Domingo, 18 de marzo de 2007 | Hoy
Por José Pablo Feinmann
El título que acaban de leer lo puse porque creo que es real. Que lo que dice está pasando. También lo puse pensando en el recientemente ido de este mundo Jean Baudrillard, que solía visitarnos y todos lo iban a escuchar y el hombre decía genialidades como “la guerra del Golfo no ha tenido lugar”, una banalidad basada –más o menos– en que no la habíamos visto por televisión. Hace poco, leyendo sus necrológicas, todas muy informadas, me enteré de que había dicho, sobre el asunto de las Torres Gemelas, que ése, el de las Torres, había sido “un evento absoluto” y otra vez todo el mundo se pone a decir eso: “evento” absoluto. “Evento” es una palabra que inventó Heidegger y la copiaron (usando sobre todo su sinónimo “acontecimiento”) Foucault, Deleuze, Badiou y, por supuesto, Baudrillard. La cuestión me puso pensativo. Me pregunté: ¿y si invento alguna fórmula, algún verso baudrillardiano sobre el caos que es hoy la historia? Y ya está: inventé el título de esta nota. Es un poco largo. O no tanto: la frase del francés sobre la guerra del Golfo lo que se dice “corta” no es. Por ahí, me dije, paso a la historia como Baudrillard. Y en mis necrológicas –o, al menos, en una, porque una, supongo, habrá– se dice: “Había definido la temporalidad histórica de la primera década del siglo XXI” (y aquí viene) “como ‘una multipolaridad nuclear preapocalíptica’”. Y, ahí, desde algún lugar del Cielo o del Infierno, sonrío y le digo a Baudrillard: “¿Viste? Y eso que nunca fui francés”.
Alguien dirá: ¿éste pone ese título espantoso y encima se lo toma en broma? (También puede decirse “en joda”, que da TVVómito.) ¿Y cómo quieren que se tome la vida alguien que cree, en serio, eso: que vivimos una “multipolaridad nuclear preapocalíptica”? Miren: Irán ya es la novena potencia nuclear. Al frente de Irán está su líder, Mahmoud Ahmadinejad, que, es cierto, tiene un nombre difícil y, en una nota reciente, la escritora Alicia Dujovne Ortiz se quejó de esa circunstancia, de ese nombre del líder iraní, que para ella, dijo, era impronunciable, algo que me pareció un poco racista, dado que para un iraní no ha de ser difícil decir “Ahmadinejad” y debe ser imposible decir “Dujovne Ortiz”. El líder iraní, decía, no parece muy confiable. Puede tener el nombre que quiera, uno no va a quejarse por eso, pero hacer un simposio o congreso para demostrar que el Holocausto “no ha tenido lugar”, algo que ni Baudrillard se animó a decir, me parece una perrada, tiene como un tufillo nazi que lo lleva a uno a pensar que el hombre ha de amar los extremos, la ultraderecha, por ejemplo, o la ultraizquierda, se me ocurre, pero muy cuerdo no está, y si no está muy cuerdo es peligroso que esté al frente de una potencia nuclear, tal como está otro que, para mayor horror de la historia que vivimos, está más loco que él, que Ahmadinejad, y se llama, adivinaron, George Bush, que está terriblemente preocupado por los chinos, como todo el Occidente capitalista. Aquí, usted como yo, se preguntará: ¿no debieran estar contentos? ¿No acaba China de reconocer, por ley del Estado, la propiedad privada? ¿Saben ustedes qué decía Hegel de la propiedad privada? Decía: “Es la expresión objetiva de la libertad subjetiva”. O sea, que uno, por más que sea libre “subjetivamente”, si no tiene una casa, un auto, un perro, una cortadora de césped y un revólver para cuidar todo eso no es “objetivamente libre”. Vean si no será importante lo que acaban de hacer los chinos: le dieron la libertad “objetiva” a su pueblo. Sin embargo, Occidente está preocupado. Ni siquiera salió una nota de Vargas Llosa festejando la medida, diciendo que los chinos no practican el “idiotismo” latinoamericano. Les tienen miedo a los chinos. Dieron, se dice, otro paso hacia la “economía de mercado”, que, quién no lo sabe, es la panacea, el bálsamo de este sufriente universo. Pero, igual, no hay caso: les tienen miedo a los chinos. Occidente, digo. Todo Occidente. Salió a decirlo Donald Rumsfeld, el zorro de Irak. Que los chinos crecen militarmente en la modalidad del exceso. No dijo que en esa modalidad sólo puede crecer Estados Unidos, pero para qué iba a decirlo si todo el mundo lo sabe y lo acepta. Lo acepta pero lo imita. De donde nos acercamos a mi título espectacular: están todos armándose nuclearmente. Los chinos declararon que su presupuesto militar es de 40.000 millones de dólares. Pero