Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
No se debe vender la piel del oso antes de cazarlo ni, correlativamente, armar gabinetes sin haber ganado las elecciones. Claro que Daniel Scioli las tiene todas consigo. En Buenos Aires no hay segunda vuelta, le bastaría un voto de diferencia para llegar a la gobernación. Sin entrar en detalles, que más adelante se sobrevolarán, sus perspectivas son aún más propicias que las de Cristina Fernández de Kirchner, sujeta a las reglas del ballottage. Los confidentes del gobernador en ciernes, sus aliados, los ungidos, él mismo van “filtrando” quiénes integrarán su equipo de gobierno. Con nula confirmación formal porque aunque el oso se encamina solito a la zona de influencia del rifle del cazador todavía sigue retozando. Entre los nombres que se han echado a rodar dos refulgen con brillo propio, valga la expresión, en las marquesinas: Lucía Galán (la dama de Pimpinela) sería responsable de Minoridad, el médico Claudio Zin encargado del área de Salud.
Galán es amiga personal del vicepresidente. Este diario contó hace meses que estuvo acodada a la mesa principal en su cumpleaños, celebrado en el Hotel Hermitage de Mar del Plata. Jamás ejerció cargo alguno y se ignoran sus incumbencias en el área que, se da por hecho, regirá. No se trata de una zona edénica, ni diminuta. Los problemas de minoridad en la provincia son ciclópeos, se gestionan en cooperación con el sistema judicial y articulando con los municipios. Se requiere muñeca política, saber técnico, sensibilidad social. El sistema suele funcionar como distribuidor de castigos adicionales a quienes son chicos, pobres y expuestos al abuso o al delito.
Zin tiene menos rodaje recorrido junto a Scioli. Comedidos bonaerenses refieren que le fue presentado por el empresario Daniel Hadad. Zin es un profesional graduado en la UBA, de enorme despliegue mediático. Gusta definirse como “periodista científico”. Su discurso público en temas tan sensibles como drogadicción y diversidad sexual lo ubican en el ala derecha de Radio 10. Borocotó, a su lado, sería un liberal norteamericano. Su experiencia previa en gestión pública ronda el cero. Too much, podría decirse, para quien podría hacerse cargo de un área que tiene a cargo más de cien hospitales, que supone intensa interlocución con intendencias de variada coloración política y problemas de enorme densidad.
Peronistas memoriosos evocan que Antonio Cafiero, dos décadas atrás, apeló a Floreal Ferrara, sanitarista de consistente formación política y humanística, requisitos que también cumplió luego Ginés González García. Da vértigo asomarse al abismo posible entre lo que fue el peronismo renovador y lo que profetiza ser el postmodernismo motonáutico.
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El cronista indaga entre dirigentes kirchneristas del Frente para la Victoria que combinan sarcasmos y rezongos, en voz suficientemente baja como para que no lleguen a oídos del candidato-insignia. No es momento de discutir, concuerdan los compañeros del territorio. Sus pruritos no terminan con el star system, también aluden a Guillermo Francos, quien presidiría el Banco Provincia. Francos, quien dejó la política por “fatiga moral” de la que estaría repuesto, trabaja actualmente para el grupo Eurnekian.
Scioli, precavido, se ha reunido con dirigentes sociales y gremiales para atenuar sus recelos. Lo hizo con referentes del movimiento Evita y de la CTA. Fiel a su estilo, fue todo buenas ondas y promesas de convivencia. No negó que Galán y Zin estuvieran en sus ternas, tampoco los confirmó.
En tanto, Zin (ajeno a la parábola del oso) se entrevista con funcionarios de Felipe Solá para imponerse de la estructura burocrática que tendrá bajo su mando.
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El episodio alude a una puja sorda en trance de resolución. Cuando Néstor Kirchner eligió a Scioli intentó calmar el revuelo en sus filas transmitiendo que metería mano en las listas nacionales, las provinciales y en el gabinete. O influyendo al menos. Con las boletas casi impresas puede decirse que ese cometido se cumplió parcialmente en la lista de diputados nacionales. En las distritales Kirchner privilegió los intereses de Cristina Kirchner por sobre los de sus aliados. Y que incluso mediaron exclusiones duras como fue la del dirigente social Jorge Ceballos, a quien no se le permitió una lista colectora en La Matanza. Ceballos era avalado por Alicia Kirchner, su antagonista provincial fue Alberto Balestrini. El actual diputado y aspirante a vicegobernador se le plantó firme a los operadores presidenciales para amurallar a su delfín en La Matanza. Ganó la pulseada, susurran allegados al gobierno nacional, amenazando con bajarse de la fórmula con Scioli, que jamás quiso integrar. La anécdota, que seguramente generó facturas de pago diferido, define cómo se batallan los espacios en la provincia de Perón y el peso relativo que tienen los jefes locales.
¿Habrá algún mensaje de la Rosada a Scioli para que modere sus devaneos faranduleros? Jamás en público, jamás antes de las elecciones. Punteros, dirigentes y operadores del FPV especulan con otro dato sugerido por algunos encuestadores: Scioli podría obtener más votos que Cristina en la provincia y eso redefiniría su autonomía de maniobra. La lógica indica que habrá convergencia entre los sufragios de ambos postulantes. Cuesta imaginar, en grandes números, importantes cortes de boleta. Pero nada puede descartarse hasta que no se abran las urnas.
En la somera crónica del cumpleaños de Scioli publicada el 18 de marzo Página/12 evocó que, amén de Pimpinela y Hadad lo acompañaban Daniel Passarella, Orteguita, Mirtha Legrand y un integrante de los Midachi. Se ignora si habrá espacio en la provincia para ellos, una vez desollado el oso.
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