En la Dirección General de Aduanas, el organismo que controla los puertos habilitados para comerciar, las inversiones en tecnología y expertise parecen dar resultado. Mediante un trabajo de inteligencia que implica investigar sobre todo a los nuevos exportadores, los técnicos del Departamento Narcotráfico fijan, por períodos de tres meses, “perfiles de máximo riesgo”: lo hacen según tipo de mercadería, aduana de destino y pasado comercial del exportador.

En el caso de los cueros en los que iban 280 kilos de cocaína hacia España, por ejemplo, el gerente de la empresa era un hombre mayor de setenta años con poca experiencia gerencial; había tenido un almacén de ramos generales. “No es extraño que últimamente se registren inscripciones de personas mayores de setenta años que por la edad luego tendrán prisión domiciliaria. Los ponen como ‘hombres de paja’: buscan jubilados y los ponen como gerentes de las empresas.”

Los investigadores de la causa abierta por este decomiso de la Aduana creen que el detenido puede no haber tenido información sobre el envío y confían en que pronto será capturado el que recibiría la carga en España, ciudadano europeo.

Es la historia de los eslabones más débiles del narcotráfico: desesperados que buscan una salida urgente. “Antes la mula era una persona que podías ver: había comprado el pasaje en efectivo, usaba ropa sin marcas, parecía humilde. Ahora la que cae es ‘gente bien’”, dice un funcionario del área. La perdición en las aduanas sobre todo para quienes intentan pasar droga embalada en el equipaje o en objetos son los 75 perros entrenados que, dicen, a fin de año serán 120. En el caso de los cargamentos, la revisión es por “perfil narcotráfico”: si entran en esa categoría se los revisa de arriba abajo, aun a riesgo de que el Estado tenga que indemnizar al exportador si no le encuentra nada.