Domingo, 24 de octubre de 2010 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
Así se tituló un grotesco filmado por Alberto Sordi, en el que la vida de un gerente se cae a pedazos: su mujer lo engaña, su hija es una ninfeta drogona y a él no le queda mucho tiempo porque un cáncer se lo devora. También en la política argentina todos pueden repetir ese título. Ya sin el efecto sorpresa, Scioli sigue con su ensoñación presidencial. Sabe que Néstor Kirchner sabe que ese lanzamiento es mucho más que una operación mediática y que no está en condiciones de impedirlo, y Kirchner sabe que Scioli sabe que hará todo lo necesario para multiplicarle los obstáculos. Ambos saben que el otro sabe que para realizar su fantasía Scioli tiene dos y no tres caminos: cotejar con algún Kirchner en la primaria del FpV u ofrecerse como alternativa externa. Cuando Kirchner lo invitó a que se presentara a esa interna, Scioli declinó porque todos saben que, si la perdiera, tampoco podría aspirar a la reelección en Buenos Aires. Dilema parecido enfrentó Felipe Solá en 2003 cuando rechazó la candidatura presidencial que le ofreció Duhalde porque sospechó una maniobra para desalojarlo de la gobernación. Todos ellos, más Maurizio Macrì, el filántropo colombiano, los hermanos del feudo puntano, el módico patagónico de Chubut, la esfinge escatológica de Llambí Campbell y el dúo folklórico Toma y Puerta, lo aguardan si se aventura a la intemperie. Pero en tal caso debería enfrentar a Néstor o Cristina en la elección general. La primera ronda podría dividirse entre cuatro y no tres fuerzas equivalentes y ninguna ganaría en primera vuelta. La candidatura presidencial de Scioli potenciaría la de Macrì para la reelección porteña y la de Francisco De Narváez a la gobernación bonaerense, pero dejaría sin lugar al resto del peornismo opositor. Scioli también sabe que Kirchner sabe que si rompiera con el gobierno nacional, los últimos meses de su mandato en una provincia con un déficit de más de 5.000 millones de pesos no transcurrirían sobre un lecho de rosas. Y Cristina sabe que Scioli sabe que el Poder Ejecutivo no puede permitir que se incendie el distrito en el que votan 38 de cada 100 empadronados. El Procurador del Tesoro de la Nación, Joaquín Da Rocha, sabe que CFK sabe de su aliento a Scioli, de su relación con Gustavo Caraballo y el Grupo Clarín, de algunos negocios de su estudio (la representación de la pastera finlandesa conocida como Botnia o su asociación con el estudio mendocino del líder radical Ernesto Sanz) y que no le interesa escuchar sus disculpas. Tal vez aún no sepa que el gobierno también sabe del operativo de prensa que montó para que se destacara el rol de la Procuración en el patrocinio de la solicitud de levantamiento de la medida cautelar contra el artículo 161 de la ley de medios, aunque por expresa decisión presidencial sólo firmó. Y acaso el Poder Ejecutivo todavía ignore que ante el ofrecimiento de notas con Da Rocha hubo periodistas que aceptaron si también contestaba sobre los maltratos a su exposa documentados en actas policiales, por lo cual no hubo entrevistas. Más temprano que tarde, terminará por entender que todos saben que su tarea como jefe de los 115 servicios jurídicos del Estado ha concluido y que lo único que le queda por delante es ahorrarse el último papelón.
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