Domingo, 8 de enero de 2012 | Hoy
Empezó a interesarse en el tarot marsellés hace tres años, cuando, casi de casualidad (aunque “las casualidades no existen”), un libro de Alejandro Jodorowsky llegó a sus manos. Desde entonces, sólo le quedó profundizar, vale decir, empezar a aceptar consultas. “Como con todo: primero con amigos y después, de a poco, con gente que no conocía.” Así terminó tirando cartas al público del hotel Faena, con “mucha noche, muchos ejecutivos”. Al poco tiempo, sin abandonar ese espacio, encontró un rincón para instalarse, entre “un San La Muerte y un Gauchito Gil”, todos los jueves en la feria La Salada, donde regía “otro código”. De esos meses en que aprendió a convivir entre mundos, dice que aprendió algo: “Los problemas humanos son siempre iguales”.
–¿En las consultas siempre surgían las mismas inquietudes y preguntas?
–Bueno, muy similares. Por ahí en La Salada me pasó que una noche vino una mujer que estaba muy angustiada, muy triste. Me decía “tengo un problema con alguien”. Empiezo a ver las cartas y, por lo que aparece, le pregunto: “¿Puede ser que haya un amante, pero también algo de oscuridad?”. Y claro, ahí habló de su marido, que estaba preso hacía dos años. Ella lo que quería era ver si iban a seguir juntos.
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