Domingo, 1 de julio de 2007 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Mauricio Macri y Fabiana Ríos se dejan definir con la palabra “opositor”, pero no autorizan muchas más simetrías. Sus historias personales y políticas son diferentes, también sus pertenencias sociales. Si, al estilo de la revista Caras, visitáramos sus casas (se puede hacer releyendo las crónicas de estos días) toparíamos con la fastuosa morada de un bacán sin cargas de familia ni bienes culturales importantes vs. la de una militante política, que vive con lo justo, con su acervo de música y libros. El tono de los dueños de la Argentina noventista (la riqueza sin pudores ni velos) vs. el de su mítica clase media ilustrada. Sus ideologías van en paralelo con su acopio de bienes materiales. Sus despedidas de la Cámara de Diputados también fueron ilustrativas. El presidente de Boca, que estaba a un tris de quedarse libre por faltas, dimitió por escrito, ni pasó a saludar. Ríos fue celebrada por sus pares (no sólo por sus compañeros de bancada) en una expresión de solidaridad horizontal que no revierte el tono crispado de la política cotidiana pero que la endulzó por un rato.
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