“Este es un gobierno de acuerdos políticos. Los acuerdos son recíprocos y si no lo percibo así, tomo decisiones en consecuencia.” Lo dijo ayer Jorge Telerman y es la muestra más acabada del motivo por el que realizó cambios en su gabinete en desmedro del kirchnerismo porteño y del ibarrismo: entiende que ni el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, ni Aníbal Ibarra lo acompañaron como corresponde en los tres meses que lleva al frente de la jefatura de gobierno de la ciudad. “Necesitamos que no estorben, ni pongan palos en la rueda”, señaló Telerman sin dar nombres propios y negó un acercamiento con el ex ministro de Economía Roberto Lavagna.

Telerman aprovechó el agasajo que ofreció con motivo del Día del Periodista para hablar por primera vez en público de los cambios que decidió realizar en la primera línea de su administración. Hoy, a las 15, volverá a aparecer ante las cámaras para poner ya en funciones a Alberto De Micheli, el reemplazante del kirchnerista Donato Spaccavento en el Ministerio de Salud, y a Juan Pablo Schiavi como sucesor de Ernesto Selzer –hombre del ministro de Planificación, Julio De Vido– en Obras Públicas. Además de esas modificaciones, Telerman decidió el recambio de la ibarrista Alejandra Tadei por el radical Agustín Zbar en la Procuración General, y nominar a Julio Macchi como presidente del Banco Ciudad en lugar de Eduardo Hecker.

“Cualquier especulación es lícita, pero no se corresponde con la realidad”, sostuvo Telerman, además de aclarar que las modificaciones obedecen “exclusivamente” a razones de gestión y que no están vinculadas con un alineamiento suyo con Lavagna, de cuya eventual candidatura evitó hablar: “Iniciar un calendario electoral –respondió al ser consultado– es un disparate porque no hay gobierno que no se resienta con eso”.

Quienes interpretaron la movida de Telerman como expresión de su sintonía con Lavagna fueron los kirchneristas que hoy tienen al ex ministro de Economía como enemigo público número uno. En el entorno de Ibarra coincidieron en esa lectura y también en definir los cambios como “un giro a la derecha”.

El jefe de Gobierno fue crítico con Ibarra. “Avanzar en posicionamientos electorales es lícito, pero hay que hacerlo con inteligencia”, opinó Telerman y añadió que “éste es un año en el que todos nos tenemos que dedicar a gobernar. No es comprensible que un país y una ciudad vivan permanentemente en climas electorales”. No fue la única crítica a su antecesor por su acto del viernes pasado. Además de anunciar que dará pelea en el 2007, Ibarra alertó entonces sobre una posible privatización del Banco Ciudad y Telerman respondió: remarcó que es “una estupidez supina” decir eso y atribuyó “perversión y mala intención” a quienes lo hacen.

Ibarra prefirió no alimentar la polémica. Su reacción fue “no cuenten conmigo para ninguna discusión menor, ya que mientras nosotros discutimos Macri se frota las manos”. Advirtió, de todos modos, que “vamos a seguir con atención el rumbo de la gestión, que obligatoriamente debe ser progresista como la gente votó en el 2003”.

Telerman no sólo está enojado con Ibarra, con quien evalúa que ya no hay reencuentro posible, sino también con Fernández y con los legisladores porteños que le responden. “Algunos quieren hacerme pelear con el gobierno nacional. Independientemente de las intenciones con que lo hacen, lo único que benefician es el avance y la consolidación de sectores de la derecha, en cualquiera de sus variantes”, se quejó el jefe de Gobierno. También enfatizó que son “artificiales e insostenibles las intenciones de confrontación” porque “adhiero y estoy de acuerdo con el gobierno nacional en sus líneas políticas centrales”.

Daniel Scioli, a quien Telerman le reprocha que hace campaña como candidato a jefe de Gobierno a expensas de su gobierno, no se la llevó de arriba: la ironía de que “hay algunos que recientemente parecen encontrarse en acciones progresistas” lo tuvo por destinatario.