Domingo, 3 de octubre de 2010 | Hoy
La “locura” de plantar un monumento gigante en la Villa 31 salió de un grupo de mujeres. A la artista Cynthia Cohen le habían ofrecido hacer movidas en shoppings y edificios de corporaciones, pero se sentía incómoda. “No sabés. Hasta me habían propuesto vestir uno de los edificios más importantes de Buenos Aires con una corbata, para festejar el Día del Padre”, relata. Declinó invitaciones una a una, y entendió que su negación tenía que ver con las ganas de darle un contenido más profundo a lo que hacía. “Quería expresar un grito que transmitiera una idea. No `hacer que la villa fuera cool’ –como estaba de moda–, sino articular un acto que generara modificaciones. Lo que se llama `arte de acción`.”
Geraldine Oniszczuk aportó lazos con el territorio y articuló tareas para que los residentes no quedaran fuera de las discusiones. Desde el prejuicio puede creerse que ser mujer de clase media podía representar una dificultad en un ambiente que se presume encapsulado y machista. “No fue un inconveniente en lo más mínimo. Allá hay desde hace mucho un liderazgo femenino muy fuerte”, detalla Oniszczuk. Jordana Timerman, otra de las chicas en acción, tercia sin dudar. “No fue difícil conectar, porque ya estábamos conectados desde antes, a lo mejor sin saberlo. Los que residen en la 31 interactúan con nosotros sin que nos demos cuenta. Ellos hacen el esfuerzo de acercarse. Lo que falta es que el mensaje se confirme desde el otro lado, desde los que tienen un poco más.”
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