Martes, 16 de marzo de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Eduardo De la Serna *
El otro día celebré misa en uno de los barrios de la parroquia. La capilla, como es lógico, es pequeña. En el momento del Padrenuestro, como es habitual, todos se dieron la mano, y en ese momento Pelusa se estiró y tocó las manos de Mirta y Jesica que se la estaban dando entre ellas. Pelusa tiene un año, y es de raza “callejero”, “perro de la calle”, que le dicen. Viendo el gesto, también ella quiso participar y no soltó sus patas hasta que ambas “humanas” se soltaron a su vez. Yo había visto perros que se acercan a la comunión detrás de toda la fila, y hasta perros que saludan en “la paz”, pero nunca un perro que diera “la mano en el padrenuestro”.
Darse las manos pretende ser un signo de fraternidad frente a Dios al que reconocemos como “Padre” que nos hace hermanos y hermanas. ¿Y un perro podría serlo? Obvio que no, parece la respuesta fácil y rápida. Pero recordé en seguida la insistencia en el título “hermano/a” que pone Francisco de Asís en su oración a la creación, celebrando al hermano aire, y al fuego, y la hermana agua o “hermana madre tierra”.
Cuento una anécdota de Aparecida: cuando se empezó a redactar el capítulo sobre ecología, yo propuse la cita de Francisco que alaba a la “hermana, madre tierra”, y en seguida fue aceptada pero en cada redacción eliminaban “madre”, y yo reincidía. Finalmente, cuando el texto es llevado para pulir definitivamente –y adulterar, como es el caso– tuvieron que poner “madre tierra”, porque así lo dice el santo. Parece que los obispos, no sólo no conocían a Francisco, sino que el miedo a la religiosidad indígena y a aparecer “pegados a la Pachamama” los hacia negar incluso lo evidente.
Lo cierto es que la “hermana madre tierra” nos urge. ¿Tratamos como hermana” a la “madre tierra”’? Pelusa me recordó que somos hermanos de la creación. A la que somos incapaces de “dar la mano”. Mientras tanto, no sólo la “embasuramos”, sino que, además, la llenamos de glifosato, transgénicos y demás cosas que nos exige el dios dinero, pero matamos, envenenamos y “profanamos” a la “madre-hermana”, aunque nos dé la mano en la oración. Quizá muchas “Pelusa” nos harían bien para refrescar la fraternidad con la “madre tierra”, y aunque desde Roma nos hablen de liturgias solemnes, casi inmaculadas y divinas, una perrita nos enseñe “humanidad”.
Las denuncias por casos de abusos de curas a menores no son nuevos. Y tengo claro que “denuncia” no quiere decir “abuso”, sino sólo sospecha. Pero como ahora le toca el turno a la “perfecta” y “superior” Alemania, me parece interesante comentar algo. En realidad, tengo presente el caso de un cura argentino –religioso él– al que –ante el caso Grassi, condenado por abuso– un superior le dijo que “no podía juzgarlo y debía recordar que todos somos pecadores”. Cuando me lo contó, herví. Claro que soy pecador. Pero nunca abusé de un menor, nunca cometí un crimen aberrante. ¿Que merece misericordia? Claro. Como todos. ¿Que debe hacer tratamiento? Claro, como todos los enfermos. Pero siendo un criminal, debe tratarse desde la cárcel, no desde un “traslado pastoral”, que disimule o “tape” lo aberrante. Hoy sabemos que Juan Pablo II no era tan firme en estos temas, como el silencio ante los abusos de Marcial Maciel lo evidencian (Maciel es el fundador de los Legionarios de Cristo, importante congregación derechista de origen mexicano... “la obra” debe trascender, parece decirse, y conviene “silenciar” los “deslices” del fundador). Pareciera que J. Ratzinger es más rígido como la condena a Maciel lo revelaría, aunque habrá que esperar que se aclaren con justicia las últimas denuncias sobre el silencio del actual Papa en un caso cuando era obispo de Munich. Lo cierto es que en la estructura eclesiástica parece que muchos no lo ven como un hecho aberrante sino como “caída”, “debilidad”. Es más, creo –y sería espantoso– que varios en la jerarquía miran con peores ojos que un cura esté en pareja heterosexual –clandestina, obvio– que el hecho de que un cura abuse de menores. ¿Será que muchos en la Iglesia no consideran realmente “delito”, “criminal” la pederastia? Sería gravísimo que no lo hicieran, sería complicidad. Barrer bajo la alfombra no es meritorio ni prudente ni diplomático. Es sucio.
Es bastante conocida la famosa pintura de Rafael Sanzio, “La escuela de Atenas” (pueden verla en http://agaudi.files.wordpress.com/2007/11/laescueladeatenasgr.jpg). En ella, caminando entre la gente, se ve a uno –Platón– señalando hacia arriba, mientras otro, Aristóteles, tiene la mano abierta con la palma hacia el piso (se puede ver el detalle en http://www.biografiasyvidas.com/monografia/aristoteles/fotos/aristoteles_5.jpg). Se suele decir que Platón señala el mundo de las ideas, mientras Aristóteles marca “la realidad” (queda para otro análisis la pregunta por qué “las ideas” están arriba y “la realidad” está abajo). Lo cierto es que pareciera que la política de ayer y de hoy se mueve en un “eterno conflicto” entre lo ideal y lo real. No pretendo aclarar nada sobre este tema tan fascinante, pero sí señalo que creo que “realidad” e “ideal” deben ir y venir continuamente del uno al otro en una tensión dialéctica para evitar “pragmatismos” o “idealismos” que no den respuestas sabias al momento presente. Mientras escucho algunos políticos hablando de “pragmatismo” y otros defendiendo “ideas”, me llama la atención y recuerdo a Rafael. Algunos proponen cosas maravillosas, o –al menos atractivas–, pero es evidente que les falta “la realidad”, mientras que otros pretenden mirar la realidad sin moverse hacia un idealismo... Veo discursos más o menos razonables de algunos sectores, pero a su vez veo que son “impermeables” a la realidad y terminan o bien aislados (es obvia la izquierda que se divide una y otra vez en “diluciones homeopáticas”), o bien “pegados” a sujetos detestables. ¿Cómo explicar, si no, a Pino Solanas al lado de Morales-Carrió-Menem? Me niego –por otro lado– al discurso aparentemente “único” de sectores políticos (recuerdo a Carlos Saúl con su “las ideologías y las utopías han muerto”), el discurso único de los economistas (no hacen falta ejemplos, pero no quisiera despegar de esto a la Asociación [pseudo] Cristiana de Dirigentes de Empresa, de la que lo único que me queda claro es que de “cristiana” no tiene nada), y también al “discurso único” en la Iglesia, que contradice la tradición –como si fuera lo mismo Tomás que Buenaventura, e incluso la Biblia, ya que no es lo mismo Mateo que Pablo). Escuchar a supuestos dirigentes inmaculados (y no me refiero a Carrió ya que el circo está de receso y retoma sus funciones en vacaciones de invierno) hablar de “transparencia”, de “proyectos” y notar que la realidad parece ausente de sus discursos, me parece grave y preocupante, por más agradable que aquellos sean. Y si miro la realidad, mirar ciertas caras o apellidos me invitan o al Alzheimer o a la militancia. Y, la verdad, creo que lo primero es enfermedad y lo segundo esperanza.
Coordinador del movimiento de sacerdotes en opción por los pobres Carlos Mugica.
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