Domingo, 24 de julio de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › EDICIONES DE E-BOOKS
La Editorial Universitaria Villa María (Eduvim), de Córdoba, ya lleva editados alrededor de 80 e-books. Y pretende tener sustento comercial. Los públicos digitales y los de papel.
Por Soledad Vallejos
No por ser reciente deja de tener ribetes de debate clásico: ¿Qué se lee en papel? ¿Qué se lee en formato electrónico? ¿Por qué elegir una cosa o la otra? Y también: ¿De verdad hay una regla? Dentro de un tiempo no tan lejano, para los lectores será, tal vez, uno de esos enormes pequeños dilemas de la vida cotidiana. Por lo pronto, ya lo es en parte de la industria editorial local. A sólo tres años de diseñar catálogo desde cero y lanzarse al mercado, la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim), de la Universidad Nacional del mismo nombre, ya tiene sus hipótesis de funcionamiento del público ante el nuevo horizonte de posibilidades en el cual, por lo demás, no toca de oído ni como novata, habida cuenta de que lleva editados alrededor de 80 títulos como e-books. “La lectura que busca información se hace en e-book; la que es por placer, que se vuelca a la ficción sin buscar nada más que goce estético, es en papel”, dice sin dudar Carlos Gazzera, director de la editorial y fan confeso de su tablet.
“Es que en el formato electrónico, en especial si se hace en tablets, suele ser arbóreo: un concepto te lleva a otro, y de ahí a otro, y así”, razona. “Son distintas velocidades. Y claro, también el lector que queremos construir.” En ese mundo moderno en dos tiempos, Gazzera insiste, además, en que el caso de Eduvim (www.eduvim.com.ar) es particular, porque aun siendo una editorial universitaria, pretende ser comercial. Quiere “recuperar”, define el director, el prestigio comercial de los textos publicados desde sectores académicos, para que las librerías vuelvan a quererlos en sus mesas. Signo de los tiempos, ese anzuelo tentador, aun para vender libros en papel, hoy parece incluir la dimensión electrónica en el perfil de un sello.
El e-book en Argentina era poco más que un amago lejano, pero algo de sus primeras incursiones serias en la industria norteamericana llegaba a oídos locales. En Córdoba, de hecho, mientras Eduvim se lanzaba a editar los primeros títulos, sus responsables eran conscientes de estar llegando al campo al mismo tiempo que se debatía “el futuro del libro”. Gazzera recuerda que, con poco tiempo y títulos flamantes en librerías, ya existía el plan de meterse de lleno en lo que parecía inevitable. “Al momento de nacer como editorial, todo el mundo editorial discutía el futuro del libro. Desde el momento cero estuvimos atravesados por esa discusión.”
De tres años a esta parte, resume, el mundo editorial cambió en más de un sentido. “Hubo resoluciones en torno del e-book que no existían. Google books tenía pocos acuerdos con editoriales argentinas. Todavía no se había resuelto cuál iba a ser el lenguaje que se iba a utilizar para codificar textos electrónicos, ni cuál iba a ser el formato universal para que lo pudieran leer todos los e-readers. En ese momento, recién, Amazon y Barnes & Noble estaban lanzando masivamente sus propios e-readers. Todavía no existía el iPad con esta capacidad para leer pdf...” En cambio, hoy sí existe un código capaz de volver legibles los textos electrónicos para casi todos los lectores, “el de Adobe”, y también una licencia que regula las copias para preservar derechos de autor, la DRM (Digital Rights Management), “que permite dar seguridad a los editores sobre los contenidos que se comercializan en las plataformas”. Esto último es, precisamente, el eje en torno del cual gira un debate que parece lejos de quedar resuelto.
En las ciudades, en Buenos Aires, en especial en los medios de transporte, empieza a notarse cómo se incorporan los dispositivos electrónicos de lectura en la vida cotidiana. Sin embargo, algunas de las preguntas que cada día ponen en crisis, por ejemplo, a la industria discográfica, siguen sin tener respuesta para el mundo del e-book. Por caso: “¿Cómo se va a acceder a los contenidos en el futuro no lejano? ¿Y qué rol cumplen los editores en relación con ese contenido?”. Gazzera, al menos a esta altura de los acontecimientos, observa que “muchos bregan por un contenido libre, casi en una posición extremista, de modo que no haya derechos de autor de ninguna manera. Otros, y hablo por nosotros, no comparten eso. En nuestro caso, creemos que los contenidos digitales deben ser mucho más económicos y accesibles, pero nunca gratis, porque el mundo editorial sigue siendo el resguardo de los contenidos, y el criterio de valor de la cantidad de contenidos que se ponen en circulación”. Junto con esa decisión llega, también, otra resolución de Eduvim: “Digitalizar, y con DRM, sólo los textos académicos. Y no digitalizar los textos literarios”, como los que componen sus colecciones de autores noveles y novelas policiales.
El lector de literatura, de ficción, dice Gazzera, él mismo docente de Letras y también de Ciencias de la Información en la UNVM, “todavía no tiene una práctica de leer en tablets o e-readers. Y aunque lo tenga, creemos que el contenido y la forma no son indisociables. Creemos que la literatura, los libros de ficción y los buenos libros, deben tener primero una circulación en papel. No tienen un lector ávido de solamente acceder a la información, sino un lector que busca otra cosa, un goce estético”. El formato electrónico, en cambio, tiene una llegada especial y casi ideal para el mundo académico: “En los journals, lo que se busca es la última información. Las formas de indexar, en esa lectura, son sobre lo inmediato. Es una velocidad que puede poner la información a disposición de inmediato, para que otro investigador, en otro lugar del mundo, tome esa información y la use”. Por eso, al menos de momento, Eduvim reserva sus e-books para títulos estrictamente académicos, algo que, además, permite incidir “sobre la cultura de la fotocopia, tan propia de los estudiantes universitarios. La idea es que empiecen a acceder a textos completos, en versiones originales”.
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