EL PAíS
Senadores, con el dulce sabor del deber cumplido
La Cámara alta sesionó en treinta y nueve ocasiones, mientras que Diputados sólo deliberó en ocho. La despedida “familiar” organizada por Scioli.
Por Eduardo Tagliaferro
Con la aprobación de la ley de donante presunto, el Senado dio los hurras. El miércoles finalizó el período ordinario de sesiones. La ocasión no pasó inadvertida para los que abandonan sus bancas. Un largo adiós, en el que los padres de la patria parecían hablarle a la historia más que a sus pares, se llevó varios minutos de la sesión. Los que se retiran habían llegado a la Cámara alta unos días antes de la explosión popular del 2001. Con sorpresa y con el temor en sus rostros, no fueron pocos los que pasaron varias jornadas encerrados en los pasillos del Palacio mientras afuera las calles porteñas eran testigos del “que se vayan todos”. Los recordatorios habían comenzado al mediodía, cuando el vicepresidente Daniel Scioli decidió homenajear a Eduardo Menem, Ramón Puerta y Mario Losada, tres presidentes provisionales del Senado que desde el 10 de diciembre terminan su mandato. Los senadores también destacaron que durante el año habían sesionado en 39 ocasiones. Algo muy distinto de lo sucedido en Diputados, que tan sólo tuvo ocho sesiones. Fue el oficialismo el encargado de resaltarlo. En parte como una crítica por elevación al duhaldismo que preside el cuerpo, en parte como reconocimiento a la fragmentación política que existe en la Cámara baja.
El acto en el que Scioli entregó plaquetas a los tres senadores no dejó de causar molestias dentro del kirchnerismo. Inicialmente pensado como un homenaje a Menem, la iniciativa se balanceó al incluir a los otros dos ex presidentes del cuerpo. “Por qué Daniel hace cosas como éstas”, preguntó ayer a este diario un importante legislador del oficialismo. La falta de una respuesta no deja de ahondar las dudas dentro, de lo ya de por sí suspicaces, hombres del oficialismo.
Ante un Salón Azul colmado, y con la presencia de varios parlamentarios, tal como los videos que suelen proyectarse en las fiestas familiares, se pudo ver las imágenes de Puerta en su provincia, con Carlos Menem, con el papa Juan Pablo II, poniéndole la banda presidencial a Adolfo Rodríguez Saá, que afirmaba que “la política es un apostolado” y un locutor en off lo llamaba “estratega de la política”. Hubo para todo un poco. Eso sí la crisis del 2001 fue recordada como la responsabilidad a la que el peronismo no le rehuyó el cuerpo. Ninguno de los presentes se acordó de la numerosa cantidad de víctimas que tuvo la revuelta del 2001. Luego en el recinto, el riojano Jorge Yoma sí hizo mención al comienzo del corralito, como medida expropiadora de los ahorros de los argentinos, y a que el pueblo llenó las calles derribando al gobierno y la institucionalidad.
A hora temprana, en el recinto y en la sesión en la que se aprobó la ley de donante presunto, la bonaerense Mabel Müller se despidió diciendo que “se iba con el concepto de la tarea cumplida”. También recordó que había puesto todo su esfuerzo en ser una buena senadora. No faltó quien en los pasillos del Senado recordara su intervención cuando en el gobierno de Eduardo Duhalde se derogó la ley de subversión económica. “No tendremos posibilidades para 18 millones de pobres si no somos capaces de hacer lo que, desgraciadamente, el Fondo Monetario nos dice que tenemos que hacer. Es cierto que es bueno tener dignidad, levantar la cabeza y decir somos argentinos. Pero también es cierto que a veces hay que agachar la cabeza para darle de comer a nuestros hijos, y nuestros hijos son los 18 millones de pobres que tenemos”, había dicho Müller en esa ocasión.
Las radicales Amanda Isidori y Miriam Curletti le mostraron su amistad. Todo parecía encaminarse hacia el género de la telenovela, cuando el salteño Marcelo López Arias reclamó avanzar con la sesión. La despedida llegó sobre el final. Allí Pichetto arrancó diciendo que “a este Senado le tocó asumir la representatividad institucional”. Calificó el “que se vayan todos” como el espacio del desprecio. En verdad se quedó corto, ya que la ira popular de aquellos días superaba largamente el desprecio hacia los legisladores. El bonaerense Antonio Cafiero reivindicó la ley que limitó la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires. Varios fueron los que reivindicaron el nuevo reglamento del Senado y a la titular de la comisión encargada de redactarlo, la sanjuanina Nélida Martí. La legisladora citó “Historia de dos Ciudades”, de Charles Dickens. Lo hizo para diferenciar la oscuridad de la luz, la revolución que dominaba las calles parisinas y el orden victoriano de Londres. Fue un paralelismo con el estallido del 2001 y la caída de Fernando de la Rúa. Al reivindicar la luz, quedó claro que su elección estaba en el orden. El orden victoriano claro está.