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¿Rojos o negros?

 Por Horacio Verbitsky

El periódico arribo a las actividades agropecuarias de capitales acumulados en otros rubros, produce un rico anecdotario propio de la transculturación del recién llegado. Un inversor financiero que terminó sus primeros novillos pidió por teléfono al consignatario que le enviara dos camiones jaula para cargarlos.

¿Negros o rojos?, preguntó el interlocutor.

Negros, respondió, el flamante productor.

Luego de un incómodo silencio, el consignatario insistió:

¿Está seguro?

Sí, negros, son Aberdeen Angus, explicó el novato.

El consignatario sugirió un encuentro personal. Después de la explicación, el nuevo hombre de campo entendió que rojo no era sólo el color de los Hereford, sino también la forma de describir las transacciones legales, con el debido pago de impuesto.

No podía decirle blanco o negro, se disculpó el consignatario. De ese modo, comprador y vendedor se dividen el IVA que deberían pagar al fisco.

En la década pasada, en la Sociedad Rural hubo una mesa redonda sobre el negocio ganadero, durante la cual hubo ácidas referencias al matarife y dirigente justicialista Alberto Samid, con larga fama como faenador clandestino. Cuando el panel estaba terminando, ingresó al salón el propio Samid, acompañado por cinco señores más jóvenes y fornidos que el resto. Dijo que mientras recorría los stands supo que estaban hablando de él y comenzó a reconocer y saludar a los asistentes:

Ah, ahí está Gómez Alzaga. ¿Cómo le va, yo le debo algo?

Y usted, Garat, nos conocemos bien. Yo soy Samid. ¿No le debo nada, no?

No, no, nada, musitó cada uno de los interpelados. La platea se fue vaciando en silencio hasta que sólo quedaron el sonriente Samid y sus cinco amigos. La evasión fiscal, como el tango, se baila de a dos.

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