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Un grito que nadie quiso escuchar

El relator de Naciones Unidas advirtió el pasado octubre la gravedad de la situación alimentaria mundial durante la presentación de su último Informe ante la Asamblea:

n El derecho a la alimentación está negado a millones y millones de personas. Diariamente 24 mil personas mueren de hambre, y si sumamos los que mueren por sus consecuencias inmediatas, alcanzamos la cifra de 100 mil personas cada día. El año pasado murió de hambre un niño menor de diez años cada cinco segundos. Cada cuatro minutos alguien muere por falta de vitamina A. 854 millones de personas subsisten gravemente subalimentadas. Y las cifras aumentan.

Minutos después, conversando en los pasillos de la ONU, Jean Ziegler se confesaba escéptico sobre el efecto de su grito de alarma ante una comunidad internacional que se mantiene impasible frente a la mayor tragedia del mundo actual: “Durante la hora y media que he hablado, 564 niños menores de diez años habrán muerto de hambre. Hay algo de fantasmal y espantoso en el hecho de que se discuta y discuta sobre qué medidas tomar mientras millones de personas agonizan de hambre, cuando esas medidas resultan tan evidentes que no haría falta debate alguno: frenar la especulación con los alimentos, evitar la destrucción de la agricultura africana por el dumping europeo, forzar a las corporaciones multinacionales que dominan la economía mundial a un comercio y unos salarios justos, hacer la reforma agraria en regiones donde la población no tiene acceso a la tierra... Pero detrás de los estados se mueven inmensos intereses de grupos económicos que lo impiden”.

Más de siete meses después, y agravada la situación por el constante aumento de precios de los alimentos básicos, la cumbre de Roma ofrecía una nueva ocasión para adoptar medidas urgentes y delimitar las responsabilidades de quienes se enriquecen con la miseria de millones de desheredados. Sin embargo, la reunión representó otro fracaso, reducida a vagas declaraciones de intenciones y una insuficiente recogida de fondos, mientras el hambre amenaza con extenderse a otros 100 millones de personas.

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