Domingo, 16 de enero de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › ENTREVISTA CON LA HISTORIADORA ELISA PASTORIZA
Por Soledad Vallejos
En Argentina, la invención del turismo llegó de la mano del –por así decirlo– descubrimiento de las sierras cordobesas y las montañas mendocinas. Era, para no variar, y como lo señala la historiadora marplatense Elisa Pastoriza, “la influencia europea”, que con su amor del 1900 por los baños termales terminó descubriendo, a la postre, el mar. “También en el mar los baños, al principio, se pensaron como terapéuticos. Poco a poco, como señalan los que han estudiado el tema, como Alain Corbin, se abandonó la idea de que era algo siniestro, de que había que estar a espaldas del mar. Hay un descubrimiento.”
En el proceso, el redescubrimiento desembarcó en Argentina, de mano de la elite. Pastoriza, que el año pasado dirigió el volumen Un mar de memoria. Historias e imágenes de Mar del Plata, y que en marzo verá llegar a librerías su Historia social del turismo (en ambos casos, por Editorial Edhasa), resume la transformación con precisión: “Ese proceso, que en Europa duró dos siglos, acá se da en una apretada síntesis”.
–¿Todo sucede durante la Belle Epoque local?
–Sí, porque nuestra elite, las clases altas porteñas, comienzan a tener esas prácticas fundamentalmente en Europa, en sus viajes. Cuando van a Europa, empiezan a conocer los balnearios que a fines del siglo XIX están de moda. No solamente participa de esto la clase alta porteña, también la alta sociedad neoyorquina. Todos se encuentran en Deauville, Trouville, esos balnearios de moda en Europa. Esas elites, al volver, traen ese modelo a la Argentina. Crean algo semejante a esos lugares que conocieron, y de cierto modo también se crea un imaginario alrededor de Mar del Plata, el imaginario de algo muy lujoso, prestigioso. Y en cierta manera, en el imaginario, eso desplaza a las sierras, aunque de todas maneras allí sigue yendo mucha gente. En relación con eso, es interesante señalar que no hay casi estudios sobre estos asuntos en Argentina. En otros países es diferente, pero aquí es como si hubiera sido históricamente considerado como frívolo. Como si las vacaciones no fueran algo importante, o solamente fueran un asunto ligado a las clases altas. Eso es absolutamente erróneo, en particular aquí, porque en toda la historia social argentina hay un proceso interesante en cuanto a lograr esa conquista.
–¿El turismo social?
–La hotelería sindical es un proceso muy particular de Argentina. Quiero decir: no es algo que se encuentre en otros lados, no es muy común. En el caso de Mar del Plata, contrariamente a la idea generalizada, he encontrado que ése es un proceso que comienza con el peronismo pero muy lentamente. De hecho, se va a consolidar bastante después. Distinto es Córdoba: cuando en Mar de Plata aún faltaba, en Córdoba ya había un número mucho mayor de colonias de vacaciones, de hotelería de sindicatos. Fue más fácil para ese turismo instalarse en Córdoba.
–¿Por qué?
–Porque Mar del Plata era más elitista. Costó más entrar. En cuestión de cantidad de colonias de vacaciones, casas de descanso y demás, durante el primer peronismo, hay mayor desarrollo en Córdoba que en Mar del Plata. En Mar del Plata, de hecho, en ese momento son muy pocos los sindicatos que tienen hoteles propios. En 1956, cuando se realiza un censo, se registran pocos hoteles, alrededor de seis, pero en el imaginario prevalece la idea de que hay muchísimos hoteles sindicales en ese momento. En realidad es un proceso posterior, más acentuado a fines de los ’60. Por ejemplo, el hotel Royal, que era uno de los viejos hoteles de Mar del Plata, creado en la primera década del siglo XX, fue comprado por la UOM en 1965. Esa compra, en la que participaron Vandor y Lorenzo Miguel, marcó el inicio de una tendencia que después se acrecentó, en especial con las concesiones que tienen los gremios durante el mandato de Onganía.
–¿Tiene alguna hipótesis acerca de por qué las vacaciones son sinónimo de playa?
–Eso siempre dependió del momento histórico. En los años ’30, si bien hay más afluencia turística a las playas que en otros años, también es muy importante el número de personas que iban a las sierras. Pero la playa tiene como más publicidad. A eso se suma que, ante el calor de Buenos Aires, el mar es una atracción muy grande. Y aunque el fenómeno de Mar del Plata es impresionante, también hay que ver que se comienzan a crear muchos otros balnearios. También aparecen diferentes gustos. Surgen balnearios más asociados a la naturaleza. Pero, por otro lado, esas fundaciones exigían esfuerzo y una inversión importante. A los médanos había que domarlos. Hubo intentos tempranos como en 1912 en Ostende; pero esa vez, al no haber forestado, se perdió, tiempo después lo tuvieron que reforestar. Cariló se inicia alrededor de 1920. Lo hacen los Guerrero, porque los campos de esa zona eran de ellos. Allí, uno de los integrantes de la familia inicia una forestación pensando en la producción de manzanas. Al principio es eso, lo mismo que Villa Gesell, que comenzó vinculada con lo productivo, porque era una forestación destinada a su fábrica de muebles para bebés, la famosa Casa Gesell. Recién después empieza a aparecer la idea de los balnearios. Pero claro, Mar del Plata es el caso emblemático. Es insoslayable. Ya se ve muy bien en los años ’50, a partir de la documentación y las fuentes: todas hablan de la convivencia de la argentinidad, es como si se tratara de un encuentro anual de todos los argentinos.
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