Domingo, 1 de julio de 2007 | Hoy
–¿Qué factores sociales e institucionales están detrás de la corrupción y el clientelismo como prácticas persistentes de la política partidaria y del funcionariado público?
–El Estado argentino ha sido históricamente débil en este sentido, ha sido unilateralmente usado por la oligarquía en el pasado lejano, y desde entonces ha sido ejemplo de un Estado capturado, corporativo, de clase, muy poroso a este tipo de influencias. Después, lo que ha empeorado mucho las cosas ha sido la destrucción del Estado, primero con Videla-Martínez de Hoz, y después la tremenda desvalorización del Estado durante el festival antiestatista de los ’90. Todo esto ha producido un Estado desvertebrado, con gobernantes que han tenido el perverso talento de echar o inducir a irse a gente muy valiosa, por lo tanto no es sorprendente que en este momento tengamos que lamentar la existencia de prácticas clientelares, a las que muy pocos sectores políticos dejan de tener como parte de su identidad. Habría que empezar por tener el coraje y la visión a largo plazo de crear un verdadero servicio civil. No sería la panacea frente a los males del Estado, pero sería una especie de columna vertebral de funcionarios nombrados por concursos serios, no truchos, con procesos de capacitación recurrentes, con sueldos decentes, en fin, crear las condiciones para que haya un sector que recorra todo el aparato estatal y sea una gran trinchera contra la corrupción y el clientelismo. Sería, además, como consecuencia, fundamental para tener un Estado más democrático y más apto para el desarrollo de la ciudadanía. Por supuesto, ayudaría mucho que los gobernantes dieran el ejemplo, ayudaría mucho no cooptar y sí dar recursos suficientes a las agencias de control.
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