SOCIEDAD › LAS EXPLICACIONES DE ADOLFO URIONA, EL OBISPO DENUNCIADO POR ABUSO DESHONESTO

“Ahora me da terror viajar en micro”

En la primera entrevista tras la denuncia por abuso, el obispo de Añatuya explicó a Página/12 su versión. Contó que se quedó dormido y que se despertó con la mujer que le gritaba. Descarta que sea un caso armado, pero dice que en Santiago “uno nunca sabe”. Y cuenta que sacerdotes de su diócesis viven “situaciones muy difíciles” por el tema de las tierras.

 Por Alejandra Dandan

Hacía tiempo se había prometido a sí mismo profundizar el voto de pobreza asumido de joven en su congregación religiosa. Entre otras cosas, decidió viajar en colectivo como lo hacen cada día quienes se mueven en su comunidad, la gente del pueblo de Añatuya, una de las ciudades santiagueñas sumergidas desde hace décadas en los índices de pobreza más profundos del país. El jueves 2 de febrero, aquel voto de pobreza lo dejó en medio de un escándalo. Hoy, el obispo Adolfo Uriona asegura que, aunque mantenga sus votos, ya no viajará en colectivo: “Esto es como dice el dicho popular –sostiene–, el que se quema con leche ve una vaca y llora”. En diálogo con Página/12, el obispo de Añatuya relata el episodio del ómnibus por el que terminó detenido y denunciado por abuso deshonesto. Reflexiona sobre la causa, plantea sus dudas, sus especulaciones sobre los presuntos responsables y anticipa, de paso, por qué ahora es capaz de ver una vaca y ponerse a llorar.

Luego de varios días de espera, el último martes el obispo regresó a la provincia de Córdoba para declarar en la causa. Además del trámite formal, necesitaba constatar por las suyas el contenido del expediente y los textuales de la denuncia del abuso deshonesto planteado por una pasajera del colectivo de larga distancia que lo llevaba de Mendoza a la provincia de Córdoba. No quiso hablar del episodio hasta no declarar en la causa. Lo hizo después, en un extenso diálogo con este diario.

–Es un hecho que no sé cómo calificar –arranca–. Un episodio confuso y se confundió completamente. Yo estaba completamente dormido y en un determinado momento me despierto abruptamente porque siento que me toman la mano y que me la empiezan a golpear diciendo que yo la estaba manoseando. No atiné a hacer nada porque estaba realmente semidormido, pero le dije: “No, nada que ver”. Pero la persona siguió gritando, fue a buscar a los choferes. Se metió en la cabina de los choferes. Eso fue todo.

–¿Los choferes pararon el micro?

–No. No. No pararon el micro, a la persona yo no la vi más. Parece que la ubicaron arriba porque nosotros estábamos abajo. Cuando llegamos a la terminal de Córdoba, ahí comienza de nuevo a increparme. Cuando la policía ve que me está increpando, a ella la llevan para un lado y a mí me llevan para otro.

–Detenido.

–Detenido.

–Usted dijo que no sabía a qué adjudicar lo sucedido.

–Mire, yo en principio pienso que ha sido producto de una persona que en ese momento se confundió totalmente. Que yo simplemente estaba dormido. No me atrevería a afirmar que hay otra cosa distinta detrás. La verdad es que yo soy nuevo en estas cosas, soy ingenuo, pero no me atrevería a mencionar algo distinto.

–¿Le pareció que la mujer no era demasiado normal?

–No, no. Tanto no. Sí muy enojada. Muy enojada.

–Se especuló con la posibilidad de que haya sido una causa armada por alguien interesado en provocar un escándalo. ¿Usted lo descarta?

–Yo eso en este momento lo descarto, pero viviendo en la provincia en la cual estoy, uno no puede descartar nada, ¿no es cierto? Dada la relación conflictiva del tema político con el tema de la tierra, uno no puede descartar nada. En este momento yo lo descartaría, porque simplemente era esto, pero quién sabe, ¿vio?

–Para entender desde afuera el funcionamiento de Santiago, a qué se refiere cuando dice “en esta provincia uno no puede descartar nada”.

–Hay todo un historial que a mí me han contado acerca de toda la problemática de la tierra. Cuando yo llegué a Santiago ya estaba la intervención federal, así que yo no conocí la temática, pero parece que ha sido bastante difícil. Para monseñor Sueldo, para el mismo monseñor Maccarone. Vivieron una situación muy pero muy difícil, casi de persecución, podríamos decir. Yo no puedo decir que en este momento esté viviendo ni mucho menos esas cosas, pero bueno, uno no sabe.