los expertos de Bush le deterioraron, con esta noticia, dos hoyos de un partido de tenis: “Es mentira –le dijeron–. Es de 100.000 millones. Y ya tienen un Programa Espacial”. Bush llamó a Blair, quien lo consoló con su habitual, encantadora sonrisa: “No te preocupes, Georgie. ¿Qué te pareció Hellen Mirren haciendo de reina nuestra? ¿No está adorable?” Bush lo llamó en seguida a Chirac. Le dijo que Occidente corre peligro. Y Chirac, calmándolo le dijo: “Por supuesto”. Y para peor: “Que Irán aparezca como novena potencia nuclear va a provocar un cataclismo en la región. Y en todo el mundo también. En la comunidad internacional. Imaginate: inseguridad, desconfianza, sobresalto, puntos de vista enfrentados, políticas antagónicas”. Bush entra en pánico. Aquí nos detenemos. Es necesario aclarar algo: la historia es la historia, uno juzga los grandes acontecimientos. Pero cuando la historia se encarna en individualidades como la de George Bush uno debe pensar también en esos individuos y no sólo en los “eventos absolutos”, como Baudrillard. Ergo, digo: cuando George Bush entra en pánico no se toma los cuatro Rivotril de 2 mg que le recomendó su médico: misilea un país o lo invade y ordena torturar a los cretinos que lo habitan. Por tanto, le responde a Chirac: “¡Hay que invadir Irán!” “No –le responde Chirac, que tiene unos modales de lo más civilizados–, vea, no se puede invadir Irán”. Bush exhibe su rapidez de reflejos. Dice: “¡Un ataque nuclear terminal entonces!” “No –insiste Chirac–, eso descalabraría toda la región del Islam y los uniría, los conglomeraría, se adherirían unos con otros y todos contra nosotros”. Bush le cree y siente que así Occidente no puede vivir. Le informan, para colmo, que Putin está furioso desde que sabe que él, Bush, piensa instalar escudos antimisiles en la República Checa y Polonia, “que eran nuestras –-habría dicho–, y volverán a serlo”. Bush se toma los cuatro Rivotril y se va a dormir no bien le informan que hay novedades desde Venezuela.
Chávez es, para los norteamericanos y, claro, para Bush, a quienes los norteamericanos votaron para su segunda presidencia, y a quien, parece, sólo en Hollywood odian, una pesadilla indefinible. No podía ser de otro modo: Chávez es indefinible. Hay una foto en que se cuadra frente a Kirchner y le hace la venia bien a lo milico, que uno tiene que mirarla tres o cuatro veces para creerla. Kirchner, además, le hace un gesto paternal con su brazo derecho y le pone una sonrisa del tipo “dale, loquito, vení, que en la Argentina los tipos que hacen la venia nos costaron demasiado”. Chávez vuelve loco a Bush y a la comunidad internacional y al entero Occidente.
Qué hacemos con este hombre, se preguntan. Le hicimos un golpe basado en el deterioro de las instituciones y con gran apoyo de los grandes diarios y el hombre se salvó. Esperemos que en Argentina nos salga mejor, pero con Chávez hay que inventar algo distinto. Mientras tanto lo aguantan. Tiene petróleo. Le da un montón a Bush. Y todavía, parece, no se armó nuclearmente. Pero... lo recibió a Ahmadinejad. ¿Se dan cuenta?, clama Occidente. Chávez lo recibe a Ahmadinejad, Ahmadinejad le da armas nucleares, Putin (Rusia, entre el 2007 y el 2015, destinará 190.000 millones de dólares para armas nucleares y de todo tipo) lo apoya porque quiere otra “crisis de los misiles” y ganarla, ganar desde Venezuela la guerra que Nikita Kruschev, ese torpe, no supo ganar desde Cuba, y Occidente se encuentra con un caos nuclear desatado desde América latina, donde, por ahora, no estaba el ojo del huracán. Si ocurre eso, si el conflicto nuclear sorpresivamente se transforma en una nueva “crisis de los misiles” con centro en Venezuela, ¿qué hará Irán con sus misiles sobrantes? ¿Los arrojará sobre Israel? ¿Qué hará Israel? ¿Arrojará todo su arsenal nuclear sobre Irán? ¿Qué hará Rusia, ese adversario vencido, abatido bajo las piedras del Muro, que ahora busca venganza, que odia la sonrisa de “perfecto idiota neoliberal” que exhibe Andrés Oppenheimer? ¿Qué hará China? ¿O no saben que China puede, entre otras terribles cosas, desplegar una red de microsatélites dotados de rayos láser, capaces de neutralizar los satélites norteamericanos e inmovilizar a las fuerzas de tierra, de aire y de mar de América, que, como todos sabemos, quiere decir “Estados Unidos”? Y por último, ¿qué haremos nosotros?
Qué hará usted.
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