EL PAíS › EL POLITOLOGO ISIDORO CHERESKY HABLA DE UNA “MUTACION DE LA REPRESENTACION”
“Estamos asistiendo a la desagregación del peronismo”
“Es posible que se conforme una coalición progresista, pero esas fuerzas no han aparecido aún”, considera el politólogo Isidoro Cheresky, doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Toulouse Le Mirial. Cheresky es profesor de Teoría Política y Contemporánea y dirige un equipo de investigación en el Instituto Gino Germani sobre “Las nuevas formas de la política”. Fue uno de los primeros politólogos en incursionar en el estudio de la fluctuación del voto y los cambios en el comportamiento ciudadano. “La desagregación de los partidos políticos después de 2001 es una de las mayores transformaciones que hemos conocido”, asegura.
–¿Cómo piensa la situación actual de los partidos políticos?
–Desde la posguerra, durante mucho tiempo el peronismo y el radicalismo eran partidos-movimientos que no se reconocían el uno al otro. Después del ’83, pareció que se evolucionaba a un bipartidismo parecido al europeo. A partir de los noventa, se produjo un proceso de desagregación de los partidos políticos. Es una de las mayores transformaciones que hemos conocido. Esto se acentuó en el 2001. El “que se vayan todos” pudo haberse pensado como circunstancial. Pero a cuatro años podemos decir que se instaló como un divorcio de los ciudadanos de lo que fue históricamente su forma de representación.
–¿Cómo se manifiesta hoy la crisis de representación?
–Los partidos se fraccionaron porque empezó a sentirse el desapego de la ciudadanía. Lo que sucede desde 2001 –aunque viene de más atrás– es un abandono de las identidades políticas y una disposición a elegir preferencias según lo que pase en las campañas electorales. No es sólo una crisis, sino una mutación de la representación. La desagregación de los partidos tradicionales va acompañada de la aparición de otros partidos. Pero ya no son como los viejos: tienen un carácter más precario, instrumental y, sobre todo, la escena política está dominada por líderes que tienen una fuerza política ad hoc. Esto fue favorecido por transformaciones en las identidades sociales y por un cambio en la comunicación política. Una propuesta política y un líder pueden constituirse en el espacio público, mientras que en el pasado el radicalismo y el peronismo fueron emergentes de protestas cívicas. Los nuevos líderes, como Kirchner o Lilita Carrió, logran adhesión a partir de su actuación pública, pero no son el resultado de un movimiento social.
–¿Mauricio Macri es un ejemplo de este tipo de construcción?
–Sí, pero quizás más que Macri todavía es Carrió. Porque Macri tiene un club deportivo como inicio de su popularidad. Hay otro aspecto que hay que tener en cuenta en la mutación de la representación: la representación que surge de los procesos electorales es limitada. Los mismos ciudadanos que votan, al momento de protestar, no recurren a sus representantes. Cuando hay descontento de los usuarios, haya o no intervención de activistas, se producen estallidos como ocurrió en Haedo. Eso ilustra una relación directa de la ciudadanía con los reclamos en la vía pública que no toma en cuenta a la representación política. No es que la desconozcan, pero suceden en paralelo. También se puede ver en el plano gremial: hay un asambleísmo de base que, sin crear otro sindicato, se da líderes y sigue respuestas no oficiales mientras dura un conflicto.
–¿Se avanza hacia dos bloques de centroizquierda y centroderecha?
–Se especula con que se produciría un reagrupamiento en centroizquierda y centroderecha, como ha dicho el Presidente. En un momento en el que las identidades políticas se están debilitando en el mundo, es difícil que en la Argentina se instale esa tradición por un acto de voluntad. Sí creo posible que se conforme una coalición progresista, pero esas fuerzas no han aparecido aún. Hay núcleos incipientes: (Hermes) Binner en Santa Fe y (Martín) Sabbatella en Morón. Fuerzas con una incidencia local, pero poca presencia nacional. Depende de la capacidad que tenga Kirchner, no de cooptar, sino de hacer coaliciones políticas con líderes que existen, como Binner o (el gobernador de Mendoza, Julio) Cobos. Uno de los principales acontecimientos de esta elección es que se efectivizó la disolución de esa tradición política que es el peronismo.
–¿Cómo puede jugar el peronismo en una hipotética centroizquierda?
–Kirchner es un peronista que quiere ir más allá del peronismo. Si se produjo la ruptura con el peronismo de la provincia de Buenos Aires es porque quiso dar coherencia a su proyecto. De todos modos, parte de sus recursos humanos son los mismos que estuvieron en el peronismo bonaerense. Los analistas políticos tienen dificultad en ver que estamos asistiendo a la desagregación del peronismo. Es un hecho superestructural, aunque ha atravesado todo el aparato. Uno no puede imaginar que todo eso vuelva a agruparse, por más que voten juntos en el Parlamento. Ahora, que se produzca el quiebre no quiere decir que muchas tradiciones cuestionadas del peronismo no sigan: las relaciones clientelares y la forma ambigua con las instituciones políticas y con la ley.
–¿De qué forma puede articularse la centroderecha?
–Uno de los problemas es que Kirchner hizo en el plano de los derechos humanos y de reformas institucionales cosas que no se piensa que un líder de centroizquierda hubiera hecho. E hizo cosas en términos de disciplina fiscal y del orden de la economía que tampoco se piensa que la centroderecha hubieran podido hacer. Así, logró comerles libreto a los eventuales competidores políticos. Para que resurja el centroderecha tiene que ser creíble. Hay descontentos con Kirchner, tanto de izquierda como de derecha, pero no tienen crédito suficiente para opacar todavía lo que es el brillo de su rol en la salida de la crisis. La centroderecha está muy fraccionada: no sé si Macri va a adquirir un perfil de líder nacional. Los tránsitos de empresario a político pueden llevar más de diez años o no terminar nunca. A (Ricardo) López Murphy, que tenía una visión de mundo, le fue mal. A (el gobernador de Neuquén, Jorge) Sobisch se lo ve como un personaje pintoresco, pero no es seguro que pueda abrirse camino... aunque ya hemos tenido personajes pintorescos en la presidencia.
–Con el pase de Borocotó, ¿Kirchner no corre el riesgo de perder parte de esta legitimidad?
–Si se mete demasiado en la cotidianidad de la política corre el riesgo de erosionar su figura. Se ha instalado la imagen de que las alternativas son mucho peores. Tiene ese crédito. El Presidente tiene un poder muy amplio, ya que no hay una oposición organizada. Lo que va a pasar en el futuro depende bastante de lo que se proponga. En estos dos primeros años fue el líder de la salida de la crisis y gobernó con un poder personal, sin consultar a las Cámaras. En el momento de fijar un rumbo que no existe, es difícil que pueda seguir así. Estamos viviendo un crecimiento económico sostenido, pero hay pocas políticas distributivas. La expectativa sigue siendo que, después del proceso electoral, podría haber una redefinición de fuerzas políticas. La conformación de la centroizquierda o centroderecha está relacionada con que lo que había se desagregó, había un Presidente que corría detrás de acontecimientos en un país hundido. Ahora está con la cabeza fuera del agua. Entonces, ¿cuál va a ser la normalidad, entre comillas, de la situación? Esa es la gran pregunta.
Reportaje: Werner Pertot.