Domingo, 2 de abril de 2006 | Hoy
–¿Cómo sé si puedo o no caminar por la comuna? –pregunta Página/12 a los hombres de la banda de Los Triana conectados con el paramilitarismo.
–Ahora acá no se puede matar forasteros porque sí. Para matarlo a usted tienen que pedir permiso –contesta el jefe.
El día que este cronista camina por el lugar todavía se comenta la muerte del último caído. Era un amigo de la casa de Alexis, un prestamista que solía visitarlos. “El sábado lo mataron por cuatro millones de pesos”, cuentan.
–¿Cómo se decide una muerte?
–El que quiera matar a alguien tiene que pedir luz verde –cuenta María, la esposa de Alexis–. Le dicen: “Necesitamos matar a tal persona”. El dice: “¿Por qué?” Entonces tiene que marcarle al duro de la cárcel –el jefe “paraco”– para ver si esa persona puede ser matada o no. Primero se investiga. Mandan su gente. Y dicen, sí, pueden. Por ejemplo, si me robaron, pago para que lo maten. Hay gente que cobra mucho, de un millón (500 dólares) a siete millones (3500 dólares). Al amigo éste que apareció el sábado lo torturaron mucho. Le quemaron la cara. Le sacaron las uñas. A veces son con mucha saña, según cómo el otro pague.
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