–¿En qué consiste su trabajo con los campesinos?

–Eso se dio de manera puntual. En diciembre del año pasado, haciendo una visita al interior, pude conectarme con algunos lugares conflictivos. Recurrieron a mí porque había habido escenas de violencia con personas que intentaron tomar predios e incluso vinieron con gente armada. Yo los escuché y para el 19 o 20 de diciembre pude hablar con el gobernador y vicegobernador y la gente pudo acceder al gobierno para charlar de esa temática bastante compleja.

–El episodio fue uno de los más graves de los últimos tiempos. Hubo allanamientos en casas de dirigentes de organizaciones sociales. ¿El encuentro con el gobernador fue antes o después?

–Después, pero no fue un encuentro sino una comunicación telefónica para que ellos pudieran tener diálogo con los campesinos. Esa fue la primera vez que intervine directamente en el tema. Y no hubo más.

–Dada la tradición de la provincia, ¿desde ese momento y hasta ahora sufrió algún tipo de presión o amenaza?

–No, para nada. Estuve todo el mes de enero, y no. No recibí ninguna amenaza.

–¿Sus sacerdotes?

–Según tengo entendido, tiempo antes, alguno de los sacerdotes sí se enfrentó concretamente en algún caso con el poder político. Concretamente, un sacerdote italiano de Montequemado que justamente acaba de volver a su país. También algún sacerdote marianista y algún otro sacerdote más. Sufrieron situaciones bastante duras en la relación con el poder político.

–Volviendo al episodio, ¿se le cruzó como fantasma la posibilidad de que se produjera un escándalo como el que rodeó a Maccarone?

–Sí. Sí se me vino evidentemente a la mente. Yo lo respeto mucho a monseñor Maccarone, fue mi profesor en el seminario. Lo que más me dolió ahora fue el ensañamiento que a veces hubo, sin tener elementos para calificar lo que realmente pasó. La primera versión fue totalmente tergiversada. Hasta que tuvieron acceso a la denuncia y se dieron cuenta de que nada que ver con lo que la persona había denunciado.

–¿A qué atribuye la difusión de la primera versión con los detalles que todos conocimos?

–Eso es lo que yo me pregunto. ¿Quién fue la fuente de información, incluso con detalles casi morbosos? ¿De dónde provino la información tan, pero tan tergiversada? Yo me fui enterando cuando llegué a Añatuya por la prensa de todo lo que se estaba diciendo. Después, el mismo viernes, por una radio de Córdoba, LV3, escuché que la causa se estaba cayendo porque parecía que la cosa no era como se había dicho. Después, bueno, cuando leí el expediente me di cuenta de que nada que ver.

–¿Qué dice el expediente?

–El expediente más bien dice que la persona me encuentra profundamente dormido con mi mano izquierda sobre su pierna.

–Ahora bien, ¿la otra versión de dónde salió? ¿Usted se la atribuye a alguien?

–La verdad es que no sé quiénes son los responsables de pasar la información, no sé si es la policía o el juzgado.

–¿Advierte un tipo de manejo interesado?

–Yo creo que sí. Me parece que hubo una búsqueda de sensacionalismo: se encontraron con un obispo acusado de abuso deshonesto y, bueno, la información era más que apetecible, ¿no le parece?

–Me puede parecer o no en un contexto distinto. Cuando aparece Santiago del Estero, la cosa parece más seria: dos obispos en pocos meses puede ser casualidad, pero es raro.

–Sí. Hay algunos elementos que no cierran. Lo mismo que los medios: ¿cómo estuvieron tan rápido en el juzgado? Uno no sabe qué hay detrás de todo esto. Uno puede pensar en una campaña, pero yo no soy propenso a pensar en teorías conspirativas.

–Los sacerdotes de la diócesis de Maccarone atribuyeron la difusión del video a una operación: no se sabía si respondía a una interna de la Iglesia o a un operativo de los sectores económicos, uno de los aspectos de la provincia que Maccarone más criticaba. ¿Usted pensó en esa posibilidad?

–No. Nada, más bien pensé en que alguien estaba interesado en una información así y que podía darle algún rédito económico.

–¿Qué le dijo al fiscal?

