Domingo, 9 de agosto de 2015 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
Quienes 50 años atrás nos emocionamos y disfrutamos a la distancia del triunfo de los primeros Pumas sobre los Junior Springboks, por 11-6 en el Ellis Park de Johannesburgo, en parte repetimos las sensaciones horas atrás, con el partido que estos Pumas le ganaron 37-25 al seleccionado mayor sudafricano, esta vez, también a la distancia, pero ahora por televisión, desde Durban. Curiosamente, sin ventaja territorial ni mayoría en la posesión, en ningún momento, ya promediando el primer tiempo, el equipo nacional perdió protagonismo, y de a ratos fue netamente superior a los sudafricanos, que recién después del try de Le Roux, ya en el segundo tiempo, intentó reaccionar de un inexplicable letargo, no exento de errores de manejo.
Pero Los Pumas, tan sólidos en defensa como atrevidos en la ofensiva, con la consistencia de un pack de forwards, una vez más gran artífice para la generación de juego y, como corresponde, intentando permanentemente convertir todo lo que se pueda en algo parecido a un scrum fijo, llevaron a sus adversarios a un impensable desconcierto. A todo esto se sumó la puntería y el oportunismo de Bosch, para embocar un penal de media cancha y luego un drop, en momentos en que los locales estaban insinuando una reacción.
Las frías y racionales estadísticas dirán que fue el primer triunfo de los argentinos sobre los sudafricanos en todo el historial. Pero como siempre, el corazón tiene razones que la propia razón desconoce, y aparte de haber ganado, el “cómo” tiene más que ver con el corazón que con la razón.
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