación, el oficialismo nacional tiene cara de perder en Córdoba y en Mendoza. En la primera el senador Luis Juez, que fue vencido por un pelito en un escrutinio dudoso, mantiene buenas perspectivas, en tanto los radicales (al vaivén de su mejora nacional) pueden recomponerse en una provincia que fue su bastión.
En estos años se fueron diluyendo o desaparecieron partidos provinciales añejos como el bloquismo sanjuanino, el Pacto Liberal Autonomista de Corrientes o el bussismo tucumano. Pero en los comicios últimos llegaron a gobernaciones tres partidos que jamás lo habían hecho: el socialismo santafesino, el PRO porteño y el ARI fueguino. Los tres conservan posición competitiva en los comicios que vendrán, todos previos a octubre. Fabiana Ríos intentará ser reelecta, el hamletiano Mauricio Macri vacila sobre qué candidatura o candidaturas elegir. Hermes Binner tiene vedada la reelección. Debe conjugar un armado con los radicales que le resguarde la provincia mientras pacta integrar la fórmula presidencial. Ese toma y daca ya convulsiona al socialismo y a los boinas blancas. Es tan necesario para todos como peliagudo para cerrar.
Cada historia provincial es un universo, también será surtida la incidencia nacional. En la Ciudad Autónoma, la presencia de una primera figura del Frente para la Victoria (FpV) –sea Amado Boudou, Daniel Filmus o Carlos Tomada– nacionaliza la contienda. Eso puede ser un aliciente para que Macri use la Capital como un peldaño, jugándose a doble contra sencillo: el costo de una derrota o el beneficio de un triunfo se potenciarán.
Puesto a timbear, el cronista apuesta un almuerzo a que ganarán muchos más oficialistas provinciales o comunales que opositores. El setenta o el ochenta por ciento, según su ojímetro y su olfato. Más de un almuerzo no se anima... y menos a seleccionar cuáles honrarán la tendencia.
Todos los gobernadores e intendentes cuidan mucho sus territorios, son un escalón fuerte en la carrera política, según se corrobora empíricamente. Habrá quizás dobles juegos o al menos pulsiones distintas con la lista nacional que con la propia, en todas las tiendas.
En el ágora no se habla de eso porque es prematuro y porque a la Presidenta no le gusta que le marquen los tiempos o la cancha. Pero en los pasillos de palacio se susurra y se especula: es bien probable que el candidato a vicepresidente del FpV sea un gobernador peronista. El fracaso de la transversalidad, la desoladora experiencia de la Concertación, el precedente Cobos y el tono justicialista del armado oficialista así lo sugieren o casi lo imponen. Si bien se mira, esa perspectiva contempla a un puñado de gobernadores, un póquer como máximo, quizá una pierna...
Estas 24 historias continuarán, cada una con sus cien distintos tonos.
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