–Y bueno, simplemente que yo me quedé dormido y que en un determinado momento de la noche siento a esta persona que me tomó la mano, que me empieza a golpear y que me dice que yo la estoy manoseando. Le digo nada que ver y esta persona va hacia donde están los choferes.

–¿Esa es su verdad?

–Esa es la verdad. Pero mire, yo hice una opción cuando era provincial. Fui superior de la congregación de Don Orione, que es una congregación que se dedica a los discapacitados y a los más pobres. Allí yo decidí viajar en colectivo y también ahora que soy obispo en la diócesis más pobre del país. Podría haber viajado a Mendoza en medio propio, podría haber viajado en avión. Pero yo hice una opción por los pobres. Y también en la medida de lo posible, quiero asemejarme un poco más a ellos. Aun con estas incomodidades.

–¿Usted siente que esto lo asemeja a ellos?

–Yo creo que viajar en colectivo pudiendo viajar en otros medios más cómodos me acerca más, por lo menos, me solidariza más con el común de la gente. Y en la misma Añatuya yo trato de caminarla, de ir al supermercado, andar en bicicleta. Es gente muy sencilla. Trato de ser uno más, no porque me salga artificialmente, pero es una opción.

–Pensé que iba a decir algo distinto: ¿ahora volvería a viajar en colectivo?

–Y ahora... vio como dice el refrán: cuando uno se quema con leche ve la vaca y llora. Ahora me da terror. Me pasó entrando a Córdoba para declarar, me daba una cosa adentro. Pienso que lo superaré, pero ¿vio?, es inconsciente eso. La experiencia fue muy dura. Para mí fue una pesadilla cuando me vi tomando las huellas digitales o cuando me sacaban las fotos como cualquier reo. Una pesadilla que jamás pensé en mi vida que me iba a ocurrir. Creo que todo esto está muy fresco, y soy de procesos más lentos. Yo por ahora estoy bastante entero, no sé qué va a pasar más adelante cuando tome conciencia y una conciencia psicológica y humana de todo lo que pasó.

–Usted es el heredero de la diócesis de Antonio Baseotto.

–Sí, después de un año y medio que la diócesis estuvo con sede vacante yo asumí el 29 de mayo de 2004.

–¿Qué significa ser el heredero de una diócesis con las características de Baseotto?

–En realidad, la diócesis está signada por la obra de monseñor (José María) Bottaro, que se encontró prácticamente con nada: había 68 mil kilómetros cuadrados solamente con siete parroquias diseminadas en medio del monte. Con ayuda de los católicos de Alemania y de Buenos Aires levantó una diócesis con 24 escuelas, hogares para ancianos, discapacitados, 23 parroquias, 250 capillas. Una diócesis que creció de la nada. Después llego yo, que soy de otra congregación y me encuentro con eso y con la envergadura estructural de la diócesis.

–¿Qué significa la envergadura estructural?, ¿se refiere a los datos sobre los niveles de pobreza?

–Exactamente. La realidad de pobreza, como por ejemplo la falta de agua, de caminos, de trabajo, el problema de la salud, todo eso es casi endémico en la zona. Para poder levantar eso, creo que van a necesitarse muchos años de buenos gobiernos.

–Siempre se dijo que por esas características de pobreza, Baseotto había conseguido tener una presencia fuerte entre la gente, gracias a los recursos de Cáritas. La Iglesia siempre funcionó como un contrapoder muy fuerte en el lugar.

–La Iglesia realmente hizo un montón de obras que le correspondía haber hecho al Estado. En muchos lugares, por ejemplo, la única escuela secundaria que hay es hecha por la Iglesia. Así que monseñor Bottaro se preocupó por crear una diócesis y sobre todo apuntar a ese tema fundamental, que es la educación. Y sí, la gente percibe a mi modo de ver que ahí la Iglesia hizo más que el Estado en estos treinta y cinco años de diócesis.

–Usted subraya el trabajo de monseñor Bottaro, pero no habla de Baseotto. ¿Prefiere no hablar de él?

–Creo que Baseotto con su carisma personal intentó continuar con la línea. Creo que la gente siente un gran cariño y un gran aprecio por monseñor Baseotto también. Es un pueblo sencillo, la gente lo considera también un pastor porque él trabajó muchos años como sacerdote también. Primero 17 como sacerdote y después 10 como obispo. Por eso la gente tiene un gran reconocimiento por él.

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El obispo Adolfo Uriona declaró el miércoles pasado en Córdoba en la causa por el supuesto abuso a una compañera de viaje.
Imagen: Télam
 
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