Domingo, 9 de agosto de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › ALEJANDRO VANOLI, TITULAR DEL BANCO CENTRAL, ANALIZA LAS CORRIDAS CAMBIARIAS QUE PRECEDEN A LAS ELECCIONES
En los días previos a estas elecciones, otra vez los ataques especulativos intentaron imponerle al Gobierno una devaluación. Vanoli analizó los factores históricos que subordinaron la política a la economía, y explica cómo se logró revertir esa lógica.
Por Raúl Dellatorre
En las últimas semanas, el país volvió a estar sometido a un escenario que, históricamente, no es nuevo: las corridas cambiaras en los días previos a las elecciones nacionales. En diálogo con Página/12, el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, analizó los factores que pesaron sobre la situación actual y la reacción que tuvo el gobierno para frenar la corrida. “Hay una correlación histórica entre golpes de mercado y gobiernos débiles. A Isabel Perón (1975) y a Raúl Alfonsín (1989) los derrotaron con golpes de mercado. El fin de la convertibilidad y la salida de Fernando de la Rúa (2001) también estuvieron ligados a las condiciones impuestas por el mercado financiero. Pero ahora se invirtió la lógica. Es la política la que subordina a la economía. Y hay una centralidad política, en la toma de decisiones, en la figura presidencial. Las políticas económicas se deciden sobre la base de objetivos políticos y sociales, de crecimiento con mayor justicia, no de tener equilibrio fiscal a cualquier costo”, sostuvo el responsable del organismo monetario. “Por supuesto que quienes impulsan la corrida tienen el propósito de obligar al gobierno a abandonar esa posición y hacer un ajuste, es un mensaje a quien está y a quien viene a ocupar el cargo como nuevo presidente; una megadevaluación es muy buena para algunos, pero muy mala para muchos”, explicó Vanoli en esta entrevista.
A lo largo de los dos gobiernos de Cristina Kirchner, los ataques especulativos, particularmente en el mercado cambiario, han sido recurrentes en momentos de definiciones políticas. Pero es un fenómeno histórico, que relaciona a la democracia con los condicionamientos que pretende imponerle el llamado mercado. ¿Cómo describiría esa disputa en la instancia actual?
Yo diría que la diferencia fundamental con experiencias anteriores está dada por la centralidad política que ejerce la Presidenta de la Nación. De esa forma se le logró torcer el brazo a los intentos de golpe de mercado en esta oportunidad y en las anteriores. Los gobiernos de Isabel Perón en los ’70, de Alfonsín a fines de los ’80, incluso De la Rúa en 2001, estaban en una posición de mucha debilidad frente a la presión del establishment. No tenían prácticamente instrumentos para defenderse en materia de política cambiaria o monetaria. Hoy Argentina llega en posición de mayor fortaleza frente a estos factores de poder, hacia el fin de un mandato presidencial, porque ha resuelto temas estructurales críticos: no tenemos más la presencia del FMI en nuestra política económica, y hubo un proceso desendeudamiento que es fundamental. Con estos condicionamientos, hubo gobiernos anteriores que no podían tener política cambiaria independiente, no podían emitir con lo cual no tenían política monetaria., Hoy es diferente, sobre todo tras la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central de 2012, que le devolvió atribuciones. Te condicionaban a través de la deuda: si no hacías lo que “los mercados consideraban políticas razonables”, no te refinanciaban. Y por otro lado, la carga de la deuda, un endeudamiento que generaba una incapacidad para crecer, para que haya educación, salud, porque todo iba a la deuda. Pero a partir del desendeudamiento, ya no hay obligación de hacer las políticas que exigen los mercados. Ni siquiera con todos los intentos de golpe financiero que tuvo que afrontar este gobierno. Y ese resultado se logra por haber invertido la lógica. Por un lado, hoy es la política la que subordina a la economía. Por otro lado, hay una centralidad política en la figura de la Presidenta, haciendo políticas económicas sobre la base de objetivos de crecimiento. Sostener esa estrategia, tanto frente a la presión de los grupos económicos más poderosos como frente a otro tipo de soluciones propuestas para afrontar la crisis, es fundamental.
¿Los golpes de mercado son un intento de obligar al gobierno a tomar el camino del ajuste?
