Domingo, 8 de marzo de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › DORA BARRANCOS, DIRIGENTE HISTORICADORA BARRANCOS, DIRIGENTE HISTORICA
Por Mariana Carbajal
Es histriónica, divertida y profunda en sus reflexiones. Por eso es un disfrute escucharla en sus exposiciones. Dora Barrancos ayuda a pensar. Socióloga y doctora en Historia, es profesora consulta de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora principal del Conicet. Entre otros libros, publicó Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (2007) y Mujeres, entre la casa y la plaza (2008).
–¿Qué siente al ver que se regalan flores o se ofrecen descuentos para compras o tratamientos de belleza por el Día de la Mujer?
–Es un poco patético que los varones nos festejen con flores y chocolates. Pero, más allá de las inadecuaciones de sentido, por lo menos parecen obligados a un gesto. Creo que el problema mayor es, en todo caso, que las homenajeadas no tengan resonancia del significado original de la fecha, que se haya extendido una cierta insensibilidad, que no se hagan balances de la condición de género. La fecha debería ser la oportunidad para reflexiones, para introspecciones.
Barrancos cuenta que tuvo “una infancia privilegiada”, no por razones económicas sino porque su familia era especialmente politizada y enfocada hacia la cuestión de la justicia con los sectores populares. “Mi padre, un maestro en escuelas del interior –nací en La Pampa y allí comencé mi escuela primaria–, era un liberal prosocialista y militante antifascista, y recuerdo su disgusto alguna vez frente a chimentos relacionados con la moral sexual de una maestra a la que consideraba mucho por su talento intelectual y su destreza pedagógica. Mi madre, de origen protestante, se inclinaba decididamente a forjarme profesionalidad e independencia, más allá de sus exigencias en torno de ciertas conductas que las niñas debíamos guardar”, dice.
–¿Recuerda alguna conmemoración del Día de la Mujer por alguna razón en particular?
–Creo que recuerdo en especial las conmemoraciones en los primeros años de mi “conversión” al feminismo, cuando pude darme cuenta de la desatención anterior, de mis omisiones. Mi ingreso al feminismo se debió a mi exilio en Brasil, durante la última dictadura militar. Fue allí donde me di cuenta de que las diferencias sociales comenzaban siendo sexuales y que las congéneres pobres sufrían de modo superlativo. Por lo tanto creo que esas primeras conmemoraciones fueron especialmente vibrantes.
–¿Por qué se hizo feminista?
–Me hice feminista contrastando las posibilidades que yo había tenido con las de la enorme mayoría de las mujeres. Pero una personalidad decidida no bastaba para ser reconocida y valorada en un mundo que claramente hegemonizaban los varones. En el exilio, los balances de todo orden se imponían, y también me impactaron acontecimientos como las movilizaciones para que se condenara al homicida de una mujer de clase media, que era su pareja. El abogado del victimario lo defendía en nombre de la “defensa del honor”. Esa circunstancia fue un despertar a fines de la década de 1970. Tenía muchas amigas feministas en Brasil y me fue pareciendo insólito que no me hubiera dado cuenta de que las jerarquías entre varones y mujeres estaban en la base de todas las otras diferencias.
–¿Por qué cree que incomoda tanto todavía la condición de feminista?
–Porque es como enunciar que se pertenece a una ideología y a un partido “propio de las mujeres”. Y esas identificaciones asustan.
–¿Cuáles son sus cinco temas prioritarios que deberían incluirse en la agenda política para avanzar hacia una sociedad con igualdad de oportunidades para varones y mujeres?
–Mi agenda es la siguiente: uno, despenalización del aborto. Sin derecho a determinarnos sobre el cuerpo no hay posibilidad de individuación. Dos, garantizar el derecho constitucional a la igualdad en el mercado laboral. El mercado laboral es el que más infringe los derechos femeninos, y hasta para erradicar la violencia se necesita igualar las oportunidades. El feminismo ha estado poco atento a esta cuestión. Tres, sostener a las mujeres que se despegan de contextos de violencia de pareja. Debemos imaginar coberturas especiales para las mujeres que son víctimas, no se debe creer que la mera separación del agresor basta. Cuatro, paridad en la representación política y en todos los organismos del Estado. Cinco, igualdad de oportunidades en la ciencia y en la tecnología.
–¿Qué barreras encontró en el Conicet, donde ocupa un cargo en el directorio, para el desarrollo de las mujeres en la ciencia?
–Hay algunas barreras que pudimos superar, como la excepcionalidad de las edades por número de hijos tanto en becas como en el ingreso a la carrera de investigador. Se ha ganado en sensibilidad para atender cuestiones “personales”, son facilitadas las prórrogas o licencias para atender cuidados, y no sólo para las mujeres. Pero todavía es difícil conseguir que los procesos de evaluación tengan en cuenta las particulares condiciones de las mujeres, y lo más impactante es que muy a menudo son las propias evaluadoras mujeres quienes están menos dispuestas a atender las adversidades particulares de las congéneres.
–¿Qué cosas la sublevan?
–La injusticia, la inequidad, la humillación de las otras y los otros.
–¿Qué cosas la hacen feliz?
–El amor de mi compañero, ¡llevamos cuarenta años de convivencia! Ver a mis nietas y nietos crecer, acompañar sus desa-fíos, sentir el amor de mis hijas, jaranear con amigas y amigos y abogar por que siga habiendo más transformaciones en nuestra sociedad.
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