Domingo, 31 de agosto de 2008 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
En su reciente libro “Vida y muerte de la República Verdadera” (Emecé 2007) el historiador Tulio Halperín Don-ghi brinda algunos antecedentes significativos que, mutatis mutandi, vale la pena reproducir, 45 días después del rechazo legislativo de la resolución 125, cuando las entidades de la Mesa de Enlace rechazan cualquier propuesta técnica racional desde el gobierno y preparan su desembarco en el Congreso, donde esperan formar un bloque transversal de base agraria:
“La reacción del presidente Yrigoyen ante una huelga ferroviaria parcial y otra portuaria había sido claramente favorable a los huelguistas; su contribución más decisiva al éxito de éstos había sido la negativa a usar el Ejército o la policía para reprimirlos, mientras conminaba a las empresas a seguir prestando los servicios públicos que estaban a su cargo, obligándolas así a aceptar el arbitraje de funcionarios del Poder Ejecutivo que, como sabían de antemano, no iba a serles favorable. (...) La creación de la Asociación del Trabajo reaccionaba contra las consecuencias de esa nueva actitud. (Su principal objetivo era) “ofrecer custodia armada y trabajadores temporarios a empresas cuyo personal se encontraba en huelga”.
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“Nuestros hacendados (...) contaban con más de un siglo de experiencia en la tarea de defender su causa ante el Estado y la opinión. Ahora iba a constituirse en su vocero [el presidente de la Sociedad Rural] Pedro T. Pagés (quien) convocaba a la entera clase ganadera a movilizarse en defensa de sus intereses, sobre los que pesaba una amenaza inminente. Al abrir su alegato con un anuncio de ruina inminente, Pagés se atenía estrictamente a las tradiciones del género (que presentaba) al Estado o la opinión urbana como totalmente ignorantes de lo que la ganadería significaba para la vida nacional.(...) No encontraba excesivo calificar de gigantesco a su esfuerzo y de titánicas a sus luchas contra los elementos naturales”.
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“La Liga Patriótica nació para dar permanencia a los grupos surgidos en forma espontánea durante la semana trágica de 1919. La Liga iba a encontrar muy pronto su lugar de elección en la lucha social al lado de actores más multitudinarios y menos poderosos que los agrupados en la Asociación del Trabajo, desde los propietarios de taxis hasta los colonos de las cuencas cerealeras. Es en estas últimas donde su presencia se hace sentir por más tiempo, con un modus operandi que recuerda, atenuadamente y en pequeño, el del temprano fascismo rural de las tierras bajas del Po. (...) Pero, a diferencia del fascismo rural, la Liga sólo ocasionalmente alcanza a ganar papel protagónico en los conflictos que en tiempos de cosecha oponen a los peones estacionales con propietarios y arrendatarios”. La Liga, “por primera vez en la Argentina proclama la decisión de organizar la violencia desde fuera del aparato estatal, para ponerla al servicio del orden social”.
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“En (la primera posguerra mundial) se desvanecerá casi del todo la amenaza que para el mundo empresario y rural había significado la Federación Obrera Marítima, y la ley de arrendamientos sumará sus efectos a los que habían dejado en los arrendatarios y pequeños propietarios pampeanos las conflictivas movilizaciones de los trabajadores estacionales, y los de una coyuntura que pronto se revelará efímera, pero que mientras perdura les asegura una prosperidad que no han conocido en el pasado, para integrarlos sólidamente en el bloque de fuerzas sociales conservadoras: así, hacia finales de la década la voz de la Federación Agraria Argentina va a ser quizás la más vehemente en el coro de protestas corporativas contra la tardía consagración legal de la jornada de ocho horas”.
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