Claramente. Porque hay una situación internacional que genera tensión sobre el mercado cambiario, y ahí hay dos estrategias para responder. Una es hacer el ajuste, con una devaluación fuerte para beneficiar a los exportadores y encarecer la importación, bajar el gasto público, y provocar una recesión que reduzca el consumo. La otra estrategia es más compleja. Porque frente a una crisis mundial, donde caen los precios de los productos que Argentina exporta, cae el comercio porque se demanda menos, tus principales socios comerciales la están sufriendo, si la apuesta es a sostener el crecimiento interno implica una solución más compleja, con una gran centralidad del Estado. En un primer momento, el país optó por acorazarse, cuidar las divisas. En un segundo momento, cuando se entendió que esta situación se extendía, decidimos potenciar las políticas anticíclicas para contrarrestar el bajón externo. Eso implicó aceptar más importaciones, no acumular tantas reservas y se trató de que los sectores productivos tengan las divisas necesarias para producir en las mejores condiciones. Es un ejercicio complejo porque se trata de tener bajo control el sector externo, sobre la base de seguir priorizando el crecimiento de la economía, sostener el consumo interno, mantener el empleo. Ir por el lado del ajuste, que es lo que el establishment promueve, tendría un costo social enorme, con un agravante. Una megadevaluación en Argentina tendría consecuencias más graves de la que tiene en otros países, porque además la recesión vendría de la mano de una inflación mucho más alta (por el mecanismo de formación de precios en Argentina de los sectores más concentrados). Y una puja distributiva feroz.
Los costos de un ajuste devaluatorio están claros. ¿Se pueden medir los resultados de haber adoptado el camino más complejo? Todavía la economía argentina no ha vuelto a la dinámica previa.
Los resultados de esta política de priorizar el crecimiento se están viendo. Hoy tenemos parte del aparato productivo que está sufriendo las consecuencias de la menor demanda externa, como la industria automotriz, mientras que otros sectores que tienen que ver con el consumo interno, con el salario, están viviendo una suerte de “boom”: la construcción, la indumentaria, con tasas de crecimiento de hasta dos dígitos (más del 10 por ciento anual). El impulso y sostenimiento del mercado interno es la manera de no tener un aumento del desempleo, no tener una recesión enorme como tendríamos si no estuvieran estas políticas. Por eso, cuando hablan de gasto público o de emisión excesiva, yo pregunto qué pasaría si no estuviéramos utilizando estos instrumentos. La mayor emisión monetaria tiene que ver con que el Estado pueda financiar las políticas sociales, los planes de consumo, las medidas que tienen que ver con la actividad productiva como los subsidios para que la economía tenga mayor competitividad. Hay quienes por un lado reclaman productividad y, por otro, critican los instrumentos. Algunos ven sólo en el tipo de cambio, es decir en la devaluación, el instrumento.
Y utilizan los mercados especulativos para presionar por una devaluación.
Obviamente, una devaluación es muy buena para los exportadores y para aquellos que no dependen del consumo interno, pero es muy mala para todos aquellos que viven de un salario o que viven de vender sus productos a quienes tienen capacidad de consumo interno. Entonces, lo que se necesita es tomar medidas crediticias y fiscales que compensen la caída de la demanda externa. Sin embargo, se critica el nivel de emisión monetaria del Banco Central o el financiamiento con los recursos de Anses. Ahora, me pregunto, ¿cómo estaríamos si este gobierno se volviera loco y decidiera que el Banco Central y Anses dejaran de financiar? ¿Qué sucedería? Los jubilados estarían peor, y los futuros jubilados también, porque los fondos previsionales no es una caja que tiene que estar guardada sino que hay que ponerla en movimiento, y que mueva la rueda de la economía. En todo el mundo los fondos previsionales se utilizan para financiar al sector público. En muchos lados, con AFJP privadas, que hacen la intermediación y se quedan con el negocio, pero invierten en deuda del Estado, siempre. En Estados Unidos, en Europa o en Japón. Y por otro lado, los bancos centrales de todo el mundo financiar al Estado. ¿Qué hace el Banco Central Europeo? Compra bonos de la deuda de los países miembros. ¿Y está mal eso, no es lógico? El problema de Europa son las políticas fiscales de ajuste, pero la política monetaria es súper expansiva. Y no genera inflación. Y este es un tema para un gran debate interno. ¿Qué relación hay entre expansión de la base monetaria e inflación? Cuando se observa a Europa, Japón, y ni hablar de Estados Unidos, si se mide lo que aumentó la monetización es impresionante, y la inflación está en el dos por ciento. La inflación es otra cosa. Aquí también subió la emisión monetaria en el último año para financiar estas políticas y a pesar de ello bajó la inflación, medida por quien sea. Esto, la ortodoxia no lo puede explicar, como tampoco explica las consecuencias de la política de ajuste y la megadevaluación que promueven.
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